Algo puede ser legal y, a la vez ser completamente inmoral. La verdadera legalidad o ilegalidad de algo se decide a la luz de la palabra de Dios, y las leyes de un país deberían coincidir con la Biblia, porque la moralidad se determina a la luz del carácter de Dios y de su voluntad expresada en su Palabra. Lo que un gobierno aprueba de manera democrática o autoritaria, Dios puede desaprobarlo totalmente y entonces hay un conflicto de intereses entre moralidad y legalidad. Los creyentes obedecen a Dios antes que a los hombres, (Hechos 4:19). Ese es el principio bíblico y a ella debe su última obediencia.
En la Bíblia había dos parteras hebreas, llamadas Sifra y Fúa, que se vieron ante este dilema de si obedecer lo legal dictado por la autoridad delegada pero desaprobado por Dios o seguir su conciencia que les decía que eso era contra la voluntad de Dios y por tanto inmoral. El rey de Egipto les ordenó: “Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo: si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva” Éxodo 1:15-16
Sifra y Fúa se encontraron delante de un conflicto de lealtades enfrentadas, la obediencia a la ley humana que exigía la participación en un acto legal pero inmoral como era el matar a los niños hebreos varones o, por el actuar en obediencia al mandato Divino que les exigía el preservar la vida de los niños recién nacidos. Ambas tomaron una decisión arriesgada, desobedecer la ley humana y someterse a la ley de Dios. La verdades que la vida Cristiana se torna interesante ante estos dilemas que nos obligan a tomar ese tipo de decisión.
Lo primero que aprendemos de ellas, es que actuaron -según nos dice el libro de Éxodo- siguiendo su conciencia, “en temor reverente, o gran respeto al Señor Dios” Asumimos pues, que ellas tenían un conocimiento del carácter moral de Dios y, al mismo tiempo, una revelación que les permitía discernir cuál era Su voluntad. El problema que muchos de los que atendemos al pueblo del Señor en el día de hoy, es que encontramos muchas personas que aparentan ser lo que no son y que sirven al Dios que no conocen.
El temor reverente hacia Dios nos impulsa a actuar, incluso si eso supone oponernos a autoridades inmorales. El faraón, el rey de Egipto, decidió poner en marcha una política de genocidio. El diccionario define esta palabra como la aplicación sistemática de medidas encaminadas a la destrucción de un grupo étnico.
Y eso era exactamente lo que les pedía el gobernante Egipcio, eliminar a todos los niños varones que nacieran de familias hebreas.
La lógica para esta petición eran suposiciones, y políticas a la vez, “en caso de invasión por una potencia extranjera los hebreos podían representar un peligro para la seguridad nacional” Aquella era una medida que era legal, ya que había sido ordenada por el legítimo gobernante del país, sin embargo, desde un punto de vista ético, no puede considerarse como una medida moral porque se oponía a lo que el modelo, la base de la moralidad indicaba. Hoy día la política es complacer a los que tienen poder económico para sostener los grandes gastos que suponen las campañas políticas, ni siquiera las mayorías, lo que digan las bases de un partido, lo que me daría popularidad, lo que me aseguraría un lugar en la historia; pero muchos se olvidan que Hitler, al igual que Judas, tienen su lugar en la historia.
En segundo lugar, fue precisamente su temor del Señor el que proveyó la Fortaleza de carácter, el valor y la motivación suficiente para poder enfrentar el riesgo de la desobediencia. Lo mismo se aplica a Daniel, cuando se le ordenó a todo el pueblo que no podía pedir a otro dios que no fuera el rey. Aunque había sido sellada y ninguna ley en esa época podía ser abrogada, Daniel hizo lo que siempre hacía, abrir su ventana y orar 3 veces al día. No era cuestión de orar cuando se presenta la situación es orar como siempre se ha hecho. Una persona que no ora y no muestra su dependencia en Dios por medio de este ejercicio espiritual, cuando se presente la dificultad no tendrá el coraje para enfrentarlo.
En tercer lugar, Éxodo nos dice que su actitud de desobediencia civil, de rebeldía pasiva ante leyes injustas agradó a Dios y como consecuencia, el Señor las preservó y bendijo sus vidas. Si los reyes de este mundo nos quieren esclavizar con sus leyes inmorales, debemos castigarlos con el látigo del voto, y sacarlos del ambiente público con nuestras acciones morales de no aportar ni colaborar, ni permitir que usen nuestro espacio físico para promover sus agendas inmorales. Al mismo tiempo no callar, sino expresar nuestra opinión de lo que ellos están haciendo. Los creyentes somos más y tenemos poder.
Algo que caracteriza más y más a la sociedad actual, es su constante aborrecimiento de la moralidad Cristiana para imponer la secular. En el pasado nuestras costumbres estaban basadas en los principios que sacaban del cristianismo. Por eso el sacar los 10 mandamientos de las cortes y la lectura de la Biblia de las escuelas es un acto público de divorcio de Dios y sus principios. La sociedad secularizada en su conducta y legislación se apartan de los valores cristianos y se rige en muchas ocasiones por valores auténticamente anticristianos.
En consecuencia, esto es una realidad especialmente en los Estados Unidos y en los países Europeos Occidentales. Sus leyes son perfectamente legales porque han sido aprobadas por parlamentos democráticos pero no necesariamente morales desde un punto de vista de Dios.
Algunos ejemplos en este sentido son las legislaciones relativas a manipulación genética, leyes antiinmigrantes, matrimonios y adopción por parte de gays y lesbianas, aborto, eutanasia activa y pasiva y, otras muchas que con el tiempo irán viniendo.
Nos faltaría el espacio para mencionar personas como Rosa Parks, Martin Luther King, Mahatma Ghandi etc quienes en su momento fueron desobedientes a leyes inmorales.
Necesitamos hoy más Sifras y Fúas, ellas fueron en su tiempo ejemplos de personas que se opusieron a legislaciones que eran inmorales y practicaron una clara desobediencia civil contra las mismas. Para nosotros ellos son un punto de referencia de cómo convivir en sociedades legales y aparentemente democráticas, pero inmorales en la toma de decisiones, porque no cuentan con Dios. Al final el Señor se reirá de ellos! El Señor se reirá de él; Porque ve que viene su día. Salmos 37:13