Núm. 14:30-32: «Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra … Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis.»
Dios promete la tierra a los niños. Ellos pueden ganar la batalla que los adultos perdieron por su falta de fe.
Mat.11:25-26: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó.»
Los niños pueden entender el Evangelio. Este entendimiento no depende de la inteligencia o educación humana, sino de Dios quien les revela la Verdad.
Mat.18:5-6: «Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe. Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar.»
Jesús se identifica con los niños. El dice que de la manera como tratamos a un niño, así tratamos al Señor mismo.
Marc.10:15: «De cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»
El niño es el ejemplo de cómo hay que recibir el Reino de Dios. De la misma manera sencilla como ellos pueden recibir al Señor, así debemos recibirle nosotros.
El mandato de enseñar a los niños a sus padres.
Dtn.6:6-9: «Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes.»
Las primeras personas que tienen el deber de enseñar a los niños, son sus padres. Se trata aquí de un mandamiento de suma importancia, porque es la continuación inmediata del «mandamiento más grande»: «Oye Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas.» (Dtn. 6:4-5). De hecho, gracias a la obediencia a este mandamiento mantuvo la nación judía su identidad como nación, a pesar de estar dispersada por todas las naciones durante más de 1800 años.
Este mandato, que los padres enseñen la Palabra de Dios a sus hijos, tiene también muchas consecuencias para la estructura de la iglesia, que todavía muy poco han sido realizadas.
Sal. 78:5-8: «El estableció testimonio en Jacob, y puso ley en Israel, la cual mandó a nuestros padres, que la notificasen a sus hijos; para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levanten lo cuenten a sus hijos, a fin de que pongan en Dios su confianza, y no se olviden de las obras de Dios; que guarden sus mandamientos, y no sean como sus padres, generación contumaz y rebelde …»
Si los niños no son enseñados en la Palabra de Dios, ellos también se convertirán en una «generación contumaz y rebelde».
– a los líderes de la congregación:
Dtn.31:12-13 «Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, … para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley; y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios …»
La segunda persona que tiene el deber de enseñar a los niños, es el líder del pueblo de Dios. Los niños son incluidos en la congregación, igual que los varones y las mujeres.
– en general:
Prov.22:6: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.»
Este verso nos demuestra, en forma general, el principio de que la niñez es la mejor edad para recibir enseñanza. Al enseñar a los niños, podemos esperar resultados mucho mejores que al enseñar a adultos.
El mandato de corregir a los niños
1 Sam.2:29-30: «¿Por qué … has honrado a tus hijos más que a mí …? Yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.» – 1 Sam. 3:11-14: «… Yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado.»
Elí es juzgado por Dios por no haber corregido a sus hijos. Como padre, él era responsable no solo de enseñarles, sino también de corregirles cuando actuaban mal.
Prov. 29:15.17: «La vara y la corrección dan sabiduría; mas el muchacho consentido avergonzará a su madre. Corrige a tu hijo, y te dará descanso, y dará alegría a tu alma.» (Vea también Prov.22:15, Ef.6:4b).
Con frecuencia se comete el error de consentir demasiado a los niños pequeños («ellos son pequeños, todavía no entienden…»), y después tratar de corregir a los adolescentes rebeldes con medidas demasiado drásticas. Es al revés: el niño pequeño tiene que aprender a «vivir según las reglas» tan pronto como es capaz de manifestar su voluntad propia, mientras a los adolescentes a menudo hay que dejar que aprendan por sus propios errores y por las experiencias que hacen.
El propósito y llamado de Dios en la vida de un niño
Jer.1:5-7: «Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones. – Y yo dije: ¡Ah! ¡ah, Señor Jehová! He aquí, no sé hablar, porque soy niño. – Y me dijo Jehová: No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande.»
El llamado de Dios para Jeremías estaba determinado antes de su nacimiento, y empezó a manifestarse muy temprano en su vida.
Sal.139:14-17: «…Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.»
Para cada persona, Dios tiene un propósito establecido aun antes del nacimiento. Esto significa que cada niño en este mismo momento ya tiene sobre su vida un llamado único y personal de parte de Dios. Pero, ¿hasta qué punto se cumplirá este llamado en la vida de este niño? La respuesta depende en gran medida de nosotros quienes enseñamos a este niño.
Dios puede usar a los niños creyentes en Su obra
Ejemplos: Samuel (1 Sam.3), David (1 Sam.17:34-37), la criada de Naamán (2 Reyes 5:2-4), Josías (2 Crón.34:1-4), Jeremías (Jer.1:5-7), Daniel (Dan.1:3-21).
Hech. 2:17: «Y en los postreros días, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños.»
Los niños pueden recibir al Espíritu Santo y sus dones.
Salmo 8:2 / Mateo 21:16: «De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de tus enemigos, para hacer callar al enemigo y al vengativo.»
La alabanza de los niños es un arma espiritual poderosa.
Bendecimos a los niños