
Cuando Dios se manifiesta, Su presencia convierte cualquier lugar en tierra santa. Así como Moisés fue llamado a quitarse las sandalias ante la zarza ardiente (Éxodo 3:5), también nosotros, como Iglesia, estamos llamados a despojarnos de todo lo que nos impide reverenciar y honrar la santidad de Dios.
El texto de Hechos 7:28 nos recuerda la importancia de reconocer quién es el verdadero Gobernante de Su pueblo. No podemos acercarnos a Dios con liviandad o sin el debido respeto. La reverencia no es un simple acto externo, sino una disposición del corazón que reconoce la majestad y soberanía de Dios.
¿Qué significa quitarse el calzado en nuestro tiempo?
Es dejar atrás todo orgullo, impureza y distracción que nos alejan de la verdadera comunión con Dios. Es presentarnos con un corazón limpio, dispuesto a escuchar y obedecer Su voz. Es rendir nuestras propias agendas para que sea Su voluntad la que se cumpla en nosotros y en Su Iglesia.
¿Cómo mantener el respeto a Dios?
Cultivando la oración constante: Buscando a Dios cada día, no solo para pedir, sino para escuchar y ser transformados por Su presencia.
Honrando Su Palabra: No basta con leerla, sino obedecerla y aplicarla en cada aspecto de nuestra vida.
Guardando pureza en el corazón: Alejándonos del pecado y buscando vivir en santidad, recordando que nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo.
Mostrando reverencia en la congregación: Participando en los cultos con un corazón dispuesto, reconociendo que estamos delante del Dios vivo.
Cuidando nuestras palabras y acciones: Todo lo que hacemos debe reflejar el carácter de Cristo y el respeto a Su nombre.
La Iglesia es el lugar donde Su gloria habita
No podemos perder el temor reverente, ese respeto profundo que reconoce que estamos delante del Dios Santo, del que es fuego consumidor.
¡No olvidemos quién es el Señor de la Iglesia! Dejemos que Él gobierne nuestros corazones y nuestras congregaciones. Cuando Dios gobierna, Su gloria llena el lugar, y Su pueblo se fortalece en santidad y amor. Gracia y Paz.