Hace 25 años tuve el privilegio de trabajar para una respetada y reconocida empresa de construcción en Nashville en el área de recursos humanos. Pronto aprendí que construir o edificar bien no es cosa fácil. Es una acción intencional y laboriosa. La buena edificación requiere tiempo y planificación detallada.
Aunque muchas veces lo que uno ve es la obra terminada, ella es producto de muchos detalles e innumerables cálculos. Necesita buena coordinación y una ejecución impecable. Nunca me imaginé los muchos planes y minuciosos esfuerzos que las obras magistrales llevan. El líder de obra no solo tiene un plan en mente, considera un tiempo estipulado y conoce los recursos a su disposición. Construir es difícil, laborioso, pesado y desgastador.
Efesios 2:20 (LBLA) nos recuerda que estamos siendo «edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular.» Dios nos está construyendo. Aquel del cual una vez estábamos lejos debido a nuestros pecados, nos ha tomado en su inmensa gracia y nos ha acercado a El para ser edificados por medio de su propia sangre. Esta edificación implica cambios. Cambios profundos y continuos. Estamos en construcción a fin de servir y caminar en las buenas obras que Dios predestinó para nosotros desde el inicio de este mundo.
Amado, el Gran Constructor y Maestro de Obra está queriendo levantar un templo santo con tu vida. Está obrando en tí sobre un fundamento firme y sólido. Lo está haciendo con seguridad porque tiene una base única, nada más y nada menos que Él mismo. La piedra angular del universo es su sostén y todo el edificio depende completamente de el. Tiene en mente nuestra transformación total y completa. Pero esta transformación tiene un propósito: servir. No estamos siendo cambiados meramente para lucir diferentes pero para hacer las obras que Dios nos ha encomendado.
Dios conoce las áreas de tu vida que necesitan ser construídas. Está consciente de algunas ruinas que se han producido en tu vida y que necesitan ser re-edificadas. Sabe de las pérdidas que has experimentado y los sueños arruinados. Ni un detalle se escapa a su conocimiento. Cada parte de nuestro ser debe ser moldeado hasta completar la obra maestra en su mente. Conoce de nuestros tiempos y es el ingeniero de nuestros días. Tiene el reloj en sus manos. Si no te llevó anoche a su presencia es porque hoy hay obras que quiere que tú hagas para servirle.
Él es capaz de hacer que todas las cosas y circunstancias ayuden a nuestro bien. Esto es si buscamos su plan. Busca nuestra cooperación en este proceso. Conoce de buenos y malos materiales. Actúa a tiempo. Aconseja. Planifica tras bastidores. Nos indica cuando parar, tomar otro camino, descansar, avanzar o ir más despacio. Si nos atrevemos a confiar en su dirección, nos sostiene, alimenta, calma nuestras ansiedades y fortalece. Es un especialista en la edificación impecable y eterna. No se equivoca. Sus planes son perfectos.
Tu constructor hoy te recuerda que un día comenzó una buena obra, una obra divina. Esto con un propósito: el servirle. Un día estabas alejado de él. Su sangre te acercó a las aguas de la vida eterna. Ha venido a ser tu paz y derribar cualquier muro u obstáculo que te separa de Dios.
Abolió en su propia carne tus rebeliones para reconciliarte. Te hizo conciudadano de los santos y parte de la familia de Dios. Si estás leyendo esto es porque el Gran Constructor desea seguir construyendo en tu vida. Necesita tumbar algunas paredes. Derribar fortalezas detrás de las que te escondes. Limpiar lo que estorba. Quiere levantar un gran edificio. Está aquí para morar en tí y edificar una obra maestra. ¡Vé y sírvele!