Acab se arrepintió por la prédica de Elías. El mensaje de Elías conmovió profundamente a Acab. Rasgó sus vestidos y caminó en humildad por un tiempo. Dios lo catalogó de arrepentimiento. “ve como Acab se ha humillado delante de mi.” (1 Reyes 21:29).
Desde ese día en adelante él podía mirar atrás y decir: ¿Arrepentimiento? Sí. Bajo la predicación de ese gran profeta de Dios, Elías, en mi jardín en Jezreel.
Para él fue una sola experiencia, no un diario caminar.
No duró mucho. El problema era que él había hecho un pacto con el mundo. Estaba de acuerdo con el pecado.
El había venido a ser hermano y amigo del mundo. Hermano quiere decir aquí: afinidad, uno igual a mí; uno al que yo respeto. El había pactado con lo que Dios había maldecido. Y hoy en día hay arrepentimiento, aunque verdadero, muy superficial. Pero volverás atrás si no hay un rompimiento completo con el mundo.
Acab reclamaba que amaba la verdad, pero muy dentro de sí, él odiaba ser reprendido. Acab y Josafat iban a ir a la guerra con los sirios. Cuatrocientos falsos profetas estaban prediciendo el triunfo. “Ve y prosperarás. Tú puedes.” Y allí estaba el único y solitario profeta en contra de los cuatrocientos falsos profetas.
Escuchen a Acab demandando la verdad: “Y Micaías respondió: Vive Jehová que lo que Jehová me hablare, eso diré.” Vino pues al rey, y el rey le dijo: “Micaías, ¿iremos a pelear contra Ramot de Galaad, o la dejaremos?” El le respondió: “Sube y serás prosperado, y Jehová la entregará en manos del rey.” Y el rey le dijo: “¿Hasta cuantas veces he de exigirte que no me digas sino la verdad en el nombre de Jehová?” (1 Reyes 22:14-16). Sin embargo, en su corazón, él no la quería oír – la odiaba. Por lo tanto encarceló al profeta.
Pastores, maestros y la congregación de hoy en día dicen: “Queremos sólo la verdad. Predicada y enseñada como es. No importa como duela.” Pero en su corazón algunos están molestos e incómodos. La Palabra es muy fuerte, muy dura. No la pueden resistir. Acab estaba completamente ajeno al hecho que estaba siendo guiado por espíritu de mentira.
Este espíritu de mentira no era de Dios, pero sí estaba bajo su autoridad. Espíritus malignos de mentira tienen que obedecer su Palabra. No son de Dios, pero son enviados por Dios. “Ahora pues, he aquí que el Señor ha puesto un espíritu de mentira en la boca de todos estos tus profetas, porque Jehová ha decretado el mal con respecto a ti.” (1 Reyes 22:23).
Este espíritu de mentira hizo que Zedequías, un falso profeta, declarara que el espíritu de Dios estaba sobre él. El espíritu de mentira en él podía honestamente declarar: “El Señor me envió.” Los espíritus de mentira son muy persuasivos. “Tu los persuadirás.” (1 Reyes 22:22). Acab estaba ahora convencido que estaba oyendo la voz de Dios y que regresaría victorioso.
Cristianos atados por la doctrina de Jezabel están ciento por ciento seguros que ellos están en la verdad. No pueden ver el engaño. Acab no se puso a pensar: “Micaías está en lo cierto. El tiene la mente de Dios. Los cuatrocientos profetas son falsos, ellos no tienen Palabra de Dios. No. El subió completamente convencido, completamente engañado, totalmente seducido. Estaba convencido que Micaías estaba en un error, y que los cuatrocientos estaban en lo correcto.
¿Por qué caen algunos cristianos en este tipo de engaño?
“He aquí, vosotros confiáis en palabra de mentira, que no aprovecha. Hurtando, matando, adulterando, jurando en falso, quemando incienso a otros dioses y andando tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis: ‘Librados somos’ para seguir haciendo estas abominaciones? (Jeremías 7:8-10).
He aquí la respuesta: El asirse a algún pecado, a algún ídolo secreto en el corazón. La justificación para algún pecado. El caminar con el mundo. Una hermandad con el mundo. Entonces vienen a la casa de Dios jactándose: “Yo no estoy condenado.” Esto es una invitación sin restricciones a los espíritus de mentira.
Miguel A. Matos