Alexander Emmanuel Rodríguez Navarro es un beisbolista profesional que hace 38 años nació en Nueva York como hijo único de la unión de Lourdes Navarro y Víctor Rodríguez. Su madre antes de casarse con Víctor ya tenía dos hijos y él también ya había tenido uno.
Cuando el niño tenía 4 años, los Rodríguez regresaron a Santo Domingo. La pareja montó una farmacia que fracasó y dos años después decidieron regresar a Estados Unidos, esta vez a Miami. Su padre se fue a Nueva York en busca de trabajo cuando Alex tenía 9 años y nunca más regresó a casa. Su madre se encargó por completo de Alex y de sus otros dos hijos. Ella trabajaba durante el día en una oficina del Departamento de Inmigración y en las noches lo hacía como mesera en un restaurant.
Alex ha vivido a la espera de su padre. En una ocasión su esposa Cynthia, con quien se casó en el 2002 y procreó dos hijas, le procuró apoyo sicológico para aliviar el vacío que le dejó la partida de su padre. La pareja se divorció en el 2008.
Alex Rodríguez jugó su primer partido de béisbol de Grandes Ligas a los 18 años y, en 1996, a los 20, se convirtió en jugador titular de los Marineros de Seattle. De ahí en adelante su carrera siguió en ascenso hasta convertirse en el atleta mejor pagado en la historia del deporte profesional.
En febrero de 2009 admitió haber usado drogas para mejorar su rendimiento. Esta debió ser una buena lección para que Alex aprendiera que la trampa y la mentira no otorgan buenas recompensas, lo que parece no sucedió, pues en agosto del 2013 fue suspendido por 211 partidos por violar el programa de prevención de drogas aplicado en las Grandes Ligas. Después de muchos afanes la sanción fue reducida a 162 partidos, equivalente a estar toda la temporada del 2014 fuera del juego.
La prensa ya no reporta las imágenes del Alex sonriente y satisfecho a que nos tenía acostumbrado, ahora las gráficas que nos llegan muestran a un hombre profundamente atormentado, solo y desesperado.
A pesar del radiante carisma que proyecta con tímida simpatía, y sin nunca inclinarse por el exhibicionismo ni las extravagancias que gustan mostrar algunas figuras del mundo público, Alex no ha logrado ocultar su vida escandalosa regodeándose con despampanantes modelos y actrices que hace circular a su alrededor, como un niño que intercambia su pareja cuando está jugando a matarile.
Con un pie en el Salón de la Fama, ahora le tiran las puertas en la cara y le dicen que no pertenece a este lugar, mientras colocan en sus récords el manchoso asterisco que pone en duda la legitimidad de sus hazañas.
Alex, desde su niñez hasta el momento actual, no había conocido tanta frustración y amargura. Quizás ahora esté comenzando a percibir cuan profunda y dolorosa se hace esta brecha existencial cuando no sabemos poner el debido equilibrio entre el ser y el hacer, en este caso, entre el hombre y el deportista.
Toda la realidad de Alex por años fue circunscrita al terreno de juego, a sus batazos y atrapadas, a sus récords impresionantes, a su presencia en el estadio y a su carisma, haciendo olvidar al hombre en el que habita una fuerza interior que es irreductible, eso que hoy nos ha dado por llamar espiritualidad, entendida por Leonardo Boff como la esencia que sustancia la vida y que se manifiesta en energía, en cualidades y en valores como la dignidad, la verdad, la justicia el coraje y la paz, que son los que les dan sentido a nuestra existencia y significado a nuestro camino.
Se trata de una crisis de espiritualidad personal tampoco comprendida que una docena pastores de la Organización de Ministros Hispanos de Nueva York se movilizó hasta la sede de las Grandes Ligas de Béisbol (MLB) para, según expresaron, apoyar a Alex Rodríguez con oraciones y clamores en su lucha para que el comisionado Bud Selig redujera o anulara la suspensión que pesa sobre el pelotero, “ya que está a punto de romper algunos récords y esto no es justo”.
Mi consejo es: “Alex dobla tu uniforme rayado con el número 13, engancha tu gorra en un clavo, ríete de tus récords y hazañas, mírate a ti mismo sin bate y sin guante. Olvídate de A-Rod y encuéntrate con Alexander Enmanuel, encuéntrate contigo mismo, con tu familia y con Dios, que lo demás no es tan importante”.
Por: TOMÁS GÓMEZ BUENO