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Bajo Autoridad

La propuesta que Jesús hizo al centurión: Voy a tu casa; la hizo también a Zaqueo, pero no a todo el mundo. Jesús decide ir, pero él se siente indigno de que Jesús entre a su casa.

Luego de predicarles y tratar de explicarles a los judíos que él es el Mesías, el enviado, Jesús va y toca a un leproso para sanarlo; es curioso porque, después, no va a casa del centurión, sino que a la distancia hace el milagro. Jesús venía enseñando y, para demostrar su enseñanza, tocó aquello que los religiosos pensaban que no se podía tocar; tocó al leproso para sanarlo y para retar la religión de aquellos religiosos. Lo grande es que, para el religioso, Jesús se contaminó; pero en realidad, sanó al leproso. Así que limpia al leproso –un hombre impuro – haciéndose impuro delante de todo el mundo. Y luego viene el centurión, y Jesús le dice: Voy a tu casa; pero ahora el que se siente impuro es el centurión. Y dice: No soy digno de que tú vayas a mi casa. Una actitud muy diferente la del centurión, en relación a la de los religiosos que se pensaban justos. El problema es que, cuando en tu mente eres justo, y vives por los parámetros del mundo, entonces limitas tu fe y tu experiencia con Dios a los pensamientos de otros.

Un milagro no se recibe porque tú seas digno o no, sino porque tú tengas fe. El centurión no se sentía digno, y Jesús no trató de resolver su dignidad explicándole que sí lo era; él le oye, se maravilla de su fe, y le dice a todos: De cierto les digo que, allá arriba, se sentarán muchos que ustedes jamás pensaron que podrían sentarse a la mesa. Jesús aprovechó para demostrarles a los religiosos qué era realmente necesario para obtener el milagro.

El centurión reconoció la autoridad de Jesús. La fe que asombra a Jesús es la que está basada en el reconocimiento de la autoridad. Se habla mucho del poder porque nos impresiona, pero el poder de Dios proviene de su autoridad. Un policía no tiene poder para detener los autos, pero levanta su mano en la carretera y, el que reconoce la autoridad, se tiene que detener; el que violenta la autoridad, paga las consecuencias. Muchos quieren un encuentro con el poder de Dios, pero violentan las autoridades; el esposo no respeta a su esposa, y viceversa; no respetan el gobierno, ni ninguna autoridad. Las revueltas lo que exigen es poder, sin tener la autoridad; pero nadie tiene derecho a poder, si no está gobernado por una autoridad, porque algo que pudiera ser de bendición para unos, sería de maldición para aquellos otros que no tengan la capacidad para manejarlo. Nadie debe tener poder, si no reconoce la autoridad que está sobre él.

Este hombre lo primero que dice no es que tenga autoridad, sino que él es un hombre bajo autoridad, y entonces tiene gente bajo su cargo. Él podía mandar al que estaba abajo porque reconocía al que estaba arriba. Él estaba diciéndole a Jesús: Yo sé que tu autoridad viene de los cielos; nadie puede hacer lo que tú haces, si no está bajo una autoridad más grande; estos religiosos gobiernan en la tierra, pero lo que tú haces me demuestra que tú eres gobernado por alguien más grande, y eso te da a ti autoridad para enviar la palabra. Lo que maravilló al Maestro fue alguien que reconoció su autoridad por encima de la religión y de la enfermedad. Cristo tiene autoridad sobre el enemigo, sobre el cáncer, sobre tu deuda, sobre el problema en tu matrimonio; es autoridad de Dios sobre tu vida; cuando tú reconoces y te sujetas a esa autoridad, experimentas el poder sobrenatural de Dios. La fe que sorprende a Jesús es la que reconoce su autoridad por encima de todas las cosas.

Hay quienes no reciben su milagro porque buscan un encuentro con el poder, pero no se sujetan a la autoridad. Aquel centurión se estaba sometiendo a Cristo. La mujer sirofenicia le dijo: Hijo de David; le dijo: Señor. Jesús no es tan solo tu Salvador, sino también tu Señor; el Salvador se recibe gratis, fácil; pero al Señor hay que obedecerle. La salvación es por gracia, pero todo lo demás de Dios requiere que tú te sujetes a Él y lo reconozcas. No puedes pretender tener autoridad sobre cosas en tu vida, si no reconoces la autoridad de Él sobre ti. Este hombre estaba aprovechando su trabajo para, en vez de separarse de Cristo, acercarse más a él, y dejarle saber que reconocía quien él era para su vida.

Sirve a tal grado que alguien que tenga autoridad algún día ore por ti. Quítate el ego y los títulos de la cabeza; sirve a todo el mundo. Elimina de tu cabeza toda rebeldía que puedas tener en contra de la autoridad. Tú no puedes experimentar poder, si no vives bajo autoridad. Hoy es un buen día para reconocer al Señor, no tan solo como tu Salvador, sino como tú Señor; que lo que Él diga sea lo que ocurra en tu vida, que Él esté por encima de la religiosidad en tu vida. Reconócele como tu Señor.

Los cuatro hombres que bajaron al leproso, ¿qué cuestionaron los religiosos? ¿Qué autoridad tiene este para perdonar pecados? Los religiosos siempre cuestionaron la autoridad, pero siempre querían el poder. Los que deseamos y necesitamos el poder, siempre reconocemos primero la autoridad.

Reconoce la autoridad que hay sobre tu vida, aunque no veas resultados hoy, porque algún día tú vas a necesitar que de esa autoridad salga poder. Cuando tú vives bajo la autoridad de Dios, y tú te humillas bajo esa autoridad, tu vida cambia. Haz lo que Él te pida, y un día podrás acceder el poder sobrenatural de Dios en tu vida como nunca antes.

Fuente:
Pastor Otoniel Font

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