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Una vuelta a la compasión

Dice que el padre cuando el hijo aún estaba lejos, fue movido a misericordia. Otra versión dice lleno de amor y compasión. Creo que sin quererlo, sin que nos lo hayamos propuesto, hemos perdido la compasión. No creo que en la mayoría sea algo voluntario, ni siquiera consciente. Pero creo que la casa desordenada, las prioridades desordenadas, nos ha hecho perder no sólo la moneda, no sólo la oveja, no sólo al hijo menor, no sólo la confianza de Dios para que nos dé más, sino también hemos perdido la compasión.

Nos está pasando lo del sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano. Vemos al hermano caído y seguimos de lado. No hay quien no sepa la realidad de los creyentes apartados en Argentina. Es un dato que todos conocemos. Pero estamos siguiendo de largo. Por eso en este año, Dios nos llama a la compasión. Una vuelta a la compasión para que haya una vuelta masiva a la Casa del Padre. Dios nos tiene que dar un espíritu de gracia y de oración. Tenemos que dejar de lado el corazón duro del hermano mayor, el corazón insensible del sacerdote, el corazón tan ocupado en su ministerio del levita, y ser movidos a misericordia, ser llenos de amor y de compasión.

La mujer que perdió la moneda, encendió la luz. Encendamos la luz en la iglesia para ver qué nos está pasando. Luego barrió la casa, pongamos orden según el orden de Dios, lo primero primero: las personas, sus hijos apartados. Y luego la mujer dice que busca con diligencia hasta encontrarla. Otra versión dice: y buscará en todos los rincones, hasta encontrarla.

La compasión no es un sentimiento o una toma de conciencia solamente, sino que es lo que moviliza a instrumentar una acción diligente, en todos los rincones que no se detiene hasta encontrar a los extraviados.

Tenemos que hacer de nuestras congregaciones Casas del Padre, levantar en Argentina una red de Casas del Padre. Con programas activos, que nos ayuden a convertir la compasión, la prioridad de Dios, su dolor por sus hijos apartados, en una búsqueda diligente, cuidadosa, de todas las formas y que alcance el objetivo.

Lo tercero que hace la mujer es buscar. Y busca hasta encontrar. Porque Dios es un Dios de restitución. Tenemos que desarrollar un espíritu de clamor por las ovejas apartadas, de oración. Y de búsqueda que debe seguir hasta el encuentro de la persona con Cristo y con su Cuerpo. Y que hagamos de esto un tema central en la iglesia.

En la parábola del buen samaritano, este samaritano hace exactamente eso. Lo primero que le pasa es que es movido a misericordia. Danos Señor compasión por nuestros hermanos heridos, apartados, caídos, lastimados. Empecemos a orar a clamar por ellos.

En segundo lugar, el samaritano se acercó al caído. Mientras que el sacerdote y el levita siguieron de largo, éste hombre fue a donde estaba el caído. Tenemos que acercarnos. Cada uno de nosotros conoce a un hermano, a una hermana que no se congrega. De la propia congregación o de otra. Acerquémonos en compasión, en amor.

La tercera cosa que hizo fue vendar sus heridas. Muchos están lastimados por la vida, por las pruebas de la vida. Han sufrido. Algunos creen que Dios les falló. Necesitan de nuestro amor y de nuestras vendas. Que les sanemos. Que les pongamos vino sobre las heridas como hizo el samaritano, que los llene de alegría en lugar de amargura por lo vivido. Que les pongamos aceite, bálsamo sanador.

Otros están lastimados por la propia iglesia, por mal testimonio de los hermanos mayores. ¿Te preguntaste por qué el hijo menor se fue de la casa si el Padre, que representa a Dios, era tan bueno, amoroso y justo? Además de la responsabilidad personal del hijo menor, seguramente la actitud permanente del hermano mayor fue expulsiva para él. Hay muchos desilusionados con la iglesia, con los hermanos y su testimonio.

Con los pastores y líderes, que los usaron, abusaron, maltrataron. Y necesitamos arrepentirnos, pedir perdón a Dios, porque Jesús dijo que si yo soy causa de tropiezo a un hermanito menor, mejor me sería que una rueda de molino se me ate al cuello y sea echado al mar. Arrepentirnos. Pero también salir a vendar. No sólo pedirle perdón a Dios, sino a quienes lastimamos. Y si no tuvimos nada que ver, como el samaritano igual vendemos al herido, pongámosle vino y aceite sobre sus heridas.

La cuarta cosa que el samaritano hace, es que se lo carga sobre su cabalgadura. Al igual que el pastor con la oveja perdida. Dice el texto que el pastor que encontró a la oveja perdida contento la pone sobre sus hombros. Joachim Jeremias, uno de los máximos eruditos bíblicos dice que eso es algo habitual en ese contexto. Cuando una oveja ha estado extraviada andando de un lado para el otro y es hallada, agotada se tira al piso y no hay forma de hacerla caminar.

Así que el pastor la tiene que cargar sobre los hombros y llevarla de regreso al redil. El samaritano la carga sobre su cabalgadura. Necesitamos una iglesia que se ponga al hombro a los apartados, que cargue sobre la cabalgadura de sus programas al hermano apartado.

Cuando uno carga al hombro a alguien, es pesado. Es una carga. Y tenemos que saberlo. Pero tenemos que saber que es lo que Dios hizo por nosotros, cuando estábamos apartados de él. Y lo que otros hicieron con nosotros. Nos oyeron, nos cargaron, nos tuvieron paciencia.

La quinta cosa que el samaritano hace, es que lo lleva al mesón. Dios nos va a permitir acercarlos a las congregaciones, a los grupos. Tengamos un espíritu de receptividad, de aceptación, de amor. Muchos vendrán con pecados horribles, pero démosles aceptación. No aceptamos el pecado sino como Dios con nosotros, damos aceptación al pecador.

El operativo retorno, la vuelta a la Casa del Padre, es volver a amar a los perdidos. Y lo crucial es la actitud que tenemos hacia las personas.

Una vuelta a una iglesia que ama a los perdidos. Sean los que no conocen a Cristo como los que están apartados. Cuando alguien está perdido, su comportamiento, sus conductas, sus decisiones por lo general son contrarias a lo que Dios quiere.

Y muchas veces no hemos ido en busca del perdido por eso. Por “no juntarnos con los pecadores”. Pretendiendo que se comporten como cristianos antes de conocer a Cristo, o antes de volver a Él. Pero eso es imposible. Y hemos aún manifestado rechazo, en lugar de aceptación del otro. No hemos sabido diferenciar el pecado del pecador, y al igual que el Padre odiar el pecado pero amar al pecador. Y salir a buscar, correr, besar, abrazar al pecador.

El valor de la moneda perdida no era grande. Equivalía a 3 gramos y medio de plata. Pero esa moneda poco valiosa, era mucho para aquella mujer pobre. El valor de la moneda no estaba por su convertibilidad a oro o a plata. Sino por lo que significaba para la mujer. El valor se lo daba la mujer.

Nuestro interés y actitud hacia los perdidos y apartados, asigna valor a las personas. Debemos reconocer el valor de cada persona, asignándole nosotros el valor que su condición de pecadores no le da, que el sistema no le da, que la propia persona no se da a sí misma.

Y ver aún en el peor de los pecadores la dignidad de ser criaturas creadas a imagen y semejanza de Dios. De ver en cada una de las personas no importa en qué esté, alguien por quien Cristo murió. Y desarrollar como iglesia la cultura del Reino que es la cultura de la honra. No al pecado, sino a la imagen de Dios en cada persona.

La sexta cosa que el samaritano hizo fue cuidar de él. Les vamos a tener que dedicar tiempo, atención, cuidado. Volverán heridas, cansadas, mal, y habrá que atenderlas de manera especial. Se necesita de un liderazgo y de un pueblo que se cargue al hombro a los hermanos apartados y los cuide.

Y cuidarnos unos a otros los que estamos en la Casa. Esa es la nueva iglesia que Dios quiere revelarnos. Una iglesia que mentoree, que sane y que teja relaciones significativas entre sus miembros.

No voy a hablar de eso ahora. Porque Dios me dijo que compartiera hoy sólo su llamado urgente y prioritario a sentir lo que él siente por sus hijos apartados, su llamado a motorizar el operativo retorno de miles y miles. Su llamado a Redes de casas del Padre que se multiplique en todo el país.

Pero si la moneda se perdió en la casa, si la oveja se perdió estando en el redil, si el hijo menor se perdió cuando estaba en la casa, es importante que cuidemos lo que hacemos con los que están en la casa.

La séptima cosa que el samaritano hizo fue invertir dinero para que el mesonero terminara de cuidar del caído lastimado. Tenemos que invertir en ellos. Tiempo, dinero, programas, líderes. Vamos a tener que cambiar nuestros programas orientados hacia actividades y reorientarlos hacia las personas. Nuestros programas enfocados en la plataforma que produce asistentes, y orientarlos a convertir la iglesia en Casa del Padre, los grupos en casas del padres y la vida de todos en hermanos mayores con corazón de padres.

Ser movidos a misericordia y a compasión es algo bien activo y programático. Porque son millones los caídos, que tenemos que volver a traer a la Casa del Padre.

Conclusión: Nos espera un año de gran alegría: son muchas las veces que dice fiesta, alegría, gozaos. Pero sólo hay fiesta cuando la fiesta del cielo coincide con la de nuestro corazón y con la de nuestras congregaciones.

Dios nos lleva a una tierra nueva, la del nuevo año, la del nuevo lugar, la de la nueva iglesia en Argentina. Y dice que nos lleva allí para que la disfrutemos.

Tanto el hijo menor como el mayor no sabían disfrutar en la Casa del Padre, porque tenían una mentalidad de jornaleros y no de hijos. Uno, el menor, recapacita cuando está apartado y dice: Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.

Pero cuando llega a la casa del Padre, el Padre no le trata como un jornalero, sino como hijo. Lo abraza, lo besa, lo dignifica, hace fiesta por él, lo viste de vestiduras nuevas.

El hijo mayor también tenía la misma mentalidad. Porque cuando su hermano regresa y ve que el Padre hace fiesta por él, se llena de amargura. Y le dice al Padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos.

Al igual que un jornalero creía que merecía un cabrito por causa de que le había servido y no lo había desobedecido. Pero el Padre lo saca de la mentalidad de servidor, de obediente jornalero y le dice: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

Muchas personas se han apartado de la iglesia, porque se han sentido o las han hecho sentir como jornaleros y no como hijos. Como mano de obra para la visión que Dios ha dado. Pero es el tiempo que dejemos de ver a la gente como jornaleros, y empecemos a ver a la gente como hijos. Y que la casa deje de ser la casa donde trabajan jornaleros y se convierta otra vez en la Casa del Padre en la que todos disfrutamos de ese privilegio de ser hijos.

Dios nos llama con vehemencia, con urgencia, a que sintamos lo mismo que él por sus hijos apartados y que nos movilicemos en el operativo retorno, en la búsqueda de los apartados y perdidos, y convirtamos las congregaciones, en Casas del Padre.

Quiero decirte que no sólo hay un hijo perdido, una oveja perdida, una moneda perdida. Si no reaccionamos seremos una iglesia perdida, porque si la iglesia son las personas, y dos de cada tres están dispersos, es la iglesia la que está perdida.

Pero por algo más. Si los dejamos perdidos entonces somos una iglesia perdida. Si nos quedamos con las 99 ovejas diciendo: “Bueno, se me perdió una, pero tengo 99, no sólo muestro desamor por la descarriada sino que no tenemos interés por ninguna de las ovejas.

Hemos aceptado ser la iglesia de las 99, y cuando uno acepta eso, se convierte en la iglesia sin ovejas. El afán por ganar a las multitudes, a muchos, nos ha hecho olvidar a la oveja perdida. Los balidos de las muchas ovejas del rebaño terminan insensibilizando el oído del pastor y ya no percibe que hay una que falta. Allí es cuando el perdido, es el pastor y no es sólo la oveja.

Por eso quiero animar todos los miembros de la Iglesia del Centro, y de la Iglesia de Argentina, a que hagamos de esto, junto con la evangelización de los perdidos, las dos prioridades de este año.

Los hermanos que hemos permanecido en la casa del Padre, tenemos que alegrarnos con que el Padre recupere a sus hijos perdidos. No temas ser de las 99 que son desatendidas. No temas que el énfasis, el programa, los objetivos de la iglesia sean los perdidos y extraviados.

No temas a que por la oveja perdida seas descuidado. La búsqueda del apartado será tu mejor garantía. El amor e interés por los apartados es la única garantía que habrá amor e interés por vos también. Es la garantía de que estoy en una iglesia sana en donde las personas son prioritarias. Sólo cuando las 99 somos “dejados” por la una, es que podemos estar seguros de estar en una iglesia en la que cada vida es importante, y por lo tanto la mía también.

Nos espera un retorno glorioso de miles y miles, que sentirán que son la única oveja, por el amor y cuidado de sus hermanos. Aquí y en todas las congregaciones del país que se conviertan en Casas del Padre.

Cuando el hijo menor regresa, el Padre dice: hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.

Mi hijo muerto era. Los muertos no pueden hacer nada. Ni siquiera orar. Somos nosotros los que tenemos que hacer por ellos. Para los fariseos que escuchaban, esa gente ya estaba definitivamente perdida. Estaban muertos y eran irrecuperables. Jesús nos dio autoridad y nos ordenó: “resucitad muertos”, y no sólo lo decía para los que físicamente murieron, sino para los que no conocen a Cristo y a aquellos que habiendo conocido a Cristo como el hijo menor se apartaron.

Yo hoy declaro: ¡Van a resucitar! Dios me habló con el siguiente pasaje maravilloso de Filemón 15: Porque quizá para esto se apartó de ti por algún tiempo, para que le recibieses para siempre.

Vamos a creer, declarar, orar y recibir para siempre a todos los apartados. ¡¡¡¡En todo el país crean esto!!!!

Permíteme cerrar con una aplicación personal, para tu vida, para vos. Y luego vamos a consagrar nuestras vidas al Señor en este nuevo año. Estamos aquí el primer día del año, porque como dice la Palabra venimos ante Dios para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes (Esdras 8.21).

Así que vamos a terminar orando y consagrando nuestro año a Dios y experimentaremos que pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio (8.23).

Primera aplicación a nivel personal Volvé a la Casa del Padre. La parábola del hijo pródigo es para que vos te identifiques con los tres personajes. Vos sos el hermano mayor que corre el peligro de endurecer su corazón y no disfrutar de la vida cristiana. Dios te introduce a un año nuevo, a una nueva tierra, a un nuevo templo, a un nuevo tiempo y serás parte de una nueva iglesia, para que disfrutes. No sos un jornalero. El Padre te dice: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.

Abandona la mentalidad de jornalero y disponete a tomar todas las cosas que precises porque si son de Dios son tuyas. En lo afectivo, en lo familiar, en lo material, en lo laboral. Creé. Deja el nivel de fe para cabritos y entra en el nivel de fe de todas las cosas del Padre. Estás y sos parte de la Casa del Padre. Disponete a disfrutar de todo lo que es de Papá.

Segundo, al mirarte al espejo de las parábolas, vos también sos el hijo menor. Busca camino derecho para vos durante todo este año. Todos podemos apartarnos. El que esté firme mire que no caiga. Busca camino derecho para tu vida. No dejes ni un domingo de congregarte. A menos que sea una emergencia. No la cancherees, el diablo anda como león rugiente buscando a quien devorar.

No te apartes en nada. Cada vez que das un paso atrás, que en algún área aflojás, te enfrías, cedes terreno, dejás espacio para que el espíritu que se fue cuando viniste a Cristo, vuelva con siete espíritus más y tu estado será peor en esa área. No bajes la guardia. Vístete de toda la armadura de Dios. No vuelvas atrás, y si te enfriaste en algo, si cediste terreno en alguna área de tu vida volverte a la Casa del Padre. Dios te será propicio y te hará andar por camino derecho.

Tercero, aprende a recuperar lo perdido en tu vida. Dios te quiere restituir este año todo lo perdido. Aprende a recuperar. Enciende la luz, y analiza por qué perdiste esa relación, ese trabajo, ese recurso, esa oportunidad, esa unción, esa santidad, esa comunión, ese ministerio, esa pasión, esa paz, esa alegría.

Barré. Saca de tu vida todo lo que en el pasado te estorbó y te hizo perder. Ordena tu casa, tu vida en función de las prioridades de Dios. Tu casa desordenada fuera de las prioridades de Dios, te está haciendo perder lo valioso. Busca. No te resignes. Toma la iniciativa y recupera lo que perdiste. Como el buen samaritano, acciona con pasos claros para sanar esa área de tu vida, para restaurar esa relación, invertí en recuperar, porque Dios te lo quiere restituir.

Cuarto. Vamos a buscar camino derecho para nuestros hijos, para nuestros seres queridos. Acordate que el hijo pródigo se perdió en la casa. Que la moneda se perdió en la casa, y que la oveja se perdió estando en el redil. No esperes a que tus hijos se pierdan, a que tu matrimonio se pierda, que tus seres queridos se pierdan. Cuida de lo que pasa en tu casa. Nunca se pierden en el mundo, sino primero en casa. Lo que le das de atención a tus hijos, lo que le das de amor, de valoración, de respeto, lo que ven en vos y en tu cónyuge, el verte a vos orando, el verte a vos leyendo y viviendo la Palabra, hace que tus hijos, tus seres queridos se queden siempre en la Casa del Padre y disfruten.

Quinto, Dios te quiere usar para que seas un hermano mayor de los apartados, pero con corazón de padre, de madre. Para eso te quiere sanar a vos de la paternidad que sufriste de niño. Este es el año de la sanidad. En la Palabra que hace mucho Dios nos dio para este tiempo, Jeremías 30 dice que Dios nos dará sanidad y sanará todas nuestras heridas. Este tiene que ser definitivamente el año en que vuelvas a la Casa del Padre y recibas su sanidad.

Al buscar camino derecho para tus hijos, para tus seres queridos, recordá, que como Dios te quiere usar para restaurar la vida de los hijos de Dios apartados, también Él te promete que se hará cargo de tus hijos, de tus seres queridos. Dice el texto de Jeremías: yo te salvo de lejos a ti y a tu descendencia… y serán sus hijos como antes. Ocúpate de los hijos de Dios, que Dios se ocupará de tus hijos. A los que están en su camino, los cuidará, y a los que están lejos los traerá de regreso a la Casa del Padre.

Y por último, de la misma manera sucederá con tus bienes. Vinimos en este primer día del año a buscar camino derecho para nuestros bienes, también. Invertí este año en servir al Señor restaurando la vida de los hijos de Dios apartados, invertí tiempo, dinero, en los hijos de Dios, que Dios te promete que te dará camino derecho, y te dará tiempo, bienes, crecimiento para que este nuevo año sea un tiempo de mucho disfrute en tu vida. Hoy Dios me recordó la profecía de Hageo.

Cuando el pueblo se quejaba de que sembraba mucho y cosechaba poco. Que no les iba bien en lo material. Y Dios les dice que sembraban mucho y cosechaban poco, porque estaban ocupados de lo de ellos y la casa de Dios estaba sin restaurar. Las piedras vivas de la casa del Padre están esparcidas por toda la ciudad, son los creyentes apartados. Y Dios me dijo, si toman mi dolor, mi prioridad, mi urgencia, nada de lo que necesiten, nada de lo que busquen, nada de lo que quieran, les faltará. No sólo tendrán cabritos, sino todo. Pero primero restauren mi iglesia perdida.

 

Pastor Daniel González

 

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