Cuando hablamos de la preciosa semilla, hablamos de lo valioso, de lo que es especial para ti, de lo que es importante, necesario, de lo que realmente tú aprecias y que, cuando Dios te mira, también lo ve con mucho valor.
La conversación entre Dios y Abraham, en Génesis 22, es magistral. Llega un punto en la relación entre Dios y Abraham, en que Dios le puede pedir algo tan especial; decirle: Abraham, dame a tu hijo, a tu único, Isaac, a quien tú amas.
Tenemos que recordar que ya Abraham había tenido que dejar ir a Ismael, con mucho pesar; y le quedaba Isaac. Y Dios le dice: Ese es el que yo quiero, el que tú amas.
Dios es quien determina lo que es valioso en nuestros corazones. Él sabe lo que es valioso, así que tú no puedes ofrecerle cualquier cosa porque no lo puedes engañar. Él sabe lo que realmente, dentro de ti, es importante. Y la manera en que Dios mide las cosas es diferente a como el mundo las mide.
“41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca; y muchos ricos echaban mucho. 42 Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante.” Marcos 12:41-42
Jesús estaba frente al lugar donde se echaban las ofrendas. Aquel era un acto público. Muchos tiraban sus monedas para que sonaran más fuerte, para impresionar a la gente; no estaban enfocados en darle a Dios lo apropiado. Jesús se para allí a observar, y la ofrenda de una viuda llamó su atención. Aquellas monedas no hicieron el ruido que hizo la ofrenda de otros, pero aquella viuda llamó la atención de Jesús, quien aprovechó para enseñar a sus discípulos una gran lección, que sigue siendo importante para nosotros hoy.
Una gran lección
Jesús pregunta a sus discípulos quién dio más. Ellos no supieron qué responder. ¿Cómo iban a saberlo? Y Jesús les dijo que aquella viuda había dado más que los demás porque los demás habían dado de lo que les sobraba, mientras ella dio de su necesidad.
La forma en que Jesús miró la ofrenda de aquella mujer no fue por la cantidad echada en el lugar de las ofrendas. Eran don blancas, eran pequeñas. La gente usualmente hacía ruido al echar su ofrenda para llamar la atención de todo el mundo, pero en esta ocasión no fue así. Aquellas dos blancas probablemente ni hicieron ruido, no impresionaron a nadie más, pero a Jesús le impresionó no por la cantidad que dio, sino por la cantidad de lo que le sobró al ella darlas.
Jesús dice claramente: A los demás, cuando dieron, todavía les sobraba mucho. No importa lo que hayan dado; aunque fueran grandes cantidades, todavía les sobraban grandes cantidades, así que realmente no había gran pasión o fe en lo que estaban haciendo.
Muchos, cuando van a darle algo a Dios, no lo miden basado en lo que Dios está pidiendo, sino basado en lo que les sobra en la cuenta de banco para sus cosas. Les detiene el miedo de quedarse cortos. Pero la manera en que Dios mira las cosas es muy diferente a como nosotros las miramos.
En muchas ocasiones, escuchamos a gente celebrar grandes donaciones que artistas o empresarios realizan a la sociedad. Hacen cheques gigantes para donar miles de dólares y que todo el mundo los vea; la prensa y la gente los celebra. Y sí es bueno dar; toda ayuda que se pueda dar, es maravillosa; pero eso no impresiona a Dios. El cheque grande, la foto, el artista, la cantidad; nada de eso impresiona a Dios.
A Dios le impresiona domingo tras domingo, semana tras semana, lo que ve que ocurre en la casa de Dios. Dios se impresiona con aquellos que, aun en medio de un momento difícil, deciden creerle a Él. A través de toda la Palabra, la fe de gente como esta fue la que impresionó a Dios.
Un ruido en los cielos
En los cielos, más ruido hace esa persona que da todo lo que tiene, o de lo poco que tiene da algo que le duele, y le cree a Dios; que aquel que fanfarrea y dice que hace, pero en realidad le sobra y tiene paz en su corazón y en su mente, pero no por lo que dio creyendo, sino por la cantidad con la que cuenta en su cuenta de banco.
Este es un mensaje que por más que critiquen, no nos lo podemos callar; no podemos silenciarnos porque lo hemos vivido. En los momentos más difíciles, cruciales, duros, en los más importantes y a veces más complicados, nos hemos atrevido a hacer cosas que, a veces hasta unos días más tarde pensamos que fue una locura, pero realmente Dios siempre ha sido fiel.
¿Dónde tú quieres hacer ruido? ¿Quieres hacer ruido delante del mundo, que todos vean lo que tú hagas, o quieres llamar la atención de Jesús? Todo aquel que, en un momento de fe, se atreve a dar lo mejor de sí, llama la atención del Padre celestial.
Nadie más sabe qué es lo mejor de ti. Pero Dios conoce tu corazón. Él conoce todas las cosas. De Él no se escapa nadie. Y no hay nadie en la Biblia que haya llamado la atención de Cristo, que haya llamado la atención de Dios, que su vida haya quedado igual después de un acto como este. No sabemos qué pasó con esta viuda; sabemos lo que pasó con otras, cómo Dios multiplicó sus vidas, pero aunque no sabemos qué pasó con esta, puedes estar seguro que algo ocurrió.
Reta hoy tu fe, creyéndole a Dios que Él va a multiplicar tu semilla de fe. Eres tú con Dios quien establece lo que es preciado para ti, lo cual entonces lo haría preciado para Él. Dispón tu corazón para sembrar algo radical, que haga ruido en el cielo, llamando la atención de Dios. Tu vida no será la misma.