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Vida plena por fe

El sentido de la vida plena se sustenta en la fe. No de la fe temporal que se acuerda de Dios sólo cuando la tormenta es inevitable, o la fe intelectual que se consuela en dar créditos como un ejercicio más del intelecto, sino de la fe salvadora, la que coloca a Cristo en el primer lugar de la vida, la fe que se desborda por encima de las dificultades. No hay vida plena en Cristo, si no hay plena fe.

¿Plena de qué?- preguntaría un impío. Quien no está en Cristo no puede entender esta plenitud. La Biblia dice que las cosas espirituales sólo pueden discernirse espiritualmente. Nuestra espiritualidad no proviene de nuestro entendimiento, ni de nuestros gustos por las bellas artes o nuestra inclinación por la poesía, la literatura o el buen cine, sino del Espíritu Santo. Así es la fe, la fe salvadora. La vida plena en Cristo no se somete a los designios de la voluntad propia, sino a los preceptos que apuntan con certeza que hay un Dios, vivo y que está entre nosotros. Esa es la fe que hemos recibido del Espíritu, que Cristo vino a buscar a los pecadores para redimirlos de la esclavitud del pecado y ofrecerles vida eterna.

Todos recibimos de su plenitud por los méritos de la cruz. La plenitud de vida en Cristo apunta a la cruz. El la ganó por nosotros y desde el principio ha sido la promesa para todos sus hijos. “De su plenitud todos hemos recibido gracia sobre gracia”. Juan 1.16

Si hay algo indispensable a que aferrarse en la vida en el Señor, es a la fe. La fe de que Él está presente siempre, que está al alcance de una oración de gratitud y amor, que es el auxiliador que no escatima tiempos para acudir a nuestro socorro. Sin fe es imposible agradar a Dios. La fe es como un río que desemboca en un mar de vida plena si Cristo ha sido el soplo que aventó las velas de tu corazón.

La Palabra lo confirma: “y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud”. (Col 2.10). La plenitud de vida en Cristo se vive por fe. No es un concepto vacío, sino una vivencia racional. Sin fe cualquier riqueza material se vuelve inestable, insegura. Los graneros que mejor se disfrutan son los que han sido llenados por la gracia de Dios en respuesta a nuestra fe. Estamos completos por su plenitud.

Mi oración es que la plenitud de Aquél que lo llena todo en todo (Ef 1.23) también te llene de su poder y lleve cautivos tus pensamientos al conocimiento real, por la fe, de una vida plena para su gloria.

¡Dios te bendiga!

Fuente:
Faustino de Jesús Zamora Vargas

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