La palabra de Dios es nueva cada día, pero, los pastores cristianos siguen sin entenderla, por eso continúan predicando el mismo mensaje con las mismas palabras y el mundo sigue su marcha hacia lo inevitable sin que los creyentes muestren la renovación de Dios en sus vidas, por eso tampoco se cumple todavía la palabra que el Señor dijo hace dos mil años: “De cierto, de cierto os digo que el que cree en mí, él también hará las obras que yo hago. Y mayores que éstas harán, porque yo voy al Padre. Y todo lo que pidáis en mi nombre, eso haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís alguna cosa en mi nombre, yo la haré”(Juan 14:12-14). Si todavía no hacemos obras mayores que las que él hizo, es porque no estamos haciendo las cosas como deben ser hechas, así de simple. No se puede echar vino nuevo en odres viejos, y estos tiempos son complejos, por consiguiente Dios también mostrará al mundo su poderío con complejidades que el hombre moderno ni siquiera sospecha.
Tal y como Jesucristo no descendió de la tribu de Leví, para que su ministerio no fuera en ningún modo confundido ni comparado con el de los levitas, así mismo, estamos ante un tiempo en el que los nuevos pastores del rebaño de Dios no habrán de parecerse en lo absoluto a los pastores que actualmente se encargan de congregar miembros entre cuatro paredes, ignorando lo que el Señor respondió al escriba que se ofreció a seguirlo a cualquier lugar que él fuera: “Jesús le dijo: -Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza” (Mateo 8:20). Pero, los pastores hoy en día se jactan de poder construir grandes iglesias donde congregar a miles de miembros que ofrendarán y diezmarán religiosamente… ellos tienen sus nidos, poseen sus cuevas, mas, Cristo todavía sigue sin tener un lugar donde recostar su cabeza. Así como la mesa está compuesta por una tabla lisa que se sostiene en patas, las iglesias en las que el hombre se congrega también están compuestas por un techo que se sostiene en las columnas.
Las lámparas encendidas no están hechas para ser colocadas debajo de las mesas, del mismo modo que la misión de los seguidores de Cristo no es permanecer debajo de un techo donde el mundo no los puede ver, donde no pueden iluminar al mundo y donde sólo los que no tienen necesidad de médicos se reúnen, si así fuera, Cristo no habría dicho a sus seguidores: “Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no puede ser escondida. Tampoco se enciende una lámpara para ponerla debajo de un cajón, sino sobre el candelero; y así alumbra a todos los que están en la casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, de modo que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:14-16).
Pareciera que la única gloria que importa hoy en día es la que reciben los que se esconden en las iglesias a puertas cerradas, pero no glorificamos a Dios con ese accionar. El que tenga oídos para oír que oiga.