Balaam era un profeta que tenía el privilegio de hablar directamente con Dios, pero éste tenía la debilidad de amar el dinero que «es la raiz de todos los males, el cual codiciando algunos se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores», (1 Timoteo 6:10).
Por eso, cuando el rey Balac envió a algunos de sus funcionarios para que llevaran dinero a Balaam y lo condujeran a la tierra de Moab para que maldijera al pueblo de Israel, lo primero que hizo Balaam fue consultar con el Señor.
El Altísimo le advirtió a Balaam que no debía ir a maldecir al pueblo de Israel, porque era un pueblo bendito. Balaam lo comunicó a los hombres de Balac, quienes fueron a su rey y le informaron lo sucedido. Balaac envió a más funcionarios, con más dinero, para que convencieran a Balaam de que cumpliera su pedido.
Era obvio que Balac, rey de Moab, sabía que podía tentar a Balaam si le ofrecía más dinero. Y uno se pregunta ¿puede un hombre que conoce a Dios vender su consciencia por dinero? La respuesta es “sí”. Contrario a lo que algunos quieren hacer creer, la Biblia es clara al hacernos ver que Balaam estaba acostumbrado a hablar con Dios, que no fue una sorpresa para él escuchar la voz del Creador, que su fama de profeta la había alcanzado gracias a lo acertado de sus profecías. Pero la tentación del dinero fue demasiado grande para él.
Cuando el segundo grupo de funcionarios fue a su casa, él les pidió que pernoctaran allá esa noche y él consultaría de nuevo al Señor. Balaam sabía que Israel era un pueblo bendecido por Dios, que Balac les temía por lo que habían hecho recientemente a los amorreos y por las historias acerca de cómo Israel salió libre y bendecido del yugo egipcio… Nunca debió siquiera pensar en consultar de nuevo a Dios sobre algo que ya sabía.
Su ambición por el dinero fue lo que lo hizo cometer aquel grave error. Su historia puede leerse en el libro de Números, capítulos 22, 23 y 24. El mismo error de Balaam lo está cometiendo el presidente de los Estados Unidos, el señor Barack Obama. Está pretendiendo maldecir a la familia instaurada y bendecida por Dios, porque los homosexuales le están pagando dinero para hacerlo. Ni siquiera es por convicción propia, ya antes él se había manifestado abiertamente en contra del matrimonio gay, pero el dinero pudo más que sus propias convicciones.
Obama, haciendo uso del poder económico y social que le concede el ser presidente de los Estados Unidos, ahora pretende exportar su campaña a favor de la homosexualidad al continente africano. Líderes religiosos y políticos se han unido para hacerle frente a lo que han denominado una campaña contra la familia.
Mark Kariuki, pastor cristiano que encabeza un conglomerado de 38,000 iglesias cristianas en Kenia y que cuenta con diez millones de creyentes en sus filas, advirtió a Obama que ellos, los kenianos, están dispuestos a escucharlo hablar de desarrollo, de cooperación y de la larga relación que Kenia ha tenido con los Estados Unidos, pero, no de homosexualidad ni de nada que atente contra la fe y la cultura del pueblo keniano. “La familia es la fuerza de una nación. Si se destruye la familia, entonces se destruye la nación”, dijo Kariuki.
Obama continuó su ofensiva, defendiendo el matrimonio del mismo sexo por toda Africa, queriendo imponer su poder. Esta no es la primera vez que organizaciones cristianas, relacionadas con líderes de descendencia africana, se oponen al desmedido afán de Obama por imponer la homosexualidad en el mundo.
William Owens, presidente de la coalisión de pastores afroamericanos, lleva años advirtiendo al pueblo norteamericano y al mundo acerca de las intenciones explícitas de Barac Obama de implantar las prácticas homosexuales en la tierra del tío Sam. 3,742 pastores forman parte de la coalisión que se opone tajantemente a la agresiva campaña que desde la Casa Blanca pretende comparar a los derechos humanos con la depravación homosexual. Lo que se busca es aprovechar la lucha de los grupos minoritarios por asuntos de raza, clases sociales, religión, etc.
Para disfrazar la perversa campaña de querer dañar a la familia, utilizando a los jóvenes para convencerlos de que el homosexualismo no es una enfermedad sino una “preferencia”, como si existiera una sola persona en el mundo que pudiera preferir estar enfermo.
Es un asunto de dinero. La consciencia del presidente norteamericano fue comprada cuando sus asesores se dieron cuenta de que uno de cada seis contribuyentes a su campaña política, proviene del ámbito homosexual. Eso fue todo lo que tomó el convencer a Obama de que cambie su postura a favor de la familia. Ahora sólo está a favor del dinero que esos grupos perversos pueden recaudar para él. Sin embargo, el castigo divino no se hace esperar.
Si el presidente de los Estados Unidos no cesa en su campaña contra la familia, contra el pueblo de Dios que aborrece, al igual que nuestro Creador, toda práctica malsana que busque pervertir a nuestros niños y jóvenes, él pagará la consecuencia de sus actos. Antes de lo que él piensa, el Señor le hará ver que no se puede contender con el Altísimo y salir ileso de la contienda.
Llamamos al arrepentimiento de todos los que, como el presidente norteamericano, insisten en perjudicar a nuestra juventud con su campaña perversa. El Señor perdona a aquellos que se arrepienten de corazón y da la espalda a los que intentan oponérsele. Acepten a Cristo en sus corazones y aléjense del mundo de las tinieblas.
Sólo en Cristo hay libertad, todo lo demás es pura fantasía, inservible vanidad. Dios te ama y está dispuesto a perdonarte. Ámalo con todo tu corazón, con toda tu mente y con toda tu alma, en él encontrarás la salvación. Ni el dinero ni el ruido que provocan los hijos del maligno, podrán nunca ofrecerte la confianza y seguridad que encuenras en Cristo. Confía en él y tus caminos se verán iluminados con su amor. ¡Cristo te ama! Tenlo presente.