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Alabanzas por las Bendiciones de Dios

“Sea el nombre de Jehová bendito desde ahora y para siempre. Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el nombre de Jehová” (Salmos 113-2-3).

El Salmo 113 nos abre los ojos a una verdad eterna: el Dios que está sobre los cielos es el mismo que se inclina a mirar nuestra vida. Aunque su trono es excelso y su gloria incomparable, Él no es indiferente a nuestras luchas. Se acerca, levanta, restaura y transforma.

El salmista presenta a un Dios que hace lo impensable. Levanta del polvo al pobre. Saca del muladar al menesteroso. Da familia a la estéril que anhelaba hijos.

Esto nos enseña que ninguna situación es demasiado baja para que Dios no pueda levantarla. No importa cuán hundido alguien se sienta, el Señor puede darle un lugar de honra. No importa cuán vacío esté el corazón, Dios tiene el poder de llenarlo de gozo y propósito.

En nuestra vida diaria, muchas veces lloramos por lo que nos falta, por las heridas del pasado o por lo que no entendemos. Pero este Salmo nos desafía a cambiar nuestra perspectiva: si vamos a llorar, ¡que sea por las bendiciones! Que las lágrimas corran por la gratitud de ver cómo Dios nos ha sostenido, nos ha levantado, y nos ha dado más de lo que merecemos.

Así, cada nuevo amanecer es una oportunidad para bendecir su nombre. Desde que el sol sale hasta que se pone, podemos decidir alabar, incluso en medio de los procesos, porque sabemos que el Dios que gobierna el universo también gobierna nuestra historia personal.

Aplicación práctica
Hoy puedes preguntarte:

¿Estoy enfocando mis lágrimas en las pérdidas o en las bendiciones?

¿Puedo recordar un momento en que Dios me levantó del polvo y me dio nueva esperanza?

¿Estoy dispuesto a alabarte “desde ahora y para siempre”, sin importar las circunstancias?

Cuando escogemos alabar, nuestra fe se fortalece, el desánimo se rompe y el gozo de Dios inunda nuestra vida.

Señor, gracias porque Tú eres grande en gloria, pero cercano en amor. Gracias por las veces que me has levantado cuando me sentía en el polvo. Hoy decido llorar de gratitud y no de desesperanza. Abre mis ojos para ver tus bendiciones cada día y que mi boca no se cansa de alabarte desde el amanecer hasta la noche.En el nombre de Jesús. Amén.

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