
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo como sacrificio para el perdón de nuestros pecados.” 1 Juan 47-10-15 (NVI)
En un mundo que sobrevalora lo complejo, lo estructurado y lo espectacular, el amor verdadero sigue encontrándose en las cosas pequeñas. En lo cotidiano, en lo sencillo, en lo natural… allí reina el amor. No es menos valioso por ser simple; al contrario, es en lo simple donde se manifiesta lo más genuino.
La Palabra nos recuerda que Dios es amor (v.8), y que nosotros lo amamos porque Él nos amó primero (v.10). Él es la fuente pura y eterna de todo amor. Cualquier expresión auténtica de amor nace en Él y por Él.
Cuando lo natural y lo estructurado se unen en armonía, sin complicaciones, el amor se vuelve poderoso. Pero cuando complicamos lo espiritual, lo volvemos pesado, rígido y difícil de vivir. El precio de lo complicado es muy alto: nos roba la paz, la comunión, y a veces, hasta la fe.
El amor verdadero no es complicado.
Es presencia, entrega, paciencia y perdón. Es volver al centro, al corazón del mensaje cristiano. Es dejar que el Espíritu nos enseñe a amar con sencillez, sin máscaras, sin pretensiones, con humildad y verdad.
Como Ministerio Prensa de Dios oramos.
Señor, llévanos de vuelta a la fuente: a Ti. Enséñanos a ver tu amor en lo pequeño, a valorar lo sencillo, y a rechazar lo innecesariamente complicado. Que nuestro corazón permanezca firme en Ti, y que nada ni nadie nos robe la fe en tu amor eterno. Amén.