Tus primeros días como hijo de Dios eran como de ensueño, había dentro de ti un amor que nunca habías experimentado, todo era nuevo y estabas hambriento de la verdad.
Escuchabas cada palabra como que fuera la última que ibas a escuchar, tus oídos atentos a la voz de Dios, tus ojos brillaban como los de un niño lleno de felicidad, por fin habías encontrado algo para lo que habías nacido, lo tuyo era estar cerca del Señor.
Tú corazón era sencillo, había una humildad en ti para aprender que se hacía muy fácil enseñarte.
Pronto nació en ti el deseo de agradecer a Dios por lo que estaba haciendo en tu vida y tuviste la brillante idea de comenzar a servir. No te importaba que área fuera, tú querías hacer algo para el Señor, así fuera hacer cualquier cosa, pues había dentro de ti un agradecimiento que necesitaba expresarse y que mejor forma que a través del servicio.
Tú vida era totalmente nueva, leías la Palabra y te alimentabas, escuchabas las predicaciones y el Espíritu Santo te redargüía, llorabas al ser Ministrado por Dios, sonreías al ver como Dios se encontraba contigo, comenzaste a forjar un habito de oración, ese lugar para encontrarse con Dios se convirtió en tu base secreta, tuviste encuentros hermosos con Dios allí.
Nada podía hacer que volvieras a ser el mismo, tu encuentro con Dios había cambiado totalmente tu vida, ahora realmente sonreías porque había en ti un gozo verdadero y no una felicidad pasajera. ¡Por fin le encontraste un verdadero sentido a tu vida!
Pero de pronto las cosas comenzaron a cambiar, tu corazón permitió anidar sentimientos extraños, aquel corazón sencillo y humilde se convirtió en corazón de juez, juzgabas cada cosa. Aquello que en un principio te parecía hermoso, ahora tenía muchos defectos, escuchar a un predicar que no fuera de tu gusto no te permitía ser alimentado, comenzaste a excluir, tus oídos humildes se comenzaron a transformar en oídos prejuiciosos.
Ahora, el servicio no te parecía el correcto, creías que merecías más, que ese privilegio no era el indicado para ti. Comenzaste a hacerlo de mala gana, en tu corazón había una incomodidad, pronto te convertirías en algo que no eras, la humildad y sencillez de un inicio se había perdido. Como el tiempo había pasado creíste que lo sabías todo, que no había casi nada nuevo que aprender, que la mayoría estaban equivocados y que tú y solo tú podías hacer las cosas como se tenían que hacer.
Dejaste de orar, leer la Biblia se convirtió en algo tedioso, pensaste que por haberla leído un par de veces toda, no tenias necesidad de volver a leerla nuevamente. Tú hábito de lectura menguo, y junto con eso también tu vida espiritual comenzó a bajar de intensidad.
Lastimosamente tenias segados tus ojos para ver que ibas rumbo a la derrota, pensabas que eras tan bueno que siempre estarías firme, sin meditar en que el que cree estar firme, tiene que velar por no caer.
Ahora, te encuentras en uno de esos baches espirituales en donde no encuentras como salir. Piensas que ya nada es lo mismo, que lo que antes sentías desapareció. Realmente no entiendes como llegaste hasta aquí, no sabes como de ser una persona humilde y sencilla, pasaste a ser una persona arrogante, orgullosa e insensible.
¿Qué pasó contigo?, ¿Cómo fue que te permitiste llegar hasta este punto?, ¿Por qué dices que ya no puedes recuperar el mismo ritmo de antes?
Es hora de recapacitar, es momento de volver a la senda antigua de donde nunca tuviste que haberte desviado y no digas no puedo, porque en Cristo todo lo puedes, no digas que no podrás porque si un día pudiste, ¿Por qué no ahora? Solo basta con la determinación que tengas en comenzar a hacer nuevamente todo como desde un principio.
Hoy Dios quiere que recuperes ese espíritu humilde que te caracterizaba, pero para ello tienes que reconocer que tienes un problema y que no has estado haciendo las cosas como se debían. Tienes que reconocer que fallaste y te desviaste del camino de humildad y sencillez que el Señor quiere que andemos.
¿Eres capaz de reconocer que te equivocaste?, ¿Eres capaz de reconocer que dejaste poco a poco de mantener esa comunión con Dios?, si eres capaz de reconocerlo con corazón sincero, entonces estoy seguro que puedes volver a tener aquel espíritu humilde y sincero que un día tuviste.
Comienza de a poco, habla con Dios diariamente, lee una porción de la Biblia y reflexiónala, congrégate más a menudo, sirve en alguna área de tu Iglesia, no importando cual sea. Ve a los demás como ojos de misericordia antes que de juicio, mírate a ti mismo como el más necesitado de Dios y sobre todo vive cada día con la única intención de agradar a Dios y andar con Él de la mano.
Tú no naciste para vivir una vida cristiana mediocre, tampoco para rendirte tan fácilmente y menos para estancarte en la vida espiritual. Dios te llamo con el propósito que fueras un vencedor, con la intención de que no te des por vencido nunca y que si tropiezas, ¡Pues que te levantes!, tú eres un arma poderosa en las manos de Dios y cuando te dejas utilizar, Dios puede hacer cosas maravillosas, por lo tanto hoy tienes que renovarte en Él y comenzar de nuevo, porque algo hermoso Dios hará con tu vida y cada experiencia que has vivido será un arma que Dios utilizara para bendecir a otros.
¡Adelante! ¡Jamás te acomodes a una vida cristiana mediocre! ¡Tú naciste para grandes cosas!
“Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien”. Job 22:21 (Reina-Valera 1960)