Probar el sabor de la derrota es una de las cosas que a nadie le gusta, ver como de repente lo que se ha construido se viene abajo; ver como aquello que pensaste que siempre estaría allí ya no lo está o simplemente luchar y luchar contra alguna área de tu vida y ver como caes una y otra vez en las garras de ese habito hacen que pruebes el sabor de la derrota.
Querer la victoria pero obtener una derrota es algo que no quisiéramos, pero pensar que siempre obtendremos la victoria en todo es tener una conciencia fuera de la realidad.
Sé que todos en algún momento de nuestra vida hemos probado el amargo sabor de la derrota. Sentir como aquello en lo que pensábamos ser fuertes, simplemente no lo éramos; sentir como las cosas se nos escapan de las manos o de nuestro control; mirar hacia los lados y no ver lo que quisiéramos ver, sino lo que no quisiéramos.
Yo he probado el sabor de la derrota, se lo que se siente creer que todo estaba bajo control y de pronto darse cuenta que todo se vino abajo. Sé lo que es luchar continuamente con áreas de nuestra vida que nos son un tropezadero y no poder vencerlas. Sé lo que es querer salir adelante, intentarlo, pero por más intento que se realice no avanzar mucho.
Y es que el sabor de la derrota me ha hecho hoy en día disfrutar mis victorias, de probar ese sabor amargo a probar el dulce sabor de la victoria.
A veces no nos damos cuenta, pero cada derrota que obtenemos en nuestra vida nos hace más fuertes, nos hace producir una mejor capacidad de resistencia. Personalmente admiro a aquellas personas que han pasado por situaciones mucho peor que las que yo he pasado, admiro como personas que tienen todas las de perder no se rinden y siguen luchando, obtienen muchas derrotas, pero se ponen de pie nuevamente y lo intentan.
Y es que a veces la victoria no está en todo lo bueno que nos sucede, sino en las lecciones que aprendemos de las derrotas.
Pueda que en este momento estés probando el amargo sabor de la derrota. Sientes que ya nada tiene sentido, que todo se ha venido abajo, que nunca nada será igual, que los planes que tenias ya no se cumplirán y que tu vida ya no será la misma.
Y es que a veces también el amargo sabor de la derrota nos hace creer que ese estado actual se convertida en el estado de por vida, cuando en realidad una derrota bien asimilada será el inicio de muchas otras victorias.
Si en este momento estas probando el sabor de la derrota quiero decirte: “¡Bienvenido!”, yo también he estado allí, yo también he saboreado ese mal sabor de la derrota. Sé lo que se siente, sé lo que se piensa en esos momento, lo sé porque también he tenido y tendré muchos momentos en los cuales me sentiré derrotado, pero en medio de todo eso he aprendido que mi historia aun no ha terminado, que a pesar que en ese momento se nubla nuestra visión creyendo que todo está perdido, realmente NO LO ESTA.
Tenemos que aprender y asimilar que la vida es como una escuela, que nos hará probar tanto el sabor de la derrota, como el sabor de la victoria, lo lindo de todo esto es que de nuestro lado tenemos al Creador de TODO, al Dios Todopoderoso, a aquel que no se le escapa nada, un Dios detallista, un Dios que cuida a los suyos y sobre todo un Dios que tiene un Plan Perfecto para nuestra vida.
Tranquilo, tranquila, no todo está perdido, pero tienes razón en algo: “Ya nada será igual”, porque después de pasar este episodio que estás viviendo serás una mejor mujer, un mejor hombre, alguien con la capacidad de poder sobrellevar esa situación, alguien a quien Dios utilizara para enseñar a otros lo que has aprendido a través de esta experiencia, ya nada será igual, porque esto es el inicio de algo maravilloso que Dios hará en tu vida.
Saborea la derrota, aun cuando esta sea amarga, porque cuando pruebes las victorias que Dios te dará a través de la enseñanza que has aprendido de esas derrotas, sentirás el sabor más dulce y perfecto que jamás hayas probado y entonces comprenderás que valió la pena aprender de esas derrotas.
Las derrotas son pequeños senderos que nos llevan hacia las GRANDES VICTORIAS.