Reflexiones

Vida y comunión con el Padre

 

En Jesús todo inicia con el Padre; cuando en su adolescencia le dice a María de Nazaret y a José: “no sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar” (Lc. 2:49), desde aquí en adelante alegó él “es necesario”, estar en los negocios de mi Padre. Esta expresión muestra que Jesús tenía conciencia de su relación especial con el Padre, así como de su misión.

Los negocios del Padre son sus propósitos y asuntos, sus intereses. (Lc. 2:49). No es una simple decisión personal o de una reflexión. El hijo de Dios habla de un deber, no es que él quiera o no hacerlo, es algo que acepta, pero que va mucho mas allá de su voluntad personal, es el cumplimiento de una orden que le sustenta y sostiene, porque la voluntad del Padre es su vida, toda su existencia misma.

La vida de Jesús es un continuo ir al Padre, ya al final de su misión en la cruz gime exclamando: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lc. 23:46). Son las últimas palabras de quien, al hacer un balance de su vida, sabe que todo se ha consumado (Jn. 19:30). Tal y como le fue encargado por el Padre el gran planeador de la historia de la salvación. Jesús entrega el espíritu al Padre, al Padre sobre todo Padre, ante todo Padre, en quien tenemos seguridad absoluta al entregar el espíritu, por eso Jesús muere tranquilo, sabe dónde pone su cabeza, a quien le entrega su espíritu.

La gran revelación espiritual que Jesús vino a traer a este mundo es a Dios como Padre, una paternidad que nos enriquece, que nos libera, que nos protege y ampara, nos da refugio y esperanza, provisión y sentido de respaldo y eternidad.

Jesús sabía que entregar el espíritu al Padre no es entrar en la noche ni un salto al vacío. Es seguridad, certeza y firmeza de que el Padre acoge el espíritu de los que les aman y obedecen en este mundo, y Jesús es ese gran ejemplo. El Padre en el inicio, el Padre en el devenir, el Padre en el final de esta vida, el Padre en toda la eternidad. no poco Padre, no a veces Padre, no como un Padre, no es que se dedica a ser padre, es solo Padre, sobre todo y ante todo Padre, fundamentalmente Padre.

DE PADRE A HIJO EN EL JORDÁN
Que Dios se presentase como Padre no era novedad en Israel, el pueblo judío había tenido durante siglos el conocimiento y la experiencia de este amor paternal (Sal 9:9-10; Sal. 68:5 y Jer. 3:4), que en la forma aramea en el Nuevo Testamento  es “Abba”, que significa Papito, Padre, usada por Jesús en un sentido más íntimo en su relación con el Padre, como ningún ser humano la ha tenido con Dios.

Hijo de Dios: en la ley de Moisés todo Israel era considerado hijo del altísimo (Ex. 4:22 y Os. 2:1), y esa misma dignidad fue reconocido a los reyes y ungidos como representantes del pueblo ante Dios. Pero poco a poco esa realeza fue pasando al Mesías, que pasa a ser el único digno de ser llamado hijo de Dios. En el Salmo 2:7, el Mesías es llamado “Mi Hijo” mediante decreto del Dios de Abraham como signo de su predilección y misión. Al ser bautizado por Juan en el río Jordán, el Espíritu Santo descendió sobre Jesús en forma de paloma. El descendimiento del Espíritu Santo sobre el Señor es la investidura de la unción real en el hijo de Dios. La voz del Padre desde los cielos dijo: “Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia” (Mt. 3:13-17). Es una manifestación magistral de la paternidad de Dios, que le da profundidad, ternura y belleza como nunca antes. El término “hijo amado” hijo de Dios, tiene un alcance distinto al trato de Dios con sus servidores en la historia de la salvación.

Entre Jesús y el Padre existe un amor, una complacencia, una comunión y compenetración que es vida compartida. Esta intimidad constituye la más sublime revelación que Jesús hace de Dios, presentándolo a los hombres como Padre. A lo largo de su vida irá descorriendo este velo de la sublime paternidad de Dios.

LA UNIDAD DE JESÚS CON EL PADRE EN LA ORACIÓN IRRADIA SU PROFUNDÍSIMA ESPIRITUALIDAD
Oró y se abrió el cielo (Lc. 3:21); Oró al elegir a los 12 (Lc. 6:12); Alzó los ojos a lo alto antes de sanar al sordomudo (Mc. 7:34); Antes de resucitar a Lázaro (Jn. 11:41); Antes de multiplicar los panes (Mt. 14:19). No se alegra de sus éxitos, sino que la voluntad del Padre se haya cumplido. Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra (Mt. 11:25); Yo te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños (Mt. 11:25); Padre, te doy gracias por haberme escuchado (Jn. 11:41); Padre, no como yo quiero, sino como tú quieras (Mt. 26:39).

Toda su vida está llena de pequeñas oraciones de una conexión directa con el Padre y conforme a su voluntad. Estas son algunas particularidades de estas oraciones: a) Son oraciones en soledad sagrada: pide a sus discípulos que oren a su Padre en secreto (Mt. 6:6). Él oró solo en el monte (Mt. 14:23, Mc. 6:46 y Jn. 6:15). Además en su oración privada siempre se alejó de sus discípulos (Lc. 22:41). El Padre era su mundo, su realidad y su existencia, por lo cual dijo “yo no estoy solo (Jn. 8:16), porque mi Padre está conmigo (Jn. 16:32). Yo y el Padre uno somos (Jn. 10:30), yo sé que siempre me escuchas (Jn. 11:42). En la oración pontificial dice: Padre, llegó la hora de glorificar a tu Hijo (Jn. 17:1). Que sean uno, como  tú Padre estás en mí y yo en Ti (Jn. 17:20). Padre quiero que aquellos que tú me has dado, permanezcan siempre conmigo (Jn. 17:24),.

Jesús, tuvo una conciencia perfecta de la unidad de obediencia y de amor al Padre. En la oración modelo enseña a sus discípulos a orar diciendo: Padre nuestro que estas en los cielos (Mt. 6:9). Es padre de todos, no padre de individualismo; ningún hombre, ni grupos religiosos, credos, cultos, doctrinas, se puede adueñar de su paternidad. Jesús enseñó que Dios es Padre aún de los hombres más viles y malvados. Está en los cielos pero lo llena todo, conoce con detalle nuestras circunstancias y situaciones. Está profundamente interesado en nuestras necesidades, para responder con salvación, sanidades, milagros, prodigios, maravillas, prosperidad, realizaciones y cumplimiento de sueños, metas, planes y propósitos espirituales, personales, familiares, profesionales y de emprendurísmo.

LA IGLESIA TRIUNFANTE
El apóstol Juan dice: a los suyos vino, a los suyos no le recibieron  más a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios (Jn. 1:11-13). Al recibir a Cristo los creyentes mediante la fe en su nombre hemos recibido poder para ser hechos hijos de Dios, mediante el nuevo nacimiento que no acontece por descendencia física esfuerzo o voluntad humana, sino a través del poder de Dios. Es gracia infinita en Cristo Jesús , con la cultivación de la espiritualidad verdadera, tenemos una relación con Dios a través de Cristo. La intimidad con el Padre está a nuestro alcance.

El apóstol del amor reitera: mirad cual amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora somos hijos de Dios, aún no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. (1Jn. 3:1-3).

El amor que el Padre ha demostrado al hombre, específicamente a los que creen, al ser llamados hijos de Dios. Es amor ágape, término griego que alude al amor puro, transparente y fiel. Una clase de amor demostrado con la acción al enviar a su hijo eterno, para morir en una cruz humillante por todos nuestros pecados; resucitar para nuestro triunfo, ascender a los cielos y sentarse a la diestra de Dios en justicia para nuestra paz. Prometer que regresará por nosotros para llevarnos a las mansiones del Padre para esperanza. Viviremos por la eternidad en la casa de nuestro Padre con el cuerpo de gloria a semejanza del cuerpo resucitado del Señor Jesucristo el vencedor.

En tanto, en este mundo tenemos su protección, su cuidado y su provisión. Dios ha sido Padre amoroso y fiel para los que tenemos una relación diaria con él. Nos ha consolado, animado y alentado. Su pastorado maestro le ha dado sentido y significado a nuestras vidas. A él sea la gloria.

Pablo dice a los romanos: habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios. (Ro. 8:15-16).

A los corintios dice: gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo (1Co. 1:3). Y reitera a los efesios: bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él. (Ef. 1:3-4).

Gracias sean dadas al Padre del Señor Jesucristo, y Padre nuestro, por su don inefable, a él sea la gloria, el honor, la honra y el imperio por los siglos de los siglos. Amen.

UN MUNDO HUÉRFANO POR VOLUNTAD PROPIA
El apóstol Juan dice: no améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1Jn. 2:15-16).

El amor al sistema de cosas que satanás ha establecido en el mundo deja al hombre vacío del amor del Padre, porque ambos amores no pueden estar unidos. Se ama al mundo con la satisfacción de las pasiones temporales y la vanagloria de la vida, ó se ama al Padre celestial, que quien obedece su voluntad pertenece para siempre.

Tiene un vacío existencial, quien vive lejos del amor del Padre, sin paz, sin destino, sin su aliento, sin su cuidado, sin provisión eterna. Con falta de significado en la vida, con desesperanza, ansiedades, desasosiego, abandono y desamparo, así vive nuestro mundo. Un mundo huérfano porque no quiere la paternidad amorosa y comprensiva de Dios. Prefiere hacer su propia voluntad y vivir en vaguedades, sin visión de destino, en orfandad espiritual.

REFLEXIÓN FINAL
Jesús, le puso rostro, voz y carne al Padre, cuando lo reveló a los hombres como Dios cercano, tierno y comprensivo. Durante su vida fue corriendo el velo que le manifiesta como padre, cuya voluntad fue su existencia misma. Él es el hombre de la intimidad absoluta con el Padre, es el Hijo eterno. El estereotipo de la espiritualidad absoluta que enseñó a sus discípulos esa vida y comunión con el Padre, la rendición incondicional a su voluntad. Los cristianos de esta generación estamos desafiados a seguir el ejemplo del Señor, cultivando vida y comunión con el Padre en obediencia pronta y voluntaria en Cristo Jesús.

Aquellos que viven en orfandad espiritual por su propia decisión; les animo a tener una relación íntima con el Padre a través de Cristo. Dios no está airado contigo, solo desea que abras tu corazón para encontrarse contigo en Cristo y así establecer una relación diaria de amor. Gracia, misericordia y paz.

Pastor Luís Reyes

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba