
Y dijo el SEÑOR: «Son un solo pueblo y todos ellos tienen la misma lengua. Esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible.»
Génesis 11:6
Les ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos se pongan de acuerdo, y que no haya divisiones entre ustedes, sino que estén enteramente unidos en un mismo sentir y en un mismo parecer.
1 Corintios 1:10
La unidad es esencial en la iglesia como miembros del cuerpo de Cristo. No podemos actuar de forma independiente, todos somos importantes y cada uno debe cumplir su función. Los líderes deben ser siervos humildes y dar el ejemplo. Nehemías es un ejemplo de cómo la unidad puede lograr grandes cosas. No podemos permitir la división en la iglesia.
Existe un dicho popular que dice: ‘Divide y vencerás’. Muchos de los que vivimos los años de estudio en escuelas de régimen interno (becarios) en Cuba, tuvimos que ponerlo en práctica en un intento desesperado por sobrevivir, sin darnos cuenta que formábamos parte de un plan dantesco con consecuencias que hasta hoy perduran.
Matrimonios divorciados, hogares destruidos, hijos sin padres y el listado se prolonga cada día más a consecuencia de la desestructuración del núcleo fundamental de la sociedad, la familia. Pero esta situación se extiende a otras áreas de nuestra vida y las relaciones humanas.
Los que tenemos la bendición de haber conocido a Cristo formamos parte de la familia de Dios. Toda la iglesia es un gran cuerpo del cual Cristo es la cabeza. (1 Corintios 12.12) Tenemos vida propia y guianza del Espíritu, todos los miembros son importantes y cada cual debe cumplir la función para la cual fue destinado, pues la obra de Dios es problema de todos.
No existe un cuerpo que pueda funcionar si cada órgano decide actuar de forma independiente, todos deben estar conectados entre sí para lograr armonía. (Romanos 12.5) Todas las partes del cuerpo de Cristo tienen importancia y a nadie le hace menos el hacer cualquier tipo de trabajo aunque sea un trabajo común. (1 Corintios 12.22-23).
He visto menospreciar el trabajo de algunos hermanos que sirven con amor al Señor haciendo las labores de servicio más humildes, sin embargo, es precisamente con estos humildes con quienes Cristo convivió en el tiempo que duró su ministerio, como dice la palabra en 1 Corintios 1.28 “y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es”.
Los altos líderes debieran ser los siervos más humildes en una iglesia, porque fueron escogidos por Dios para mostrar al rebaño la actitud que debe tener un cristiano con vocación de servir a los demás. Ellos deben ser ejemplo y no están puestos para recibir, sino para dar, “a fin de que no haya división en el cuerpo, sino que sus miembros se preocupen por igual unos por otros. Si uno de los miembros sufre, los demás comparten su sufrimiento; y si uno de ellos recibe honor, los demás se alegran con él” (1 Co 12:25-26)
Damos gracias a Dios porque aunque dentro del pueblo de Dios existen líderes que creen que el liderazgo les coloca en una posición de eminencia que les da derecho a un status elitista, también hay muchos siervos de Dios hoy que nada de esto les interrumpe su labor y la desarrollan con un espíritu positivo, con gran entusiasmo, dispuestos a ir más allá de lo que sus fuerzas les dan porque se sostienen como viendo al Invisible. (Hebreos 11.27)
Si alguien pudo palpar de cerca lo que un pueblo unido era capaz de lograr, ese fue Nehemías, el cual logró unir al pueblo de Dios en una obra para los propósitos divinos, reconstruir, desde sus ruinas, la las murallas de Jerusalén
La iglesia neotestamentaria es una unidad indisoluble, no podemos perder esto de vista. Tal como lo dijo el apóstol Pablo: “…Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia” (Colosenses. 1:18).
Somos los miembros del cuerpo de Cristo, esto nos obliga a mantenernos unidos, para apoyarnos unos a otros y poder llegar ante su presencia, limpios y sanos de espíritu, conforme a su voluntad.
Hagamos nuestras las palabras de Jesús: «Todo reino dividido contra sí mismo quedará asolado, y toda ciudad o familia dividida contra sí misma no se mantendrá en pie”
Lectura sugerida: Nehemías 3