La gente exitosa tiene la doble capacidad de pensar positivamente y obrar concretamente. Pueden ir fluidamente de la concepción a la acción. Convierten sus visiones en esfuerzos concretos. No se quedan en el terreno de lo teórico y visionario. Proceden del sueño a la realidad con admirable fluidez. Se trazan un plan, aunque sea rudimentario e instintivo, y proceden a implementarlo disciplinadamente, una humilde acción a la vez, a lo largo del tiempo, hasta verlo realizado en toda su plenitud.
Joel Barker ha declarado: “Visión sin acción es un mero sueño vano. Acción sin visión es un mero desperdicio del tiempo. Visión con acción puede cambiar el mundo”. Si tus visiones y tus confesiones no están acompañadas de una voluntad férrea para implementarlas una pieza a la vez, nunca podrán afectar el mundo. Se quedarán en la estratósfera, como fríos astros incapaces de arrojar luz o calor sobre tus circunstancias.
Napoleón Hill, uno de los grandes motivadores de nuestro tiempo, declara: “Primero viene el pensamiento; luego la organización de ese pensamiento en ideas y planes; finalmente, la transformación de esos planes en una realidad”. Tenemos que combinar la capacidad para soñar con la disciplina para ejecutar. Lo que transforma un mero sueño en una visión inspiradora y factible es la energía para traducirla en un plan de acción, la capacidad para dibujarla en tres dimensiones, con sus partes constituyentes, e incorporarla disciplinadamente a la dimensión del tiempo y el espacio. Esta es, quizás, la parte más importante, la etapa crucial, y aquella en la cual la mayoría de la gente fracasa. Los sublimes barcos de la grandeza frecuentemente se estrellan contra los arrecifes de la especificidad.
Aférrate a los sueños que Dios ha puesto en tu corazón y procede a incorporarlos a la dimensión del tiempo y el espacio con paciencia y determinación. Comienza con lo que tienes a la mano, y el sueño mismo te irá guiando paso a paso hasta convertirse en una hermosa realidad. La vida siempre respeta y se alía con el visionario que está dispuesto a pagar el precio y lanzarse a realizar sus visiones una humilde acción a la vez. En las luminosas palabras de San Francisco de Asís, uno de los mayores y más excelsos visionarios de toda la historia: “Comienza haciendo lo necesario; luego, haz lo que es posible; y de momento, te encontrarás haciendo lo imposible”.