Rebelde, según el diccionario es aquella persona que se subleva. Rebelarse es levantarse faltando a la obediencia debida, es resistirse a algo o a alguien. Se dice comúnmente que existen los rebeldes con causa y los rebeldes sin causa, lo cual implica que la rebeldía simplemente es un estado de inconformidad que se muestra en hechos y palabras para bien o para mal. El hombre natural es enemigo de Dios por causas de sus malas obras, no tiene la paz en el más amplio sentido teológico e integral Sólo Cristo procuró la paz a través de su sangre vertida en la cruz (Col. 1:20) y por eso afirmamos que él es nuestra paz. (Ef. 2:14). La paz de Dios se encuentra en Jesús. Al conocerle dejamos de ser intencionalmente hijos de desobediencia, y nos convertimos en miembros de la familia de Dios reconciliada con él por el poder del Espíritu Santo.
La paz de Dios no es simplemente ausencia de contienda y de guerras; es trascendente porque abarca la mente (los pensamientos), las emociones (nuestra voluntad y decisiones) y el corazón (nuestros sentimientos).
¿Cómo entender la paz de Cristo en una generación (de 40 a 100 años) de hombre y mujeres sumidos en sí mismo que le ha dado las espaldas a los preceptos de Dios? La respuesta es sencilla: ¡conociendo al mismo Cristo! El término hebreo para paz es SHALOM y significa prosperidad, salud, seguridad, plenitud, armonía, integridad y salvación. La palabra de Dios contiene una terrible afirmación: “No hay paz para los malos, dijo Jehová” (Isaías 48:22). Los malos, los impíos (rebeldes, hijos de desobediencia) no pueden experimentar la paz de Dios y esa es una poderosa razón para presentarles el evangelio de la paz. El mundo se agita en conferencias y cumbres anuales que promueven la paz social (evitar o condenar las guerras para ponerles fin), pero el hombre que no es salvo en Cristo no puede experimentar la paz espiritual y la paz como estado de plenitud y gracia. El cristiano, aun en medio de la tormenta, está apto para experimentar el Shalom de Dios por su bautismo espiritual.
Satanás ha hecho un trabajo asombroso promoviendo la contienda entre las naciones por causa de la rebeldía e impiedad de los hombres, su egoísmo y avaricia. El mundo está trastornado por una realidad sombría en una buena parte del planeta: hambre, desolación, calamidad y muerte; rebeldía sin causa, rebeldía para perdición. No podemos cruzarnos de brazos y sí ser proactivos en la guerra espiritual y pacificadores; nuestra paz, que no se cimenta en los incentivos y esfuerzos humanos porque es el resultado del fruto del Espíritu: “…amor, gozo, paz…” (Gálatas 5.22), es una paz inconcebible para la razón humana y no se entiende sino por la ley del Espíritu de vida que Jesús inauguró en la cruz del Calvario para nuestro beneficio.