Cuatrocientos años antes de nacer nuestro Señor, el famoso poeta y dramaturgo trágico Sófocles de Grecia dijo en cierta ocasión: «la obra humana más bella es la de ser útil al prójimo». Nosotros los cristianos sabemos que llevaba razón, es una afirmación que valida hasta hoy nuestra manera de percibir y actuar en el mundo que nos ha tocado vivir de la mano de nuestro creador. No hay gozo que se asemeje a otro cuando podemos ser útiles al prójimo, al creyente, como hermano o hermana, para edificación y exhortación; al incrédulo para testimonio. El ministerio de Jesús estuvo enfocado hacia esa dirección. Pan al hambriento, sanidad al enfermo, consolación al que lloraba, bendiciones al pobre de espíritu, libertad al cautivo del pecado. El hacedor de maravillas puso sus espaldas para que el mundo descargara en ella sus penas y desventuras. Pero el mundo no le conoció. Todavía hoy, casi dos tercios de la población mundial le ignoran o le desechan.
Ser útil al prójimo tiene que ver con el amor, tiene que ver con el mandamiento supremo que nos dejó Jesús a todos sus discípulos. Veo la utilidad de la virtud cristiana cuando la solidaridad humana se desborda para hacer el bien sin esperar nada a cambio, cuando entendemos la miseria ajena y la hacemos nuestra y, por amor, compartimos los panes y peces de la provisión de Dios para tocar a menos miseria cada uno y hacer llevadera las cargas. La virtud cristiana, entiéndase como justicia e integridad en “aquel que nos trajo a su luz admirable”, es caminar abrazando al débil para que no caiga, circuncidando (cortando de cuajo) nuestro ego interior para brindarnos a los demás.
La Palabra de Dios nos estimula a ser peregrinos de corazón hacia los demás, vestidos con frutos de amor. Sin amor no hay utilidad al prójimo. Sin amor no hay virtud. Dios nos habla en 1 Corintios 13:3 cuando Pablo nos dice: “Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso”.
Las razones que me llevan a estas ideas provienen de los comentarios de todos los hermanos y hermanas que reciben su devocional diario a través de “Dios habla hoy”. Es hermoso constatar en estos comentarios, cómo el pueblo de Dios puede ayudarse, edificarse y exhortarse mutuamente en medio de los problemas cotidianos y comunes y otros, tan difíciles y privados, como aquellos que abordan las disfunciones familiares, las dificultades en el matrimonio, con los hijos, en fin, con la vida del aquí y ahora. Sin embargo, debemos ser cautelosos e inteligentes al ministrar al hermano o hermana. Lo que debe primar en su ministración es el amor, nunca el juicio que nos lleva a la contienda o la discusión. Así, no somos útiles al prójimo. Así, caemos en la condenación de la cual Cristo ya nos eximió desde que andamos sus caminos. Así, le hacemos juego al diablo. Bastante desunidos andamos ya con la locura de las denominaciones y las doctrinas de hombres que se pretenden extorsionar al pueblo de Dios a costa de sus inconsistencias.
Todos somos preciosos –valiosos – en el Reino de Dios. Cada hermano que pide consejo es una oportunidad que el Señor nos da de mostrar nuestro lado benigno y cristiano, haciéndolo con la convicción de que ninguno de nosotros es perfecto, pero aun así, llamados a edificarnos, aunque nosotros mismos, de vez en cuando, padezcamos de derrumbes espirituales. El real sacerdocio que tenemos como herencia, es sinónimo de compromiso en Cristo para velar, cuidar y levantar al hermano débil en la fe, al que busca el socorro de Dios en determinadas circunstancias, pero no sabe cómo hallarlo.
El mundo nos quiere ver derrotados, pero Cristo ya nos dio la victoria hace dos milenios. Esa victoria debemos enseñarla, tenemos que testimoniarla dando aliento y ministrando a los demás. Este hermoso intercambio de ideas – no siempre tenemos que coincidir plenamente con los criterios de todos los hermanos, pero sí respetarlos – que ha generado nuestro Sitio de la Congregación León de Judá está sirviendo para ello y nadie puede imaginar las cosas que puede hacer Dios cuando se une para orar y ministrarse mutuamente. Este Sitio y su espacio devocional “Dios habla hoy” debe ser un lugar de encuentros de todos nosotros, nunca de desencuentros. Hoy, muy especialmente, elevo una oración de acción de gracias por esta cita diaria con Dios de todos nosotros y porque el Señor bendiga ricamente al pueblo eterno de su pacto, firmado con la sangre que vertió en la cruz nuestro amado Salvador.