Los planes de Dios siempre traen bendición. Es por eso que el escuchar su consejo a través de las Escrituras y de quienes están crecidos espiritualmente, ayuda mucho en este proceso.
El crecimiento espiritual es una decisión
La decisión de agradar a Dios es la mejor de todas, puesto que conduce a tomar muchas otras para el propio bienestar y el de quienes nos rodean. El hecho de no conformarse con lo que hemos alcanzado espiritualmente hasta este punto e ir por más, es también una grandiosa elección.
En 2 Pedro 3:18 el apóstol nos motiva a no detener nuestra marcha, sino a seguir creciendo en el conocimiento y en la gracia que nos ha enseñado Jesús. El avance y la comunión con Dios no se dan simplemente por estar en el lugar indicado, sino que es una consecuencia de darle lugar todos los días. ¡El Señor te tiene en cuenta y sus ojos están sobre ti! Aunque vivas en un mundo que pretende dejar a Dios de lado, si buscas cada día más de su presencia, entonces cosecharás bendición en abundancia!
Sin embargo, esto no es para esperar a mañana, sino que comienza con tu decisión dehoy. En Éxodo 8:8-10 vemos el relato donde el Faraón, en medio de una plaga caótica de ranas, llamó a Moisés para que lo ayudara. Y cuando el patriarca le preguntó cuando quería ser libre de tal problema, el Faraón eligió sufrir una noche más. Difícil de comprender, ¿no? Sin embargo, hoy también tú tienes la opción de elegir por el cambio, o bien, postergar la bendición. No permitas que el dolor siga estando, toma tu decisión y permite que el Espíritu Santo obre hoy en tu vida.
Las buenas decisiones siempre ponen a Dios en primer lugar
Así también ocurrió en el caso del joven rico en Lucas 18:18-23. En esta situación, él quería agradar al Señor pero no deseaba amarlo en primer lugar, sino luego de sus riquezas. Lo material tenía la prioridad en su corazón. ¿Hay cosas en tu corazón que amas más que a Dios? Hoy es el tiempo de consagrarle todo y realmente amarlo con toda nuestra vida.
En Lucas 9:53-56 vemos una situación donde los discípulos más cercanos de Jesús se enojaron frente al rechazo de unos pobladores. El Señor, en lugar de buscar venganza y reclamar respeto, decidió perdonar y recordar cuál es la prioridad para Dios: el amor por las almas.
Esto también significa tener el enojo o el rencor en primer lugar, antes que a Dios. Si alguien te cierra la puerta y te lastima, no detengas tu camino por buscar venganza, sino sigue adelante porque ¡muchas otras puertas de mayor bendición son las que se están por abrir!
La decisión de tener un buen corazón
Más allá de las presiones y la actitud de la gente, Dios espera que cuides tu corazón. Aunque vivimos en una cultura donde la apariencia es lo predominante para aceptar a una persona, para Dios la prioridad está en el interior.
El Rey Saúl, el primero de Israel, fue elegido por su gran estatura y su apariencia de gran guerrero y monarca. Todos lo admiraban, no obstante tenía un corazón sumamente envidioso, competitivo e inseguro. Es más, frente a la presión, eligió descartar a Dios y oficiar de sacerdote para que el pueblo no se enojara. Fue así como el Señor, lo descartó a él y lo eligió a David en su lugar. En 1 Samuel 16:12, aunque su propia familia lo había despreciado, el Señor vió en David su buen corazón (Hechos 13:22). Dios no se fija en lo externo y en lo que cautiva al mundo, sino que ve la integridad y las intenciones más profundas. Por sobre todas las cosas, David amaba a Dios y a su Palabra. Era un adorador constante y muchos de los salmos forman parte de su autoría. Él no dependía del favor del pueblo sino que se desesperaba por el amor de Dios. Esto luego, es lo que lo llevó a ser el monarca más amado de Israel.
Por tanto, busca hoy agradar a Dios primero y luego verás que tendrás mucho más amor para amar a quienes te rodean. Si estás dispuesto a tomar hoy la decisión de tener un buen corazón, entonces verás que el Espíritu Santo es quien te ayuda a lograrlo. Así como David, que sin ser perfecto, agradaba a Dios con sus actitudes, así también puedes alcanzar su misericordia a través de la fe y la sumisión a su Palabra. Este es sin duda, el corazón que agrada a Dios!