“5 Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación. 6 Ahora pues, hermanos, si yo voy a vosotros hablando en lenguas, ¿qué os aprovechará, si no os hablare con revelación, o con ciencia, o con profecía, o con doctrina? 7 Ciertamente las cosas inanimadas que producen sonidos, como la flauta o la cítara, si no dieren distinción de voces, ¿cómo se sabrá lo que se toca con la flauta o con la cítara? 8 Y si la trompeta diere sonido incierto, ¿quién se preparará para la batalla? 9 Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire. 10 Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. 11 Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí.” 1 Corintios 14:5
La gente no entiende el poder, el efecto de una palabra, del lenguaje. Pablo dice: hay gente que habla cosas inciertas, utilizan el lenguaje de una manera, no se dan cuenta el efecto que esto tiene en la vida de una persona.
Puedes ir al campo, oír el río y los pájaros y relajarte, pero si oyeras tráfico en su lugar, no te relajarías. Sería imposible concentrarse siquiera de esa manera. Ese sonido lo esperamos en la ciudad; pero si en la ciudad, en lugar del tráfico, te pones unos audífonos, puedes comenzar a escuchar el río y los pájaros. En este tiempo, la gente usa audífonos para cancelar sonido, para evitar lo que hay a su alrededor porque tú puedes crear paz en tu vida, aunque en tu mundo haya caos. El problema de la gente es que quieren ver el lugar hermoso, aún oyendo en su corazón y en su mente, cosas totalmente contrarias; y jamás podrás traer paz al corazón de una persona, con las palabras incorrectas, con el lenguaje incorrecto, y oyendo las cosas incorrectas. Cada vez más en tu vida, si de algo tienes que tener cuidado, es de las cosas que oyes. Poco a poco, el mundo está aprovechando los distanciamientos que tenemos para poner ideas erróneas en nuestra mente y corazón.
Una de las cosas más desastrosas que nos han metido en la cabeza es el famoso distanciamiento social. Para evitar la pandemia, no hace falta el distanciamiento social, lo que hace falta es distanciamiento físico; son dos cosas totalmente diferentes. Pero ¿por qué se le añade la palabra social a la palabra distanciamiento? Porque detrás de todo eso hay una agenda, un pensamiento para insertar cosas negativas. Todo lo que bastó para que el pecado entrara en esta tierra, fue que Eva empezara a escuchar una serpiente. Cuando ella oye la voz incorrecta, termina comiendo del fruto del árbol que no podía comer.
Si de algo tú tienes que cuidarte hoy es de los sonidos, de las palabras que estás oyendo, del sonido que estás escuchando en tu vida, que influencia todo tu ser.
Al principio de la cuarentena, todos nos encerramos en familia, así que el distanciamiento físico de nuestra familia, se acabó. Tu trabajo, el estudio, te distanciaba físicamente de tu familia. Tú siempre quisiste tener más tiempo con tu familia. El problema es que, cuando la cuarentena nos obligó a meternos en la misma casa, nos dimos cuenta de cuán distanciados socialmente estamos. ¿Por qué nos distanciamos socialmente? Cada uno tiene un televisor en su cuarto, oye cualquier cosa, y cuando nos sentamos a la mesa físicamente, nuestros pensamientos están en lugares diferentes. Entonces, el padre no sabe cómo trabajar con su hijo porque sabe que piensa diferente y se le puede tornar rebelde, y el padre quiere el amor del hijo, pero si hubiera estado pendiente a la serpiente de Netflix, Fornite, pudiera haber prevenido. Tú tienes que saber qué se está viendo, qué se está escuchando; cuando los muchachos se ponen audífonos, no necesariamente es música lo que están escuchando; están hablando con gente en todas partes del mundo, y tú no sabes las ideas que les puedan estar poniendo en la cabeza. Tengamos cuidado con los sonidos que está oyendo nuestra familia porque puede ser que, viviendo juntos, estemos bien distanciados socialmente por las ideas que se han puesto en nuestros corazones.
“Después que hubo terminado todas sus palabras al pueblo que le oía, entró en Capernaum. 2 Y el siervo de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir. 3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo. 4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga. 6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; 7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano. 8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. 9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. 10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.” Lucas 7:1-10
Este hombre provoca que Jesús vaya a su casa, y cuando ya Jesús está llegando, lo detiene y le dice: no entres; a la distancia, di la palabra; no soy digno de que llegues a mi casa; y la razón por la que tengo fe es porque soy hombre bajo autoridad, conozco lo que es autoridad, y sé que tú tienes más autoridad que la que yo tengo; si mis palabras mueven las cosas, traen resultados, si con mis palabras muevo a la gente, tus palabras tienen más poder que las palabras que yo tengo, así que di la palabra y mi siervo va a sanar. Jesús oyó esto y quedó sorprendido, dijo que nunca había hallado tanta fe en ningún lugar. Jesús aprovechó la oportunidad para enseñar a aquellos a su alrededor. Les dijo: miren a este hombre; a la distancia, una palabra. A la distancia, este hombre oyó de Jesús, y lo que oyó de Jesús a la distancia fue suficiente para provocar fe en su vida y pidiera al Señor un milagro. Lo que sorprendió a Jesús no fue que le pidiera algo, sino cómo se lo pidió. El problema de la gente es que piensa que la fe es una varita mágica para pedir cosas y pedirle a Dios que haga montones de cosas por ellos. Este hombre pidió, pero eso no fue lo que impresionó a Jesús, sino que le pidiera de una forma que nadie le había pedido. La manera en que pidió, lo que nos demuestra es la convicción que había en el corazón de este hombre.
Fe no es tratar de pedirle a Dios ni de convencerlo que haga algo. Verdadera fe es cuando Dios te convence a ti. No es lo mismo.
Fe no es la que tienes cuando te atreves a pedir algo. Este hombre no demostró fe cuando pidió al principio. Lo que movió a Jesús en un principio fue que los judíos le rogaron que fuera. Aquella petición fue tan insistente, que Jesús comenzó a caminar. A Jesús no le sorprendió que un soldado romano lo estuviera buscando; lo que sorprendió a Jesús es que este hombre lo manda a detener, y le demuestra la convicción que tiene.
Fe no es saber pedirle a Dios, tratar de convencer a Dios de que te haga un milagro. No es pedir, sino cómo pedir, es basado en qué estás pidiendo, es por qué estás pidiendo. Por eso es que la verdadera fe no convence a Dios, sino primero a ti; y después que tú estás convencido, entonces, tu vida cambia.
Eso es lo que dijeron los jóvenes hebreos. Cuando los iban a tirar al horno de fuego, dijeron: sabemos que Dios nos va a librar; sabemos que puede, pero si no nos libra, comoquiera no vamos a adorar a ningún otro Dios. En otras palabras, ellos estaban tan convencidos de Dios en el interior, que no importa lo que pasara, lo que ocurriera, ellos sabían que Dios era capaz; si no lo hacía, Dios tendría alguna razón, pero eso no les haría dudar del Dios al que le sirven porque estaban convencidos de quien era Dios en sus vidas.
Mantenerte firme porque estás convencido, eso es fe. Y desde ese lugar de convicción, donde te sales de la norma, llamas la atención de Dios porque eso no lo ha visto en ningún lugar. Tu convicción y tu persuasión interna debe ir por encima de lo que todo el sistema quiere hacer.
Aquel que se mantiene firme, en medio de lo que los otros dicen, esa persona tiene una persuasión diferente.
Cualquiera puede pedir. A Jesús le impresiona cómo pidió, por qué pidió; mientras otros lo hubieran obligado a llegar a la casa, este hombre no usó su poder natural para obligarlo; es más, llegando Jesús, lo mandó a detener. Y a Jesús le impresionó eso. No todo el mundo se acercaba a Jesús de la misma manera. Pero estas ideas son revolucionarias para algunos.
Quieren que vayamos al hospital y sanemos a todos los enfermos, pero nosotros imitamos a Jesús y él no sanó a todos; fue al estanque de Betesda y a uno le dijo: levántate. Y ¿qué pasó con los demás? ¿Por qué los demás no se sanaron? Era Jesús el que estaba ahí. ¿Por qué nos piden lo que Jesús no hizo? Lo que Jesús hizo, lo hizo con un grupo de personas en particular, que se salieron de la norma porque escucharon una palabra diferente y reaccionaron diferente a los demás. Él no hizo cosas simplemente por complacer a la gente. Pero lo que se nos dice en la calle, no concuerda con el Jesús que vemos en esta palabra. El sonido que tú oigas, te va a desconcentrar. El problema más grande que tienen los cristianos es que han dejado de hablarse a sí mismos. Te quedas callado, no te convences a ti mismo, y dejas que todo el mundo te convenza. Tú lo que tienes es que darle gracias a Dios por la casa que tienes, por el carro que tienes, que en medio de la crisis, de la pandemia, has disfrutado de bendición, has comido. Pero en tu mente, lo que tienes es que este mundo está mal, que se va a acabar, se va a perder. Tú tienes que saber que este mundo no acaba destruido; miles de años atrás, Dios hizo un pacto y dijo que el planeta no se vuelve a destruir, así que este planeta no se va a destruir. Y lo segundo que no se va a destruir es la iglesia. Van a desaparecer civilizaciones; los egipcios desaparecieron, los romanos, los griegos, los mismos israelitas en un momento dado, porque las culturas cambian, las civilizaciones desaparecen, los gobiernos cambian, las estructuras geopolíticas van a cambiar, pero lo único que no va a desaparecer es que Cristo dijo bien claramente que las puertas del infierno no prevalecerán contra la iglesia. Y hay un grupo de gente que Dios está levantando por encima de lo que la gente piensa allá afuera.
Tú no tienes por qué estar desesperado. Dios no es loco. Él va a sorprenderte con algo más adelante. Él siempre tiene un José, un Moisés dentro de Egipto, un Nehemías dentro de Babilonia; siempre tiene gente en los lugares correctos, y de los lugares que tú menos piensas, Dios va a levantar personas que van a restaurar este mundo. Tú lo vas a ver. Puede sonar demasiado optimista, pero eso es lo que vemos en la palabra de Dios, y si tú no estás persuadido de eso, así vas a vivir.