La palabra del Señor nos dice en el libro de 2 Timoteo, que Dios no te ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. Una de las cosas que provocan los problemas económicos cuando llegan a nuestra vida es temor. Cuando ves amenazadas tus finanzas, tu sustento, comienzas a temer, cuando en realidad el miedo no debería existir en la vida de un creyente. Todos lo vamos a experimentar en algún momento, porque nuestras emociones se descontrolan, pero tú deberías tener la seguridad, la certeza de que Dios te dará la victoria a pesar de todo lo que esté ocurriendo.
A veces ni estás viviendo momentos difíciles, pero basta con que el miedo entre a tu vida para que, eventualmente, comience a provocar en ti malas decisiones que te lleven a tener problemas económicos. Es bien interesante esa relación: las situaciones provocan temor, o a veces, estamos bien, y el temor es provocado por nuestros pensamientos, y entonces, con nuestras malas acciones, complicamos todo a nuestro alrededor.
Se tiene que romper en tu mente el miedo a la pobreza, a la escasez, a la dificultad económica. Algunos, por contextos sociológicos, han vivido momentos muy duros, pero nunca permitas que ese momento se meta en tu corazón porque Dios, pronto, cambiará todas las cosas y saldrás de esa situación tan difícil que estás viviendo, pero si se te metió el miedo en el corazón, ahí es que la cosa se complica.
En la Palabra, vemos el contraste de una situación económica complicada, difícil, y todas las emociones que provoca esa situación en la vida de ciertas personas. Y observamos cómo Dios interviene de forma milagrosa. En ocasiones, luego de algunos días; en otras instancias, con milagros de provisión extendida; en otros momentos, con provisión inmediata. Pero la realidad que no podemos esconder es que cuando enfrentamos momentos difíciles económicos, nuestras emociones comienzan a tambalear. Llega la frustración, la amargura, y nos llevan a encerrarnos y tomar decisiones erróneas, y a limitar el poder de nuestra fe.
La Biblia nos habla de unos profetas que pidieron un hacha prestada para construir unas casas. El hierro de una de ellas cayó al río, y el hombre fue temeroso ante el hombre de Dios, su líder, y le contó con miedo lo que había pasado, las consecuencias de la decisión que había tomado. En el Nuevo Testamento, observamos al mismo Jesús teniendo compasión con la gente porque no habían comido, y sus discípulos se escandalizaron con el plan de Jesús para alimentarlos porque no podían creer cómo se iba a hacer. Ante la escasez, las emociones se descontrolan. Comenzaron a hablar negativo, diciendo que aquello no sería suficiente; lo que te demuestra el descontrol emocional que tenían.
Jesús encontró a Pedro lavando sus redes porque no habían pescado nada en toda la noche. Aunque Pedro actuó en fe, podemos ver su frustración de haber intentado toda la noche y no haber pescado nada. Y el Señor interviene, dándole una palabra la cual Pedro obedece y sus barcas se llenan. Pedro sale con sus barcas llenas y se tira a los pies de Cristo, arrepentido, lo que te demuestra una verdadera transformación y cambio. Dice: Yo soy hombre pecador para merecer tal cosa. Esto te demuestra que la situación había sido demasiado complicada para su mente y sus pensamientos.
Creemos contigo que en este momento la paz de Dios entra en tu corazón. El miedo desaparece. Has estado preocupado por tu situación financiera, pero hoy es día de levantarte y creerle a Dios, poner tu situación en sus manos, entregársela, y tomar autoridad sobre tus emociones por la palabra de Dios. Vas a ver el futuro claro delante de ti. Dios no te promete una vida libre de problemas, pero sí te promete progresar, prosperar, avanzar, tener paz, tranquilidad, y ver su mano obrar en tu vida.
En Génesis 26, Isaac enfrentó un tiempo de hambre; un poco antes, Abraham también experimentó hambre; luego Jacob; luego el profeta, quien hora y provoca una sequía. Dios envía al profeta donde una viuda, quien estaba preparando la última torta para morir. Eso era lo que ella había predicho, por causa de lo que estaba viviendo. Una y otra vez, vemos historias que tienen diferentes propósitos y que nos enseñan diferentes cosas; y vemos un patrón de cómo Dios solucionó estas situaciones.
Ante tu situación económica difícil, hay varias cosas que tienes que hacer:
- Permanece firme en los principios de la palabra de Dios, en lo que Él te ha dicho, en sus promesas. Cuando enfrentamos situaciones difíciles, tratamos de buscar otras alternativas, pero tú tienes que ver lo que Dios ha dicho en su palabra. Aquellos que recibieron la libertad económica de sus situaciones, fue porque obedecieron y se mantuvieron firmes a la palabra de Dios.
- No trates de hacer las cosas como el mundo las hace. No busques la respuesta en el mundo. Es bueno aprender, analizar, estudiar, buscar estrategias, pero nunca pienses que la solución se encuentra en la manera en que el mundo hace las cosas. La manera en que Dios hace las cosas es diferente. Lo que Dios te pide es diferente, en ocasiones, contrario a lo que el mundo dice. Pero si permaneces, Dios te dará la victoria.
- Permanece en el centro de la voluntad de Dios para tu vida. En Génesis 26, Dios le dice a Isaac: Quédate en esta tierra. Isaac no se movió de aquella tierra, tierra que estaba experimentando hambre en aquel momento, y en aquel lugar, Dios lo prosperó. No te vayas de la voluntad de Dios, mantente en ese lugar.
- En medio de tu necesidad, de tu dificultad, aprende a sembrar, a ofrendar, a creerle a Dios para que haya multiplicación en tu vida. Siembra para que veas una cosecha milagrosa. Isaac sembró en aquel tiempo y Dios hizo que se produjera al ciento por uno. Isaac no solo sembró sino que hizo un altar para Dios. Dios lo prosperó, pero el principio es la semilla, el obedecer a Dios. Cuando la viuda de Sarepta entregó la torta, lo poquito que tenía, le creyó a Dios y durante ese tiempo, Dios la bendijo y la prosperó. Mientras otros pasaban necesidad, ella recibía la provisión diaria.
Créele a Dios. En los momentos difíciles es cuando más tenemos que cumplir su palabra. Atrévete a sembrar, a ofrendar, a creerle a Dios. Siembra una semilla de fe y créele a Dios que Él la va a multiplicar. No tienes nada que perder, y mucho que ganar.