La herencia más valiosa que podemos dar a nuestros hijos es espiritual. No es una herencia material, por lo que no se puede ver, ni medir ni contar con nuestros recursos físicos.
I Timoteo 1:1-7 dice: Cap. 1:15 Eunice y Loida le dejaron un legado a su hijo y nieto Timoteo: una fe sincera. 2 Timoteo 3:14-15 Una herencia espiritual es capaz de dejar un legado que permanece. La herencia de la fe perdura, no es perecedera, es incomparable. ¿Qué aprendió Timoteo de su madre y abuela? Las Sagradas Escrituras, las cuales dan sabiduría para la salvación por la fe en Cristo Jesús.
¿Cómo dejar algo de valor perdurable a nuestros hijos? Esto no es algo que podemos leer. Lo hacemos en el tiempo. Lo logramos: por influencia, pacto, persuasión, demostración y por el ejemplo, algo que el dinero no puede comprar ni la muerte puede quitar. Es un tesoro de gran valor.
Cada madre o padre ha invertido en sus hijos. Este legado puede ser un tesoro de grandeza, de eternidad, de bendición. Está ligado al amor, a la bondad, al bien, al dominio propio. O puede ser para mal, ligado a los celos, la envidia, la ira, las contiendas. Todo esto está relacionado con el carácter. Podemos enseñar quién es Dios, pero es en el carácter que se refleja la obra de la fe: los frutos del espíritu.
Tú has derramado tu carácter en ellos, poco a poco se lo has dejado. La mayoría no se da cuenta que no hay que esperar la edad del retiro ni que te veas al borde de la muerte, para dejar un testamento o repartir una herencia, para repartir acciones o dividendos, porque es algo que vas sembrando. Si les dejas a tus hijos una herencia espiritual en Dios, le estás dejando un tesoro de bendición, la mayor riqueza que puedes dejarle.
¿Cuáles son las cosas más valiosas que podemos dejarle a nuestros hijos o nietos?
-El deseo de seguir a Jesucristo. No podemos obligarlos a recibir salvación, pero cuando nos escuchan hablarles de Cristo, le hablamos la Biblia, cuando escuchen el testimonio de lo que Dios ha hecho en nuestras vidas, cómo Dios perdonó tus pecados y dado el don de la vida eterna, será como una espada cortante que penetra en ellos hasta convencerlos de la necesidad de que ellos alcancen lo mismo. Que cuando Ud. habla de Dios, hay un sentido de gozo y felicidad dentro de uno. Quizá cuando le digas que la decisión más importante de su vida es entregarle su vida a Dios y recibir a Cristo como su Salvador, te oiga y lo acepte. Un hijo ve a sus padres como ídolo. Son SU PERSONAJE FAVORITO, pues han escuchado sus palabras y las han absorbido. Recordarán todo lo que has dicho de Jesús, si le has hablado de él.
-Darle a conocer un ayudador, el Espíritu Santo. El nos da a conocer muchas cosas y sabe cómo, dónde y cuántas veces debe hablar. Repetir la palabra una y otra vez hace que la guarden dentro. Si le hablas de Jesucristo todo el tiempo, no tendrán otras opciones, ya que Dios es tan importante para uno, y también lo es para los hijos. ¿Dónde está Dios?
¿Dónde está el cielo? Muchas preguntas que no sabemos ni siquiera responder, pero si le damos a conocer el Espíritu Santo, llegarán a conocer a Dios por su misma relación con El. Habrás hecho una inversión de gran riqueza, genuina y espiritual. No se trata de ir a la iglesia, escuchar prédicas. Es dejarle el deseo de conocer a Dios como lo conoce Ud.
-Reverencia por la Palabra de Dios. Asegurarse de que tengan una Biblia, que la lean, la escudriñen. Dirán que papa y su mama siempre la leen. No se sabrán los pasajes, pero hay algo sembrado en sus mentes. No solo defender la Palabra, sino leerla continuamente o hacer referencia a ella. Cuente con la ayuda del E.S. en este proceso. En la Biblia está contenida la información más importante que ha sido dada al ser humano y que cambió el curso de la humanidad completa.
-Enseñarle como escuchar a Dios. Aprenda Ud. primero. Si a Dios no lo veo ni lo siento ni lo toco, ¿cómo escucharle? Una de las cosas más importantes de la vida es aprender a escuchar la voz de Dios. Aprender a escuchar es un proceso que toma tiempo y sacrificio, ¿cuánto más no lo será el escuchar a Dios? Pídele a Dios que te hable. Eso nos enseña a orar y a encontrar la verdad de las cosas. ¨Pregúntale a Dios¨, eso es lo que debemos enseñar. Dios no se contradice ni dice hoy una cosa y mañana otra. Su respuesta es siempre la misma. Cuando tengas alguna necesidad, alguna situación difícil, no acudas al ´yo quiero… yo voy a hacer…¨ sino que preséntale a Dios tu problema delante de tus hijos. Cuando ellos vean la respuesta de Dios, cómo has podido vencer situaciones difíciles, por las dificultades que has pasado y salir vencedor, ellos aprenderán a orarle a Dios.
-Transmitirle un corazón perdonador. Enseñar a perdonar como estilo de vida, los hace diferentes como persona y le abre las puertas a sus bendiciones. La culpa y el rencor son una carga pesada para cualquier vida. Si se casa Ud. con una persona rencorosa, le será difícil llevar un matrimonio y hasta su propia vida. Esto solo puede enseñarse por el ejemplo. Si ven en nosotros celos, una actitud negativa que busca represalias, un gesto de rechazo por cualquier palabra que considere ofensiva, sus hijos no aprenderán lo que es el perdón. ¨Me la tendrán que pagar, no saben que conmigo no se juega, no acepto ese maltrato, se atienen a las consecuencias de lo que han hecho¨ son actitudes impropias e incorrectas. El cómo le hayan tratado no va a cambiar porque no perdonemos. El tamaño de la ofensa no define el nivel del perdón. Nunca tenemos el derecho ni la autoridad bíblica para vengarnos por nosotros mismos. La falta de perdón es una piedra de tropiezo en nuestro caminar.
-Enseñar a los hijos al orden y la disciplina. Repetir la corrección y la disciplina de manera constante. No temer a la corrección de los hijos. No depender de ellos al enseñarle lo que es correcto. El orden es respecto a sus cosas propias, su tiempo, sus planes y proyectos, sus finanzas, alimentación. Estos tiempos requieren disciplina. ¨Así se hace¨ es predicar con el ejemplo. ¨Adonde iré hoy, lo hare si quiero¨ son expresiones inaceptables. Es importante definir las reglas. El padre debe predicar con el ejemplo. No mentir nunca. No ensenar a los hijos a mentir. Que tu si sea si y tu no sea no. No engañes a tus hijos. No le crees falsas expectativas. No le prometas si no le vas a cumplir. Hay padres que enseñan a los hijos a robar. ¿De qué manera? Porque ven sus padres tomar cosas de los demás que no les corresponden. También hay padres que no honran a los suyos y luego quieren que sus hijos los honren a ellos.
-Establecer líneas de autoridad y sus límites. Un padre responsable por sus hijos establece un orden con sus hijos desde pequeño. Consentir a los hijos en todo es crear un árbol torcido. Los niños leen a través de los ojos de los padres. Si acostumbramos a que decimos que no, y luego de rabietas cedemos, el niño se acostumbra a manipular a los padres. Si el niño ve que uno llora delante de ellos por alguna situación, se acostumbrar a auto complacerse, auto compadecerse y auto justificarse a través de los padres. Dormir con ellos de manera corriente provoca una sensación de protección que hace que luego no puedan dormir solos por temor y miedo a la soledad. Dejar los niños abandonados, no preocuparse por ellos, va creando una sensación de rechazo, que los va haciendo inútiles e impotentes. Hay que poner límites a la autoridad. Los padres tienen sobre si una carga de responsabilidad para formar un carácter sano. El perfecto equilibrio es importante en el ejercicio de la autoridad sobre los hijos. Si los niños no son formados bajo líneas de autoridad, ¿cómo reconocerán la de Dios sobre ellos?
-Enseñarle a tomar sus propias decisiones. Desde niño se les enseña a decidir. ¿Cómo se logra esto? Estableciendo reglas claras. Definiendo qué el niño puede y que no puede hacer, y haciendo valer la autoridad de manera natural, no forzada. Los padres permisivos crean hijos rebeldes, que creen que todo es para ellos, que no hay autoridad que haya que respetar. Los padres posesivos, dominantes y controladores crean hijos inseguros, sin capacidad de elección y sin carácter para asumir una postura ante la toma de decisiones. Educar con una autoridad definida hace que los hijos puedan desarrollarse luego en la sociedad con valores propios. Y, además, que puedan reconocer a Dios como Padre y la autoridad que tiene sobre sus hijos.
-Dejarles un espíritu servicial. A la gente le gusta que le sirvan y consientan. El mejor y más perfecto ejemplo de siervo es el que nos dejó Jesús. Debemos enseñarles y mostrarles lo que significa ser siervos:
* Estar siempre dispuestos a ayudar a otros. Olvidarse de uno mismo y preguntar qué es lo mejor para él o ella. Nadie llega solo a sus metas en la vida. Todos hemos necesitado ayuda para el lugar donde estamos. Pensemos en todo lo que han hecho las madres para ayudarnos a crecer. Cuando nos forjamos en el amor y el servicio, eso queda sembrado en nosotros. ¨Arréglate como puedas¨ no es actitud correcta, porque un espíritu servicial hace la persona diferente.
* Mostrando una mano generosa. Ningún tacaño es feliz, pierde el gozo. La generosidad habla de estar pensando en el otro. Tengo lo que tengo y quiero dártelo. Te lo entrego porque quiero dártelo, no importa que lo necesite. Jesús dio de manera incondicional y se dio a sí mismo como ofrenda de sacrificio. ¨Dad y se os dará ¨dice la Biblia. No dice que resistas, guardes o aprietes el puño. La promesa es ésta: se nos dará medida buena. apretada, rebosante y remecida. Esto es lo que dice la Palabra. Nacemos con la tendencia carnal, egoísta, orgullosa. Es por eso que los niños se pelean por cosas ridículas: ¨eso es mío, eso es mío, dámelo que es mío¨, como algo que por derecho le pertenece. Cuando estas más grande ya no peleas, porque te das cuenta que esa no es la solución. No hay que tener mucho para dar. Se trata de dar de lo poco que tenga. Jamás daremos más que Dios.
-Enseñarles el amor sincero y genuino. La corrección para la disciplina es la mejor enseñanza de amor para los hijos. El premiar o castigar a los hijos es el elemento indispensable para una buena disciplina. Incentivar a los hijos a través del premio es importante. Si te portas bien, saldrás a jugar donde tu amiguito. Si sacas buenas calificaciones, iras de vacaciones. Castigar para descargar rabia, ira o furor es una falta de los padres. El castigo debe estar orientado a disciplinar a los hijos en la corrección. La corrección busca enderezar, no torcer. Una autoridad bien ejercida corrige para el bien, no para el mal. ¿Se debe dar pelas o no? ¿Es correcto castigar con correas o dando golpes físicos? ¿Hasta dónde se puede llegar al castigar? Proverbios nos da claves para tener respuesta a estos interrogantes. Premiar o castigar es la clave para poner límites sobre la autoridad de los padres sobre los hijos. Cuando un hijo hace algo bien, felicítelo, dele un espaldarazo, no asuma que él sabe que Ud. está contento.
Hágale saber que lo ha hecho bien. Cuando hace algo mal, no se lo apruebe, no se ría, no lo consienta. Hágale saber que lo ha hecho mal. No le impongas maldiciones a tus hijos por los dichos de tu boca. Declara sobre ellos palabras de bendición. Estimúlale a luchar, a seguir adelante, a vencer las circunstancias. Delégale con autoridad. Si no cumple, pierde su oportunidad. Si cumple, obtendrá sus promesas. Así le ensenaremos que nuestro Dios en un Padre cumplidor de promesas. Si le ensenas a amar, estamos derramando nuestro ser sobre ellos.