Diciembre es un mes pesado en todo sentido. Es un mes donde se juntan todos los sentimientos y se trata de cerrar todo lo pendiente del año.
Lo primero es que empieza con un engaño precioso, que es el doble sueldo. Digo que es un engaño, ya que muchas personas ven ese dinero y lo gastan en fruslerías y cosas que realmente no necesitan, y luego se ven en la inopia, olvidándose que enero, que es cuando vuelven a cobrar, está demasiado lejos.
Luego, empieza una mecánica muy especial de diciembre: Al parecer, todos los dominicanos creemos que el otro no ha comido en 7 días o no sabe lo que es un trago de alcohol y decidimos botar la casa por la ventana, aunque no se tenga dinero ni para la leche de los muchachos, ofreciendo a cuanto pariente o visita mucha comida y bebida.
En diciembre no sólo el gasto de dinero está a la orden del día. Es el mes de los sentimientos. Y como toca hacer el cierre de lo vivido, las personas están más sensibles a todo. Por eso, las reuniones familiares de fin de año son complicadas: una suegra y una nuera que no se pasan, dos hermanos que no se pueden hablar, un cuñado borracho dando show o una tía desubicada o vulgar diciendo cosas indebidas. Y todo esto alrededor de una mesa de navidad o un árbol de navidad.
Eso no quiere decir que no haya cariño, pero pueden haber ajustes de cuentas emocionales fundamentados en esa hipersensibilidad y alcohol, lo cual provoca discusiones, lágrimas y complicaciones.
Diciembre es muy triste para muchos por asociarlos con aquellos que se han ido, especialmente padres, abuelos e hijos, y uno ve cómo alguien cargado de melancolía y nostalgia te dice: -Te acuerdas como a papá le gustaba tal cosa?, o, -este adorno le encantaba a mamá, mientras una lágrima cae raudamente por su mejilla.
A nivel personal, es el tiempo de los balances. Uno evalúa su proceder y su “éxito” y no son pocos los que desarrollan una depresión estacional y se sienten solos y derrotados. Este mes es uno de los que, por esas razones, tiene mayor índice de depresión aguda y suicidios.
Pero diciembre no es todo malo. Diciembre es un mes en que tratamos de ser solidarios, amistosos, tratamos de recordar a Jesús, pues hasta el que no asiste a misa o al templo va, y se comparte en familia. Incluso, muchos de los recuerdos más bellos que uno tiene es en diciembre, jugando con primos o simplemente abriendo un regalo con mucha emoción.
Tratemos de recordar que la belleza de diciembre es justo eso: el compartir. Y no se requiere de Moet Chandon, ni de caviar ni de cosas caras. A veces, las reuniones más maravillosas que se tienen son las que no cuentan con ninguna de esas cosas, pero están aderezadas con corazones ligeros y optimistas, con personas que se quieren y aprenden a sobrellevar los defectos de los demás y los propios. Y dejar a los jóvenes recuerdos maravillosos e imborrables que seguirán con ellos toda su vida.