“Luego llamó a Aspenaz, el jefe de los funcionarios al servicio de su corte, para que eligiera algunos jóvenes de la nobleza y de la familia del rey de Israel. Estos jóvenes debían ser bien parecidos, y poseer una inteligencia sin defecto. Ya debían ser entendidos en toda clase de sabiduría y ser capaces de manejar el conocimiento. Debían ser fuertes y tener facilidad para servir en la corte del rey. Nabucodonosor quería que recibieran educación en la lengua y literatura de los caldeos. El rey les asignó una ración diaria de su propia comida. Serían educados durante tres años y luego quedarían al servicio del rey” (Daniel 1:3-5).
Corría el año 605 a.C. y Babilonia arrasaba con cuanto reino se interpusiera en su loca carrera de conquista y expansión. Asiría iba en declive pero el Imperio Babilónico se alzaba cual gigante guerrero. El Reino del Sur, Judá, cayó en las manos de esta fatídica nación y Jerusalén, la ciudad Santa, fue violentada sin misericordia. Así fue como Daniel, Ananías, Misael y Azarías llegaron a la gran urbe producto de la primera deportación. Ya en Babilonia por voluntad divina fueron seleccionados para un entrenamiento que cambiaría sus vidas para siempre.
LA ESTRATEGIA DE NABUCODONOSOR
El rey del Imperio ordenó a Aspenaz iniciar un proceso de capacitación para varios jóvenes esclavos, no solo hebreos y no solo los cuatro mencionados, sino de otras nacionalidades también. Así entonces Nabucodonosor es uno de los primeros en la historia en iniciar un “Postgrado en Liderazgo Avanzado”, pues los seleccionados ya eran líderes en sus países, pero a juicio del rey debían ser ‘mejorados’… ¿para qué? Para servir en su palacio y en los asuntos del Imperio.
¡Sencillamente genial este Nabucodonosor! ¡que visión! ¡qué estrategia! ¡que mirada de futuro! Bien sabía el rey que si no preparaba a una nueva generación de líderes (inteligentes, sanos, de buena imagen, bilingües y másters en relaciones interpersonales), su Organización por más grande que sea se vendría abajo. Sí, el rey sabía lo críticamente importante de preparar a su gente, a la generación de recambio, a aquellos que tarde o temprano tomarán los puestos, el poder, las decisiones. Nabucodonosor sabía que no estaría para siempre en este mundo por eso quiso proyectar su liderazgo en otros, en aquellos con la suficiente inteligencia para dejarse entrenar. ¿Y que hizo entonces? encomendó esta tarea a un hombre de su confianza, a Aspenaz, el cual debía seleccionar a los que iba a entrenar. Nótese que el rey no los seleccionó en persona, tenía otros asuntos que atender, pero designó esta importante misión a su fiel colaborador. La narración de Daniel nos dirá que Aspenaz tuvo buen ojo, no se equivocó al elegir a los líderes a entrenar, de seguro sabía bien cuáles eran las características que el rey buscaba y que el Imperio requería.
¿Quiere saber las características de los seleccionados por Aspenaz? La Biblia las señala una a una.
– Jóvenes
– Procedente de la aristocracia y de la familia real de Israel
– Bien parecidos
– Con una inteligencia sin defecto
– Entendidos en toda clase de sabiduría
– Capaces de manejar el conocimiento
– Fuertes
– Facilidad para servir en la corte del rey
¿Cómo interpretamos estas características? ¿cómo las contextualizamos al día de hoy? Póngase a pensar y contésteme, me ayudaría a dar más contenido a este artículo.
LIDERES DE TRAYECTORIA
Los cuatro hebreos seleccionados no eran novatos, ya tenía experiencia académica, diplomática y cultural; sin embargo, debían mejorar. Estos candidatos al ‘posgrado’ (se me antoja Maestría en Liderazgo Organizacional Imperial) eran los mejores en Israel, pero en Babilonia eran sólo “buenos”, y Nabucodonosor no quería rodearse de gente buena, sino de gente superior. Él sabía que las grandes Organizaciones, las que sobreviven en el tiempo y el espacio son aquellas que se renuevan a sí mismas convirtiéndose en mejores, superiores, excelentes y para ello se ha de conseguir lo mejor. El rey quería las mejores tierras, los mejores carros de combate, los mejores puertos, las mejores embarcaciones, pero también los mejores líderes (una consigna que muchas iglesias, seminarios y denominaciones han olvidado). Nos conformamos con tener “gente buena” en puestos estratégicos relevantes cuando “los mejores” pasan desapercibidos, o bien nunca entrenamos a los buenos para que se hagan mejores, ¡qué error! Nabucodonosor no permitió esto y consiguió para sí un producto “premium”, a Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Nabucodonosr tuvo “ojo de inversionista” y vio más allá de sus fronteras, él amplio la búsqueda fuera de su zona cómoda llegando incluso a Jerusalén.
Pero seamos justos y démosle crédito a Aspenaz. Si bien la idea nace en Nabucodonosor (1:3), fue Aspenaz quien debió identificar a los candidatos e iniciar el proceso de entrenamiento con ellos. ¡Difícil tarea! Pero ya dijimos que el producto final fue óptimo… ¡qué ojo de este Aspenaz! Con este entrenador personal se puede aplicar el refrán, “tus resultados no mienten”.
EL ENTRENAMIENTO
El posgrado duró 3 años, tiempo durante el cual los mentorizados fueron sometidos a un entrenamiento duro. ¿Quién dijo que educarse es fácil? Los mejores programas no son aquellos tipo microondas, son los que se toman el tiempo para dar seriedad, profundidad e investigación a los estudios. Así lo hizo el Coach Aspenaz… ¡los sometió a tres años de estudio intenso!
La Biblia afirma que debían estudiar lengua y literatura caldea. Algún iluso podría preguntar, ¿eso no más? Por favor no haga esa pregunta que me dan ganas de llorar… ¿eso no más? ¡pamplinas! En realidad fue mucho más que literatura y lengua que por cierto ya son asignaturas fuertes. El entrenamiento involucraba método matemático, algebra avanzada, astronomía I, II y III (el movimiento del sol, los ciclos de la luna, el mapa estelar), cultura babilónica, historia de Caldea, Pensamiento babilónico, Reglas parlamentarias y quizá cuanta cosa más.
La idea de Aspenaz era convertir a estos “buenos líderes” en “líderes superiores”, a la altura de los sabios babilónicos cuya fama era mundial, dignos de presentarse ante Nabucodonosor el Grande y servir en cuestiones del Imperio.
¿Lo consiguió? Respuesta: ¡Por supuesto! Leamos el resto del libro y veamos cómo Daniel fue puesto como gobernador sobre la provincia y gozaba de privilegios reales (2:48), pero también sus compañeros fueron “promovidos a un alto puesto en la provincia de Babilonia” (3:30).
Aspenaz lo había conseguido. Eligió, separó y entrenó a varios candidatos y luego cual profesor orgulloso de sus alumnos los graduó con honores. Aprendemos de esto que la nueva generación necesita mentores, no sólo directivos lo cual está bien, sino gente que camine con ellos, que los escuche, pero que también los desafíe a ser mejores.
CONCLUSIÓN
Creo que la vida siempre nos da oportunidades para crecer, para estudiar, para mejorar, para ser entrenados; ya sea en un seminario, en una universidad, en un programa formal u otra instancia, pero la oportunidad existe. No obstante, no todos la aprovechan. Algunos están muy ocupados, otros demasiado cansados, otros con “cuestiones más importantes” y algunos sencillamente no quieren o son demasiados flojos para interesarse. ¿Sabes qué es lo gracioso de esto? Las oportunidades no se pierden, siempre habrá otros dispuestos a decir ¡heme aquí! Fue eso lo que ocurrió con los convidados al gran banquete. Uno a uno los invitados comenzaron a excusarse y esto enfureció al anfitrión el cual le dijo a su mayordomo: “Ve pronto por las plazas, las calles y los callejones y trae a mi fiesta a los cojos, los mancos, los ciegos y las prostitutas. Ellos disfrutarán mi fiesta” (Lucas 14:21).
He viajado a algunos países de América Latina (también a los Estados Unidos) y muchas ciudades en Chile dando conferencias, seminarios y talleres y he conocido muchísimos líderes “moros y cristianos” y el patrón es el mismo, el 97% de las personas son los que dicen “estoy bien como estoy” (no quieren crecer ni les interesa), pero sólo el 3% son como Daniel, Ananías, Misael y Azarías, sólo el tres por ciento está dispuesto a pagar el precio, a desvelarse, a levantarse de madrugada y acostarse tarde, a sufrir e incluso llorar porque saben que al final verán la recompensa.
¿Por qué tener días como tiene la mayoría? Yo no quiero, ya no. Atrás quedaron las críticas, los cuestionamientos y los chismes, ni siquiera los escucho. Tomé el arado y no miro el pasado, sigo avanzando, quiero ser mejor -con la ayuda de Dios-, y avanzar en esas áreas donde sé que puedo avanzar y rendir al Señor mi ser entero diciéndole, “soy barro nada más Señor, soy barro que te sirve con amor. Moldéame, crea en mí un espíritu recto”.
Termino con estas palabras que me mueven el piso: “Trabajar en un trabajo está bien porque te dará de comer, pero si trabajas en ti mismo es mejor porque te dará un fortuna” (Jim Rohn).
¡Dios bendiga a los Aspenaz que se presentan en nuestras vidas!