Lo que para el hombre es fortuito y casual, para Dios es plan. En una ocasión Dios detuvo el sol en respuesta a una oración (Josué 10:13) para demostrar que la naturaleza obra según Su voluntad y está sometida a Su gobierno y soberanía. También para mostrar que la fe de su pueblo es la substancia sobrenatural que lo moviliza a hacer lo que parece imposible para que alcance la victoria. “…porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo. Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe” (1 Juan 5.4) Igual que trató con Josué, puede tratar con sus hijos de hoy. Y hasta puede “detenernos” intencionalmente para mostrar su gloria y evitar que nos deslicemos hacia el abismo de nuestra necedad. “Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que acaban por ser caminos de muerte” (Prov. 14.12 NVI)
Muchas veces la vida se parece a esos sueños que en que, aterrados por la angustia ante una situación que no podemos controlar, queremos dar un paso y no podemos; en nuestra mente sólo está el deseo de escapar a toda costa, pero algo incomprensible nos detiene, nos paraliza. En el mundo real esto sucede siempre que dejamos a Dios fuera de nuestras vidas y pretendemos asumir el control autosuficiente de nuestros actos. Es entonces cuando Dios nos detiene para recordarnos que Él es Dios y que sus proyectos son mucho mejores que los nuestros, que debemos confiar en su control porque su plan, aun con escenarios y algunos episodios que nunca vamos a comprender, es perfecto, como su voluntad es perfecta.
Dios detuvo el sol sobre el pueblo de Gabaón para que Israel infligiera una derrota definitiva contra sus enemigos (Josué 10). Así alargó la luz del día al detener el sol en su cenit por muchas horas hasta que la victoria de su pueblo quedó consumada. ¿Quién es nuestra luz? ¿Por qué tememos si decimos tener fe? ¿No venció la luz a las tinieblas? ¿No fuimos trasladados de las tinieblas a su luz admirable? “Yo, la Luz, he venido al mundo, para que todo el que cree en Mí no permanezca en tinieblas. (Juan 12.46.)
Las victorias del cristiano no son sus victorias sino las de Cristo. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! (1 Co 15.57). El único que ha dicho ser luz del mundo es Jesús (Juan 8.12) y el único que afirmó haberlo vencido es Jesús. Cristo alumbra en el cenit (en lo más alto) de tu vida y allí se detiene conforme a tu fe para darte la luz suficiente que te llevará a la victoria (tenemos un solo enemigo que fue derrotado en la cruz). Pídele que se detenga allí, bañándote de su luz y prométele que permanecerás bajo ella rechazando las tinieblas del mundo que no cesan de acosarte.
Y el día (la vida cristiana) te será más largo y próspero. Josué oró a Dios para que el sol se detuviera en favor de la victoria. Tu victoria será orar para que Jesús se detenga en ti y te bañe de su luz que trae bendición y vida eterna.
¡Dios te bendiga!