¿Cómo sería tu vida si tomaras decisiones firmes que te llevaran a lograr metas? Quizás te has propuesto algo alguna vez, has querido algo, has decidido aspirar a algo, pero por alguna razón, te quedas detenido, no avanzas, y te frustras. Sabes lo que podrías llegar a ser, lo que podrías alcanzar, pero te quedas estancado. Quiero darte una clave que puede llevarte a comenzar poco a poco a caminar hacia el progreso y la vida que Dios tiene para ti.
Por supuesto, el contexto económico y social varía según el país, por lo que no podemos compararnos unos con otros. Pero no importa el lugar en que te encuentres, lo difícil que se vea la situación; Dios te ha llamado a que puedas avanzar, progresar. Dios quiere que, dentro de tu contexto, tú sobresalgas, que tú progreses, y que haya avance en tu vida. No te compares con nadie más. Mide tu progreso comparándote contigo mismo.
¿Cómo operar para moverte hacia adelante? Nuestras convicciones, nuestras creencias, determinan cuánto esfuerzo vamos a hacer para movernos hacia lo que Dios nos ha prometido, hacia lo que deseamos. Debemos ver cómo Dios piensa, y aplicarlo a nuestra vida. Te adelanto que tienes que cambiar tu lenguaje interno y externo para que puedas tomar las fuerzas necesarias para moverte hacia delante y hacer lo que tienes que hacer.
En Génesis 28, vemos un ejemplo de la manera de pensar de Dios. Dios se le aparece a Jacob, le abre los cielos, Jacob ve las ventanas de los cielos abiertas sobre su vida, y ve una escalera con ángeles que suben y bajan, y Dios le habla y le da una palabra.
“13 Y he aquí, Jehová estaba en lo alto de ella, el cual dijo: Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de Isaac; la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14 Será tu descendencia como el polvo de la tierra, y te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur; y todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente. 15 He aquí, yo estoy contigo, y te guardaré por dondequiera que fueres, y volveré a traerte a esta tierra; porque no te dejaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.” Génesis 28:13-15
Dios estaba determinado. Él dijo: Lo voy a hacer, y no te voy a dejar hasta que yo lo complete; no importa el tiempo que me tome, yo lo voy a completar. Aquella promesa no fue dada primeramente a Jacob; Dios le había prometido aquello a Abraham. Esa es la razón por la que Dios hace esta promesa a Jacob. Jacob podía confiar que Dios actuaría y cumpliría con su palabra porque Dios estaba decidido a hacerlo.
El problema por el cual muchos no progresan, es porque no hay una razón suficientemente fuerte; y aunque la hubiera, su forma de hablar no es lo suficientemente convincente para provocar acciones concretas hacia lo que Dios les ha prometido. Dios no iba a buscar ninguna excusa; No le diría a Jacob: Fallaste otra vez, así que no puedo cumplir. Dios dijo: Yo no te voy a dejar, hasta que yo haga lo que te he dicho. Y la razón era la promesa. Dios se habla a sí mismo, Él se compromete con sus palabras. De la misma manera, el mayor compromiso que tú tienes que tener en tu vida es con la manera en que te hablas a ti mismo, porque esto influencia tus pensamientos, y eventualmente, tus acciones.
Es importante verbalizar correctamente el motivo por el que tú haces algo. Tú necesitas hablarlo de forma correcta, para que ese motivo sea suficientemente valioso e influya en tu vida de manera que te mueva hacia lo que tienes que hacer.
Hay tres términos que usamos y que lamentablemente no nos damos cuenta del peso que tiene cada uno; si los cambiamos de manera consciente, inteligente, nos ayudaría a movernos a la acción y alcanzar el progreso. El primero: Yo quiero o yo deseo. Es cuando dices: Yo quiero prosperar, yo deseo que tal cosa pase. Esa expresión tiene un peso emocional, pero no necesariamente te mueve a la acción. Yo debo, es un segundo nivel; y luego, yo tengo. La carga emocional de cada uno de estos tres conceptos es muy diferente. Ante una situación de salud, por ejemplo, tu médico no te va a preguntar si quieres hacer o no tal cosa, sino que te va a decir: Tienes que hacer esto. Y eso hace toda la diferencia. El problema de muchos, es que tienen que llegar a una experiencia complicada para llegar a ese punto en que tienen que hacer tal cosa. Pero tiene que llegar un momento en tu vida en que tú entiendas que es necesario; que tú tienes que hacer ciertas cosas.
Si vemos la actitud de Dios, vemos que Él nunca se rindió con el hombre. Había una razón por la que Él tenía que hacer las cosas: Él se había comprometido. Dios no obliga a nadie, pero se obligó a sí mismo; su naturaleza fiel le dice a Él, que Él tiene que hacer lo que Él prometió. Dios no estaba expresando un deseo de prosperar a Jacob, aunque deseaba hacerlo; tampoco dijo que debía hacerlo. Dios dijo: Yo tengo que hacerlo. Y el problema de muchos es que no sienten la obligación de lo que tienen que hacer.
Deja de estar entre el yo deseo y el yo debo. Decide: Yo tengo que hacer esto, tengo que moverme hacia delante, tengo que terminar con estas relaciones, tengo que comenzar a ahorrar, a prosperar. Por supuesto, aquí es que viene la batalla en el área de las finanzas, porque la religiosidad no quiere que tú entres en este pensamiento. La religiosidad piensa que tener esa razón o ese motivo es algo antiespiritual. Te tildan de antiespiritual cuando tú entiendes que tú tienes que progresar, salir hacia adelante, luchar.
Muévete al yo tengo. Tienes suficientes razones por las que tienes que prosperar. Es necesario que prosperes. No todos tenemos que ser millonarios; pero todos tenemos derecho, dentro del contexto de cada uno, a prosperar, progresar, a que haya avance y progreso en tu vida. Muchos ahora, después de la pandemia, han tomado decisiones determinantes y firmes, porque después de todo esto, hay cosas que simplemente tienes que hacer. Pero si te quedas en el quiero o en el debo, vas a estar en un juego emocional, y no vas a estar determinado para hacer lo que tienes que hacer.
Cuando tú tienes que hacer, nada de lo que esté alrededor te va a detener.