La confesión de nuestros pecados es un elemento que puede constituir en sí mismo una oración, o puede ser parte de tu oración. Hay quien piensa que, una vez entregas tu vida al Señor, ya desde ese día no tienes que confesar más tus pecados, aunque peques y falles; Piensan que es una falta de fe, y desconocimiento de quienes somos en Cristo. Pero esto no es correcto. Todos pecamos; Hay cosas que alcanzas por fe, y después no tienes la fe requerida para sostenerlas; Lo que no proviene de fe, es pecado. Y tú necesitas presentarte ante Dios con la actitud correcta en tu tiempo de oración.
Confesar tus pecados no es recordar y declarar tu pasado, sino posicionarte en el lugar correcto para poder obtener lo que Dios tiene para tu vida.
El término confesión, en el texto original, es la palabra homolegio, que significa decir lo mismo. Por definición, cuando tú confiesas algo, lo que estás es repitiendo lo mismo que ya Dios dijo. No te estás inventando nada; Dios ha dicho que por su llaga tú has sido sanado; Así que confesar es tú decir: Por su llaga yo he sido sanado. Confesión no es una palabrería para provocar algo; Es declarar lo mismo que ya Dios ha dicho. Y, cuando hablamos de la confesión de pecados, es confesar lo que Dios ha dicho en relación a tu pecado, a tu relación con Él, a quien es Él para tu vida.
Confesar tus pecados es decir lo mismo que Dios ha dicho en relación a tu posición espiritual con Él. Por lo tanto, cuando te presentas ante Dios y pides perdón por tus pecados, tú no estás menospreciándote, haciéndote la víctima ni tratando de manipular a Dios. Jesús no comenzó el Padre Nuestro pidiendo perdón; Dio gracias, pidió el pan de cada día, todo esto antes de pedir perdón. Para muchos, eso estaría mal; No se atreverían a pedir otra cosa que perdón primero. Pero Jesús dice: Primero, establece tu relación con el Padre; Como hijo, es que Dios quiere que tú hagas su voluntad; Como hijo, es que Dios va a proveer para tu vida; Y, como hijo, es que tú vas a pedir perdón.
Por supuesto, no puedes pedir perdón sin realmente arrepentirte o querer cambiar. La verdadera confesión de pecado viene con un corazón de arrepentimiento, con la intención de cambiar tu vida y no volver a cometer el mismo error.
“8 Porque aunque os contristé con la carta, no me pesa, aunque entonces lo lamenté; porque veo que aquella carta, aunque por algún tiempo, os contristó. 9 Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. 10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte.” 2 Corintios 7:8
Pablo se preocupó porque envió una carta y fueron contristados; Pero esa tristeza produjo arrepentimiento; Así que se goza, porque fue producida por Dios, y decidieron cambiar sus vidas. Orar “Señor, te pido perdón por mis pecados” no te absuelve; Tú confiesas tus pecados, pides misericordia y decides cambiar tu vida.
La Palabra nos exhorta a la confesión de nuestros pecados. Jesús lo hace en el Padre Nuestro: “12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. 13 Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal…” (Mateo 6:12-13) No tan solo enseña a pedir perdón, sino a extender perdón, y a cambiar tu vida. En Santiago, se nos dice: “16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16) Aquí se nos trae el aspecto de la confesión en público; Este es otro tipo de confesión; Pero el punto es que, en múltiples ocasiones, en la Biblia se nos dice: Confiesa el pecado, sácalo, háblalo, preséntate delante del Señor.
“5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.” 1 Juan 1:5-10
Ya tú no eres pecador – por la sangre de Cristo – pero todos pecamos. Tu naturaleza humana sigue ahí, pero tú has sido hecho hijo de Dios; Pero si dices que no pecas, la verdad no está en ti. Para la gente, este es uno de los conceptos más difíciles de entender; Porque, al mundo secular, le fascina ver la humanidad de la gente; Pero, tan pronto ven la humanidad de un pastor, lo descartan para siempre. Y la iglesia, también, ha errado, proyectándose como súper héroe, proyectando una grandeza que no tiene; Establecen una separación entre la iglesia y el pastor; Nadie puede saber siquiera si él está enfermo; Proyectan una imagen que no es real. Y, si la gente piensa que así es, no pueden ver la grandeza de lo que Dios hace en la vida de uno; Debe ser todo lo contrario: Lo que la gente debe ver es que, en un vaso frágil, en algo normal, Dios puede hacer algo extraordinario. Queremos proyectar un sentido de grandeza, pero eso es lo que hacen los religiosos fariseos, los que señalan, los que acusan. Pero la gente necesita ver la humanidad en nosotros, los creyentes. El que quiera hacerse más que otro y no reconozca que tiene situaciones en su vida, pensamientos errados, peca; Y, cuando vas a la oración, tienes que ir con esa consciencia y presentarte delante del Señor.