Muchas veces nosotros no sabemos a quien acudir cuando estamos enfermos. Buscamos a los médicos porque confiamos más en la ciencia que en el Señor. Pero en este estudio veremos que lo único que necesitamos es un toque del Maestro para ser sanados.
Texto base:
Mateo 8:14-15 “Vino Jesús a casa de Pedro, y vio a la suegra de éste postrada en cama, con fiebre. Y tocó su mano, y la fiebre la dejó; y ella se levantó, y les servía”.
I. ¿Por qué Jesús vino a la casa de Pedro, y que lección nos quiere enseñar?
1. “Vino Jesús a casa de Pedro”
Cuando tenemos la oportunidad que Jesús venga a nuestra vida no tenemos que desaprovecharla. El Señor nunca llega a una casa o a una persona sino tiene un propósito especial en la vida de esta persona.
2. “Vio a la suegra que estaba postrada en cama con fiebre”
El Señor ya sabía que la suegra de Pedro estaba enferma, pero de todas maneras Él tenía que venir a esta casa y estando ahí tenía que aprovechar para darnos esta lección.
3. “Tocó su mano Y la fiebre la dejó”
Este es el toque del Maestro. En los evangelios encontramos varias ocasiones donde Jesús tocó a personas para que fueran sanadas. Cuando el Señor nos toca siempre sucede un milagro, nuestras vidas cambian, yo no seguimos siendo los mismos. El Señor tiene el poder de transformar vidas.
4. “Y ella se levantó y le servía”.
Aquellos que se recobran de una fiebre, comúnmente están débiles y endebles por un tiempo después de sanar; pero lo importante que nos muestra aquí es que esta sanidad fue sobrenatural, porque al instante la mujer estaba tan bien que dice la Biblia que le servía.
II. Otras ocasiones donde el Señor tocó a personas para que fueran sanadas.
1. Mateo 9:27-30 “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! 28 Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor. 29 Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho. 30 Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa”.
Es extraordinario notar que de todos, este es el único caso en la Escritura en que personas ciegas pidieron a Jesús la restauración de la vista y la consiguieron, se dirigieron a él llamándolo por el título mesiánico tan bien conocido de “Hijo de David”
¿Pudiera ser que la fe de ellos descansara en tan grandes promesas como la siguiente: “Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos” (Isaías 35:5)?
V. 28 Parece que Jesús tardó su respuesta para probar su fe y su paciencia, vinieron a él los ciegos—lo que sin duda deseaba él, y Jesús les dice: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dicen: Sí, Señor—Sin duda, el propósito de nuestro Señor fue no sólo poner la fe de ellos a prueba por medio de esta pregunta, sino hacerla más profunda, aumentar la expectativa de su curación, y así prepararlos a recibirla
V. 29. Entonces tocó los ojos de ellos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho—No quiso decir: “Recibid una curación proporcionada a vuestra fe”: sino, “Recibid esta curación concedida a vuestra fe”. De este modo ellos llevarían consigo, en su visión restaurada, un sello precioso de la fe que trajo la curación de su Señor compasivo.
V. 30. Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente—La expresión es muy fuerte, indicando que no había llegado todavía el tiempo para hacer público sus milagros por causa de los sacerdotes y del conflicto político que se vivía en Israel.
2. Marcos 7:32-35 “Y le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que le pusiera la mano encima. 33 Y tomándole aparte de la gente, metió los dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua; 34 y levantando los ojos al cielo, gimió, y le dijo: Efata, es decir: Sé abierto. 35 Al momento fueron abiertos sus oídos, y se desató la ligadura de su lengua, y hablaba bien”
V. 32. Y le traen un sordo y tartamudo, y le ruegan que le ponga la mano encima—Parece que estas personas, con el deseo de ser oídas, eran demasiado ardientes en su petición. Aun que generalmente el Señor obraba como los demás le sugerían, él trata este caso obró según su propio criterio.
V. 33. Y tomándole aparte de la gente—como lo hizo en otra ocasión: “tomando la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea” (cap. 8:23), probablemente para fijar la atención en su persona y, por medio de ciertos actos que estaba por hacer, despertar y dirigir su atención a la fuente propia de alivio. Metió sus dedos en las orejas de él—Como su articulación indistinta provenía de su sordera, nuestro Señor primero corrige ésta. Al paralítico de Bethesda dijo Jesús: “¿Quieres ser sano?”; a los ciegos preguntó: “¿Qué queréis que haga por vosotros?”, y también “¿Creéis que puedo hacer esto?” (Jn_5:6; Mat_20:32; Mat_9:28). Pero como este hombre no podía oír nada, nuestro Señor hace uso de actos simbólicos sobre cada uno de los órganos afectados. y escupiendo, tocó su lengua—mojando la lengua seca del hombre con la saliva de su propia boca, como si con esto aceitara el órgano inútil para facilitar su movimiento libre; indicando así que la fuente de la virtud sanadora era su propia persona. Esto nos demuestra que todo lo que mana de Jesús tiene poder.
V. 34. Y mirando al cielo—siempre reconociendo al Padre, aun cuando veía que la virtud fluía de él mismo—gimió Ephphatha: que es decir: Sé abierto—
V. 35. Y luego fueron abiertos sus oídos—Esto se menciona antes, por ser la causa directa del otro defecto—y fué desatada la ligadura de su lengua, y hablaba bien—La curación fue tan instantánea como perfecta.
III. ¿Qué nos enseña Jesús?
Que su poder no tiene límite
Que tenemos que ser nosotros quienes le pidamos el milagro
Que tengamos fe en Él.
Que Él puede ocupar toda clase de medios para concedernos nuestra petición.
Que lo único que necesitamos es un toque del Maestro.
Si usted ha escuchado o leído este mensaje y usted necesita un toque del Maestro para que El lo pueda sanar, solo tiene que recibirlo como su Salvador personal. Para esto solo tiene que hacer una oración sencilla:
Señor Jesús, yo te recibo hoy como mi único Salvador personal; creo que eres Dios, que moriste en la cruz por mis pecados y que resucitaste al tercer día. Me arrepiento, soy pecador. Perdóname Señor. Gracias doy al Padre por enviar al Hijo a morir en mi lugar. Gracias Jesús, por salvar mi alma hoy. En Cristo Jesús mi Salvador. Amen