Este domingo, Día de los Padres, como familia tuvimos el privilegio de asistir al culto en La IBI, donde el pastor Miguel Núñez compartió una palabra clara, directa y profundamente bíblica:
“La unidad y la edificación del cuerpo de Cristo es tu responsabilidad.”
Fue uno de esos mensajes que no solo se oyen, sino que se reciben con el corazón, porque vienen impregnados de la urgencia del cielo y la dirección del Espíritu Santo.
Al regresar, conversamos en su casa sobre lo escuchado, y en ese diálogo, sin exaltación humana ni emoción pasajera, el Espíritu trajo convicción. No se trató de recordar ideas propias o experiencias del pasado, sino de reconocer que cuando Dios habla, Él también confirma. Lo que fue sembrado años atrás bajo su dirección, hoy florece con mayor claridad. La unidad no es una opción ni una moda ministerial: es un mandato del Reino.
“Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación.”
Romanos 14-19
Esta exhortación paulina sigue resonando con poder. Y es que la unidad, cuando es guiada por el Espíritu y fundamentada en la verdad, tiene la capacidad de sanar, restaurar y edificar al pueblo de Dios. No estamos llamados a ser espectadores de una iglesia dividida, sino colaboradores en su edificación, procurando la paz que une, el amor que edifica y la verdad que transforma.
Hoy más que nunca, necesitamos volver a este principio. No para revivir viejas campañas o emociones, sino para responder al clamor de Dios que sigue diciendo a Su iglesia:
“Para que todos sean uno, como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti.”
Juan 17:21
Ese llamado no ha perdido fuerza. Sigue vivo. Sigue ardiendo. Y seguirá avanzando, generación tras generación, porque es el deseo del corazón del Padre.
“¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!
Porque allí envía Jehová bendición y vida eterna.”
Salmo 133-
