Estamos creyendo a Dios por un tiempo en que se va a levantar un grupo de gente que tiene lo que hemos llamado como el factor multiplicador, que todo lo que Dios ponga en sus manos, lo van a multiplicar. La fe judeo-cristiana comenzó con la fe de un hombre que creyó que Dios lo podía hacer mil veces más de lo que él era.
“Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.” Génesis 12:1-3
Esta fue la invitación de Dios a Abraham: Sal de este lugar, que te voy a hacer más de lo que tú eres hoy. Y ese es el llamado de Dios para todos. Dios llama a personas, siempre mostrándoles el futuro grande que tiene para ellos. Y es muy triste que a través de los tiempos, por causa de errores que se han cometido, hay gente que ha perdido esto de vista; el llamado de Dios a través de toda la Biblia ha sido para que la gente vea cosas más grandes de lo que jamás habían visto.
En el Nuevo Testamento, lo vemos también. Cuando Jesús llama a Pedro, lo primero que hace es multiplicarle los peces. Pedro no había pescado nada en toda la noche, y el Señor le da aquella pesca milagrosa, aquel milagro sobrenatural. Pero no bastó con eso; Jesús le dijo: Sígueme, y te haré pescador de hombres; te haré algo más grande de lo que tú jamás habías pensado. Más adelante, cuando Pedro cuestiona qué va a pasar con él por causa del joven rico al que Jesucristo le dijo: Cuán difícil es que un rico entre en el reino de los cielos; Jesús le dijo: No hay nadie que haya dejado casa, padre, madre, hijos, que no reciba cien veces más aquí y ahora, y en el más allá la vida eterna. En un momento dado, Cristo tuvo que decirle a Pedro: Tienes que dejar la capa y la espada, no te puedes llevar nada. Pero más adelante, dice la Biblia que Dios lo prosperó y lo bendijo. Así que hay momentos de sacrificio, de esfuerzo, pero la promesa fue: Voy a darte cien veces más aquí y ahora, y en el más allá la vida eterna.
La promesa de Dios para Abraham fue una descendencia terrenal y una espiritual. Sin embargo, hay quienes todavía batallan con el hecho de que Dios quiere darte promesas espirituales y también terrenales. Hay quien quiere que la invitación que le hagamos a la gente sea: Ven y sírvele a Dios y sufre. Pero en la Biblia vemos que no fue así. Dios llama a Abraham y le dice: Te voy a bendecir, te voy a prosperar, te voy a hacer alguien grande; voy a bendecirte de forma sobrenatural, de forma poderosa. Abraham no hubiera salido de casa de su padre y de su parentela, si Dios no le promete algo más grande de lo que él tiene allí. Más adelante, cuando Abraham está frustrado, Dios le da la visión de los cielos, de las estrellas. Sabemos que eso representaba la bendición de la generación espiritual; que lo que Dios quería hacer era más grande que simplemente darle hijos a Abraham; le daría una nación natural y una espiritual, e irían en conjunto. Se nos ha condenado toda la vida por creerle a Dios que Él quiere prosperarnos y que haya progreso, pero nadie recibe una invitación para estar peor que antes.
Hoy te extendemos esta invitación a salir de casa de tu padre y de tu parentela para creerle a Dios que Él puede hacer contigo algo más grande. Es una invitación a unirte a los que creemos Deuteronomio 1:6; se acabó estar aquí en este monte, dando vueltas en este desierto; vamos hacia delante, vamos a progresar, a crecer, alcanzando toda la bendición sobrenatural que Dios tiene para nuestra vida. Este es el momento de creer, de confiar en su palabra y de entender que Él tiene grandes cosas para ti. No te sientas mal en aspirar, en querer alcanzar, en lograr. No tienes que tener lo uno y dejar lo otro; no dejas de ser espiritual porque terrenalmente Dios te prospere ni puedes pensar que porque prosperes terrenalmente tienes lo espiritual. Tienes que tener el balance de las dos cosas.
El llamado que Dios te hace hoy es a que te unas en creerle y salgas de la frustración, del pasado, y digas: Me voy a mover a todo lo que Dios tiene para mi vida. Este es el nuevo tiempo que Dios tiene para ti.
La promesa de mil veces más no se trata de una fórmula matemática; eso es lo que muchos confunden. Hay diferentes experiencias que ocurren en la vida de aquellos que creen que Dios les puede hacer mil veces más, y una de ellas es la bendición generacional.
Jacob entró a Egipto con setenta y dos personas, y salió de allí con millones, pero tomó años. A Abraham, Dios le promete darle una nación. Abraham sale por fe, y su camino no fue fácil; hubo momentos de sequía, de hambre, de pobreza, tomó malas decisiones, se juntó con la gente incorrecta. Así que no era una vida totalmente placentera, pero vemos cómo Dios va ayudándole a librarse y levantarse por encima de todos los problemas. Dios le promete una nación, y llega un momento donde Abraham comienza a cuestionar cómo es que Dios le prometía una nación pero no le había dado un hijo. Y quizás tú hoy estás también cuestionando cómo es que Dios te puede hacer mil veces más, considerando la situación que estás viviendo. Pero Dios comienza a tratar una vez más con la vida de Abraham, y a mostrarle cuál era su plan. Dios le promete una nación, y lo que le da es un hijo de la promesa. Abraham tuvo otros hijos, pero era Isaac el hijo de la promesa, y en ese hijo estaba cumplida toda la promesa de Dios. El error de muchos ha sido no entender que mil veces más es un proceso de progreso, de crecimiento, de desarrollo; de una manifestación progresiva en tu vida, donde tu familia hoy comienza a moverse hacia delante, y tus hijos y tus nietos llegan a ser mejor de lo que tú fuiste. Y esa promesa de grandeza es la que te hace vivir creyendo que Dios te va a dar la victoria que te ha prometido. Esa promesa es la que hace que tú te corrijas, te arrepientas, te ordenes, te arregles, que no te des por vencido. Esa promesa de Dios es la que hace que cuando cometes errores vuelvas a encaminarte porque entiendes que tienes que cumplir con Dios y serle fiel, porque Él va a ser fiel a su promesa en tu vida.
La promesa de mil veces más se convierte en una actitud personal donde no permites que nada te detenga; ni tus fracasos personales ni tus problemas ni dificultades; una actitud donde nada de lo que te ocurra te hace cuestionar el propósito de Dios para tu vida, sino que todavía crees que Él está presente y que Él quiere para ti las mejores cosas.
Cuando Dios te llama, siempre es para algo más grande. A Natanael le dijo: No has visto nada. A Jacob le dijo: Te voy a prosperar, te voy a bendecir, voy a hacer de ti algo grande. A José le dio un sueño, a Pablo lo llamó para que alcanzara grandes cosas. Dios nunca te llama para algo pequeño, para retroceder. Dios te llama para progreses, para que crezcas, para que seas más grande de lo que eres hoy.