El libro de los Hechos relata que el apóstol Pablo se quedó dos años en Roma predicando acerca del Reino de Dios y esto lo hizo sin ningún estorbo y con toda libertad. Esto nos debería llevar al siguiente planteamiento: Si en el imperio Romano se consideraba un acto de traición con pena de muerte reconocer otro reino que no fuera el romano y otro rey que no fuese el emperador, ¿porqué al Apóstol Pablo se le permitió hablar del reino sin ninguna restricción? Es mi convicción que el perito arquitecto de la Iglesia se cuidó mucho en dejar claro lo que no era el reino que anunciaba y lo que sí es. Es decir fue contundente al decir: “El reino de los cielos NO es comida ni bebida” sino Justicia, Paz y Gozo EN EL ESPÍRITU, dejó bien claro que era un reino espiritual y que tiempo después vendría a ser total, esto lo podemos corroborar en cada una de sus epístolas.
Entendemos entonces, que cada una de las situaciones concernientes a dicho reino no tienen la misma connotación que se les da humanamente, es decir, si hablamos de justicia no es la que el hombre entiende por justicia ya sea desde el punto de vista legal humano, ni de la ley de Moisés, ni la que procedía de las supersticiones (como la descrita en la isla de Malta); sino la que es por la fe (Filipenses 3:9) y así todas las demás. Partiendo de esta premisa y del contexto Bíblico al abordar la paz, nos damos cuenta que es un misterio espiritual y que de ninguna manera se debe confundir con la paz provista por el mundo.
Para el buen entendimiento de esta bendición estaremos abordando en esta revista mucho de lo concerniente a la paz espiritual descrita en Romanos 14 y en ella veremos como la paz de Dios nos conduce al Dios de paz que al final es que nos perfecciona para el encuentro con Él; también veremos cómo es esa manifestación de Dios, la que aplasta al enemigo bajo los pies de la amada.
Rogando a nuestro Padre que nos dé un buen entendimiento en lo tocante a este tema.
Dios les bendiga