«El temor de Jehová es el principio de la sabiduría; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.» (Proverbios 1:7)
En la búsqueda constante por sentir el mover de Dios, muchas veces nos enfocamos en lo externo: eventos, cantos, manifestaciones. Sin embargo, la verdadera manifestación de Su presencia viene cuando el pueblo de Dios vuelve a un corazón reverente y quebrantado.
El temor de Dios no es un miedo paralizante, sino un respeto profundo y santo que nos lleva a humillarnos y rendirnos ante Su Palabra y Su voluntad. Como Isaías en su encuentro con lo santo, debemos reconocer nuestra propia indignidad y clamar por la purificación del Espíritu.
La iglesia necesita despertar de su letargo espiritual y dejar de buscar la presencia de Dios como un espectáculo, para buscarla como el lugar donde nuestra alma se encuentra con Su santidad. Cuando regresamos al temor santo, la nube de Su gloria vuelve, el fuego purificador consume lo que debe ser consumido, y Su Espíritu nos guía y vivifica.
Oración:
Señor, ayúdame a tener un corazón reverente, lleno de temor santo hacia Ti. Que no busque Tu presencia por emociones o experiencias, sino porque deseo ser transformado por Tu santidad. Purifícame, guíame y víveme para que Tu presencia habite en mí y en Tu iglesia. Amén
