“No apaguéis al Espíritu”. 1 Tesalonicenses 5:19
Todos los que en algún momento hemos entregado nuestra vida al Señor hemos experimentado su perdón sobrenatural, ese perdón que nos libera de todo aquello que hicimos antes de venir a Él, ese perdón que nos da una paz en nuestro corazón que nuestra mente no alcanza a entender, pero que a pesar de eso tenemos la convicción de que fuimos perdonados, pues su Palabra lo dice claramente.
Los primero días de nuestro caminar en el Señor son días en los cuales andamos tratando de no fallarle, de no volver a cometer aquellas faltas que antes cometíamos, por tal razón cualquier mínimo error nos hace sentir mal, pues nuestra intención es: no fallarle más.
No sé si te paso a ti, pero recuerdo que mis primeros días era muy especiales, trataba por todos los medios de no cometer errores y el mínimo error me hacia sentir muy pero muy mal, llegaba delante del Señor y le pedía perdón y le prometía no volver a fallar.
Pero con el transcurrir del tiempo pareciera ser que nuestra mente se va cauterizando y nuestro corazón endureciendo, a parte que el Espíritu Santo que mora en nosotros se va apagando o contristando, eso hace que en momento determinado el pecado que cometemos ya no produzca culpa.
¡Cuidado cuando el pecado que cometes ya no te produce culpa! Y es que es fácil caer en ese juego del diablo, en el cual llega un momento en el que el pecado es tan cotidiano en tu vida que tu mente se acostumbra a el y tu corazón ya no siente la mínima culpa de cometer aquello de lo cual sabes muy bien que no es correcto.
¿Cuántos cristianos hay hoy en día que tienen cauterizada su mente?, una mente cauterizada es aquella que ya no siente que el pecado es malo y que esta acostumbrada a el y lo ve como algo normal. Es terrible cuando de verdad ya no sientes la mínima culpa, terrible porque es notorio que tu relación personal con el Señor anda muy mal.
Y es que cada uno de nosotros tenemos que tratar de mantener encendido el fuego del Espíritu Santo en nuestra vida, no puedes darte pausas, ni mucho menos distanciarte de la relación personal con el Señor, porque sin darte cuenta poco a poco el pecado que mora en ti comenzara a ganar terreno a tal punto de no provocar la mínima culpa al llevar a cabo ciertas acciones con las que defraudaras al Señor.
Pablo les decía a los de Efeso: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención” (Efesios 4:30).
Y es que es fácil contristar al Espíritu Santo, ¿Cómo?, fácil, dejando de orar, dejando de leer la Palabra, dejando de servir, dejando de congregarte, permitiendo que el pecado se apodere o tome el control total de tu vida, entre muchas otras cosas.
¿Eres tú una persona que ya no siente culpa por el pecado que cometes? Entonces es hora de que renueves tu relación personal con el Señor, porque eso NO ES NORMAL. El enemigo te querrá engañar haciéndote creer que todo mundo hace lo mismo o cosas peores, pero no se trata de compararte con todo mundo, se trata de compararte con nuestro Señor Jesús, Él tiene que ser nuestro modelo a seguir, nuestro ejemplo puro de cómo vivir la vida cristiana.
Hoy te invito a que te hagas un autoanálisis y que seas sincero contigo mismo y reconozcas si en verdad has estado cayendo en este error o si estas a punto de caer, para que puedas evitar acomodarte a este engaño.
La voluntad de Dios para nuestras vidas es que seamos sensibles a su presencia y que podamos caminar cada minuto del día con un único objetivo: EL SER AGRADABLES A ÉL EN TODO.
Si el pecado que practicas es algo que ya no causa la mínima sensación de culpa en ti, es porque es necesario renovar tu comunión con el Señor hoy mismo.