A través de la Biblia, vemos el factor de la distancia como parte integral de algunos milagros.
“11 Yendo Jesús a Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. 12 Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos 13 y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! 14 Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. 15 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, 16 y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. 17 Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? 18 ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? 19 Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado.” Lucas 17:11-19
El concepto de la salvación, Jesús se lo declara a un grupo muy diferente que aquel que él vino a salvar. Esa expresión “tu fe te ha salvado”, Jesús se la dice a samaritanos, no a judíos. Es muy curiosa esa dinámica. Observamos el proceso de transformación mental de una persona, viendo el agradecimiento de poder entender quién le había hecho libre, y volver y tirarse a los pies de Cristo. Pero veamos otro ángulo, otras ideas.
Consideremos la distancia. Estos leprosos tuvieron la consciencia de mantenerse separados de la población, a la distancia clamar a Jesús, y a la distancia, Jesús les dio una palabra. En los tiempos que vivimos, en medio de la pandemia, se nos ha cuestionado nuestra fe por mantener la distancia. Se ha cuestionado en la iglesia si tenemos fe porque, si creemos que Dios sana al enfermo, entonces, por qué no nos atrevemos a hacer las cosas como antes, por qué hemos promovido también el distanciamiento, si el Señor nos puede sanar y proteger. Pero en esta historia vemos que aún el mismo Jesús mantuvo la distancia con estos leprosos; él no se acercó a ellos, seguramente, por seguir el protocolo y no por temor a contagiarse. Y a la distancia, nuestro Señor Jesucristo envía la palabra y esta gente queda completamente sana. No podemos decir que Jesús no tuviera fe, que el hecho de que no se acercara fuese porque no creyera que podía hacer un milagro, sino todo lo contrario; aún desde la distancia, la palabra que envió, cambió la vida de estos hombres.
Lo que hizo que estos hombres quedaran sanos, no fue la palabra de Jesús, sino la reacción a la palabra de Jesús. No es lo mismo. Jesús no dijo: queden sanos en esta hora. Si lo hubiera dicho, hubieran quedado sanos. Él les dio una instrucción a la distancia: vayan y muéstrense a los sacerdotes en el templo. Y mientras ellos iban, fueron sanados. Por lo tanto, no fue tan solo la palabra que se envía, sino la reacción a la palabra enviada. ¿A dónde te están dirigiendo las voces que tú estás oyendo hoy? ¿Te dirigen más cerca de tu milagro, o te dirigen más lejos de lo que Dios quiere para ti? ¿Te dirige más cerca de lo que deseas obtener de parte de Dios, o esas voces te están dirigiendo lejos de aquello que Dios quiere para tu vida?
“Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. 2 Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. 3 Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación.” 1 Corintios 14:1
Pablo viene trabajando con la iglesia de los Corintios, tratando de poner en perspectiva y en orden la manifestación de los dones del Espíritu. Viene educándolos en lo que es el hablar en lenguas, cuándo es apropiado y cuándo no; por eso habla de lo que es el culto racional. Dice que de nada te sirve ir a la iglesia y no entender lo que pasó allí. Está bien que hables en lenguas, pero si lo hablas en público en la iglesia, que haya interpretación porque al que no entiende las lenguas, de poco le sirve. Dice que no hay nada malo con que ores en lenguas en tu casa para que te edifiques espiritualmente, pero cuando vayas a la iglesia y comiences a hablar otras lenguas, más vale que haya alguien al lado que las pueda interpretar para que, el que no entiende, pueda salir con entendimiento de lo que pasó. Por eso dice que, mejor que hablar lenguas sin interpretación, profetices. Procura mejor profetizar para exhortar, para consolar, no para predecir el futuro. Porque la palabra profética es una palabra que viene de parte de Dios pero que tú puedes entender porque cuando se habla, es en el lenguaje que tú comprendes. Y de las cosas más grandes que deben ocurrir cuando vamos a la iglesia es que seamos edificados, exhortados y tengamos consolación.
“4 El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. 5 Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación. 6 Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? 7 Ciertamente las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren distinción de voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara? ” 1 Corintios 14:4-7
Cómo tú separas una cítara y una flauta, si no está bien definido. Puedes oír una cítara y pensar que es una flauta o viceversa. Tiene que haber algo que lo defina porque hay sonidos que son similares, pero los están emitiendo instrumentos diferentes, que es lo que hoy pasa en el mundo. Los mundanos hablan como cristianos y viceversa. Entonces, nos sentimos bien con los mundanos porque dicen: Dios te bendiga. Y los cristianos tratamos de ser igual a ellos en otras cosas, así que entonces la pregunta es si eres una flauta o una cítara. Porque el sonido que estás dando es más o menos el mismo. Hay que definirlo.
“8 Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla?” 1 Corintios 14:8
El aviso de guerra en aquel tiempo era con trompeta. Tenías que estar listo. ¿Cómo iban a saber, si no lo podían distinguir? Si fuera incierto el sonido, ¿cómo la gente se prepara?
“9 Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. 10 Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. 11 Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.” 1 Corintios 14:9-11
Hoy hay más gente que le habla al aire, que gente hablando realmente lo que Dios quiere que se hable. Hablamos al aire porque, muchas veces, no podemos definir si lo que estamos escuchando es una cítara o una flauta, no entendemos el lenguaje. Hay países donde una guagua es un bebé o un niño, mientras que en Puerto Rico es un vehículo de motor. El lenguaje no es tan solo la palabra. Si no nos entendemos el lenguaje, no nos vamos a comprender. Tenemos que saber el lenguaje, las palabras que vamos a hablar, tenemos que dar unas palabras ciertas porque, si dices cosas por decirlas, estás dando sonidos inciertos. Si la gente no reacciona correctamente, lo que estás dando son palabras inciertas. Decimos cosas inciertas, a la mitad, que asumimos que el otro entendió; pero tenemos que aprender a hablar claro para que todo el mundo reaccione de la manera correcta. Pero lamentablemente, en el tiempo que vivimos, se usan las palabras así porque sí.
Consideremos los conceptos del sonido y la distancia, las palabras y la distancia en las que hemos estado viviendo. Se nos ha metido en la cabeza el concepto de distanciamiento social. En el tiempo de la historia de los leprosos, había un leprocomio donde se aislaba a la gente contaminada; hoy todo el mundo está contaminado, no con lepra, sino con coronavirus. Hoy, no nos segregamos de un pequeño grupo de personas, sino que nos distanciamos todos los unos de los otros. ¿Por qué distanciamiento social y no físico? Podemos entender que tengamos que distanciarnos físicamente, pero ¿por qué incluir el concepto de distanciamiento social y adiestrar al pueblo acerca de un distanciamiento social? Distanciamiento físico y distanciamiento social no son lo mismo. Dentro del distanciamiento social que se nos ha vendido como idea que tenemos que tener, es que están metiendo sonidos incorrectos para transformar a nuestra sociedad; están dando sonidos inciertos y, lamentablemente, la iglesia todavía no los ha entendido porque la misma iglesia no está dando los sonidos que tiene que dar en los momentos apropiados.
Tenemos que tener distanciamiento físico. Lo entendemos. Es lógico. Aún en tu casa, cuando tú te enfermas, tú te proteges, te separas, te aislas físicamente, pero socialmente no podemos aislarnos, no podemos separarnos socialmente y vivir distanciados porque la realidad es que el hombre no fue creado para vivir distanciado de una relación. El primer mal que vio Dios en esta tierra es que no era bueno que el hombre estuviera solo. Y sin darnos cuenta, mientras nos hemos distanciado socialmente, a través de Netflix, YouTube, la televisión, la serpiente les está hablando a tus hijos, a tu cónyuge, a tu familia, y tú no sabes qué voz ellos están escuchando. Puede ser que estén comiendo de la manzana incorrecta. Como resultado, eventualmente, pudiera ser necesario sí el distanciamiento físico, o tú pudieras terminar comiendo de la misma manzana que te separará de la presencia de Dios y del lugar correcto que Dios tiene para ti.
Cuando hay distanciamiento social, cuando hay separación, ahí es que el enemigo es capaz de meterse con las voces incorrectas, con las palabras incorrectas, y dañar el plan original de Dios para tu familia. Por eso es que el apóstol Pablo también decía que las malas amistades corrompen las buenas costumbres. Todo lo que hace falta es una mala amistad que ponga un pensamiento incorrecto en tus hijos para descarrilarlos. Y siempre es más fácil el camino a la perdición, que el camino al cielo. Siempre es más fácil perderte que salvarte. El problema de la gente, aún en la iglesia, es que quieren hacer el camino al cielo más fácil, cuando la realidad es que nunca ha sido fácil y nunca lo será.
La batalla mental para mantener tus pensamientos en orden no es fácil. Lo que hace falta es un mal pensamiento para que te deprimas por tres días, pero luchar para mantenerte positivo es algo que tienes que hacer veinticuatro horas al día. Por eso es que tienes que cuidar lo que ves, lo que oyes.