“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” —respondió Jesús—. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. Mateo 22:37-38
Nunca debemos olvidar que amar a Dios es el llamado más alto y nuestro propósito principal en esta tierra. Solo podemos entrar en esto de rodillas, humillándose ante el Señor. Se necesita gran humildad y morir a uno mismo para amar a Dios más que a todas las cosas, y dejar de lado todo lo que nos roba el tiempo para estar con Él. Aquellos que liderarán en esta temporada son aquellos cuyo fuego arde intensamente en el umbral de su propia chimenea. Son los que han aprendido a cuidar las brasas de Su fuego en las tormentas, en las pruebas, en el desierto de temporadas secas, en las alegrías de las bendiciones, en la ocupación de la familia y la rutina de cada día. ¡Que todos tengamos el corazón para decir sí!
Salmos 91:14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre.
Transfórmate a través del poder de Su amor
“Imagina a una persona que ha entregado verdaderamente su vida al Señor, poniendo toda su felicidad y bienestar en sus poderosas manos. Es difícil imaginar que alguien que ha confiado su alegría y realización a Dios aún se aferre a una lista de deseos personales. Cuando habitas profundamente en el amor de Dios, la búsqueda de la felicidad fuera de Él comienza a disolverse. Buscar la felicidad en Dios mediante la fuerza de voluntad, el miedo o incluso el deseo de complacerlo es una base superficial. Estas motivaciones pueden llevar a una existencia espiritual que se siente más como una carga que como una bendición. La verdadera entrega debe brotar del amor; es el único catalizador puro para una sumisión auténtica. Si nuestra entrega no está arraigada en el amor, corre el riesgo de convertirse en una mera obligación en lugar de una ofrenda gozosa de nuestros corazones.”
“Cuando un creyente entrega completamente su alma, voluntad y ser entero al Señor, entra en un ámbito sagrado donde sus deseos experimentan una profunda transformación. En este estado de amor apasionado, ya no buscan nada para sí mismos; su anhelo es solo para Dios, por el bien de Dios. Esto marca un comienzo crucial en su viaje espiritual, donde las ambiciones centradas en uno mismo dan paso a un enfoque singular en Él.”
“En este amor divino, el creyente encuentra libertad a pesar de los deseos personales. El atractivo de la gloria del cielo y la dulzura de Su presencia ya no sirven como metas últimas. En cambio, la esencia de la entrega reside en el puro acto de amar a Dios, enamorándose perdidamente de Él, cautivado por Su naturaleza y hallando alegría en la relación misma. Este amor trasciende cualquier ambición terrenal o celestial. Existe únicamente por el bien de conocerlo, reflejar Su gloria y estar envuelto en Su gracia. En este espacio sagrado, el creyente encuentra una paz profunda que sobrepasa todo entendimiento, liberado de las cadenas de sus propios deseos y marcado por la alegría de la comunión con Cristo.”
“Mientras emprendemos este viaje de entrega, cultivemos un amor por Dios que no conozca límites. Que nuestros corazones se acerquen a Él, no por lo que podemos obtener o las bendiciones que podemos recibir, sino simplemente por el gozo de estar en Su presencia. En este amor divino, descubriremos la plenitud de vida que nuestras almas han anhelado, transformando nuestra existencia en un testimonio de Su gracia y gloria. La entrega no es el final; es el comienzo de una aventura impresionante donde el amor supremo reina y el corazón encuentra su verdadero hogar en el abrazo de lo Divino. ¡Acepta este viaje y observa cómo tu vida es transformada por el poder de Su amor! (Charlie Shamp)
Apocalipsis 2:4-5 Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Con amor y oraciones,