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En medio de un mundo convulsionado, donde la incertidumbre y los desafíos parecen multiplicarse, el llamado a velar y orar se vuelve más apremiante que nunca. El Salmo 61:1-5 nos recuerda que Dios es nuestra fortaleza y refugio, la roca más alta a la que podemos clamar en nuestra angustia.
Las naciones se tambalean, los corazones desfallecen y muchos han perdido el rumbo, pero quienes confían en el auxilio divino hayan seguridad bajo la sombra del Altísimo. En esta hora crítica, más que lamentarnos por lo que sucede, estamos llamados a ser vigilantes en la oración, intercediendo por nuestras familias, comunidades y naciones.
Velar y orar no es una simple recomendación, sino una necesidad espiritual. Es permanecer despiertos en el Espíritu, discerniendo los tiempos y actuando con sabiduría. No podemos permitirnos la distracción ni la tibieza; el enemigo avanza donde la oración se debilita, pero cuando el pueblo de Dios se une en clamor, el cielo responde con poder.
Hoy más que nunca, levantemos nuestras voces y corazones, reconociendo que sin la dirección de Dios nada podemos hacer. Que nuestra fe nos impulse a buscar Su presencia con fervor y a trabajar por un mundo donde el amor y la justicia sean la norma, y no la excepción.
¡El auxilio divino está disponible para aquellos que velan y claman! Gloria a Dios.