Si invocamos la inteligencia con fervor Santo seremos capaces de entender lo que verdaderamente significa el temor a Jehová. Ha llegado el mes de Abril, unos días santos para todo el pueblo de Dios, unos días en que conmemoramos la muerte y resurrección de nuestro Salvador del Mundo, pero hay que preguntarse: “¿hallaría fe en la tierra nuestro Señor si volviera en este mismo instante?”.
Formulo la pregunta a propósito del desenfreno que muestran los dominicanos al llegar estos días que deberían ser de reflexión, pero muchos prefieren playas, ríos, fiesta y alcohol. ¡Todo un vergonzoso mundo de depravada perversión! Y luego decimos que somos un pueblo creyente y piadoso, llegando a creernos con el derecho a preguntar: ¿Señor, por qué nos has abandonado? Porque olvidamos que la compasión de Dios es tan inmensa que aún el pueblo de Nínive, entregado como estaba a la perversión, se volvió al arrepentimiento e imploró perdón al Altísimo por sus constantes transgresiones, teniendo el profeta Jonás que conformarse con reclamar a Dios por exhibir tanta paciencia, tanta bondad, tanto amor hacia un pueblo pecador.
Somos nosotros los creyentes los llamados a recordar al resto del mundo que no importan las guerras ni las grandes fiestas, si no tenemos a Dios en nuestros corazones, las unas se transforman en las otras y los cañones bailan destrozando vidas, y las tamboras repiquetean arruinando las almas de los que se entregan a la locura desmedida de vivir sin el amor de Dios en sus corazones. Y rasgo mis vestiduras en este día, y me visto de silicio implorando la misericordia del Señor, porque hay un pueblo santo que se muestra indiferente ante la osadía de los que no temen al furor del Creador y se atreven a desafiarlo en el momento en que conmemoramos el más grande sacrificio que la tierra ha conocido.
¿Cuánta insensatez de un pueblo tan atrevido! Insolente perversión la de transformar en descarada maldad el ambiente que debe estar repleto de amor y bondad. Para luego lamentarnos de las pérdidas sufridas, de las vidas perdidas y de lo que no podremos recuperar en esta vida. En vez de eso, ¿por qué no abrazar el madero santo de Jesús en nuestro corazón y pedir perdón por lo que hemos descuidado, por lo que hemos olvidado y por lo que dejamos de hacer? Es un acto benigno, sencillo y sobre todo gratuito, que nada nos cuesta, pero que siembra valiosas semillas de amor para este mundo que tanto lo necesita.
Un amor infinitamente misericordioso que se desprende de lo más profundo de la creación para aliviar los males e iluminar caminos que lucen oscuros. Invoquemos el entendimiento divino, pidamos cordura y sensatez para nuestro pueblo y no permitamos que tantas almas se pierdan en unos pocos días, cuando en realidad todo lo que debemos hacer es arrepentirnos y entregar a Dios nuestras vidas. Celebremos la Semana Santa invocando la inteligencia divina de Dios para nuestras vidas.
Gracia y Paz.