La Biblia dice: “Ustedes no aman a Dios, ni lo obedecen. ¿Pero acaso no saben que hacerse amigo del mundo es volverse enemigo de Dios? ¡Pues así es! Si ustedes aman lo malo del mundo, se vuelven enemigos de Dios.” Santiago 4:4 (Traducción en lenguaje actual).
Todos estábamos amistados con el mundo antes de venir a Cristo, pues hacíamos lo que queríamos y vivíamos sin un temor verdadero de Dios, en pocas palabra amábamos al mundo.
Y es que amar al mundo es vivir sin un propósito, vivir sin pensar ni un segundo en agradar a Dios, es satisfacer nuestros deseos más bajos, es no tener como prioridad a Dios y relegarlo a otro lugar en nuestra vida.
A veces pareciera que somos más amigos del mundo que de Dios, porque vivimos pensando en las cosas del mundo olvidándonos que nuestra ciudadanía es celestial y eterna. Y es que no a veces vivimos preocupados en extremo por las cosas del mundo y no nos preocupa ni un céntimo el querer agradar a Dios.
La Biblia dice: “Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” 1 Juan 2:17 (Reina-Valera 1960). Este tendría que ser nuestro recordatorio siempre que nos sintamos más atraídos por las cosas del mundo que por Dios, todo lo que el mundo nos ofrece es pasajero, pero el hacer la voluntad de Dios nos trae recompensa eterna.
Es hora de comenzar a hacer aun lado aquello del mundo que todavía me atrae y que me esta quitando la atención, esa atención que debería estar puesta en Dios. Es momento de detectar a que cosas estamos siendo mas vulnerables y entonces mejorar, parándonos firmes, pues la Biblia dice: “En realidad, todo el que es hijo de Dios vence lo malo de este mundo, y todo el que confía en Jesucristo obtiene la victoria.” 1 Juan 5:4 (Traducción en lenguaje actual).
Hoy quiero invitarte a hacer aun lado aquellas cosas del mundo que no te edifican, a pararte firme y a recordar tu identidad como hijo de Dios. Un hijo de Dios no debe estar en lugares que no son los de un hijo de un Rey, un hijo de Dios debe actuar, pensar y reaccionar como tal, por ello te invito a comenzar a buscar cada día más del Señor para que a la hora de la prueba podamos vencer fácilmente las cosas del mundo que nos atraían.
Si sientes que hay cosas del mundo que te atraen más que Dios, es hora de desecharlo y buscar más del Señor, porque en ningún otra cosa o persona encontraras, lo que puedes encontrar en Dios.