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Un proceso largo

Cambiar nuestra conducta es posible, pero no es fácil. La transformación de una vida nunca es algo instantáneo que se logre de la noche a la mañana mediante un hecho milagroso que sorprenda a todos – incluso a la misma persona – cuando ocurre. La decisión de buscar a Dios para cambiar de vida sí puede ser momentánea, aunque algunas personas también suelen experimentar un proceso más o menos largo mientras otras creen en Jesucristo y se arrepienten de sus pecados rápidamente al escuchar el mensaje del Evangelio. Expresar a Dios el deseo de cambiar y pedir perdón a Dios generalmente es una oración breve, aunque tiene implicaciones eternas.

Lo interesante es que no todo el mundo es consciente de cuando ocurre lo que solemos llamar conversión. Mientras algunos pueden identificar un momento dramático en su vida de decisión, otros, especialmente aquellos que se han criado en un ambiente cristiano, o han escuchado durante mucho tiempo el mensaje del Evangelio, un buen día advierten cuánto significa para ellos lo que han aprendido y se dan cuenta que viven entregados a Dios. Lo que pretendo enseñar es que decir “me entrego a Cristo” o “me arrepiento de mis pecados” es una acción volitiva que aunque cambia el rumbo de nuestra vida, podemos tomarla en un momento y a veces, ni siquiera recordar el instante en que se tomó.

Cuando se entrega a Dios la vida y se reconocen errores y pecados recibimos el Espíritu de Dios. En la carta a los Efesios 1.13 dice: “En El también ustedes, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de su salvación, y habiendo creído, fueron sellados en El con el Espíritu Santo de la promesa” (Ef 1.13).
Recibir el Espíritu Santo más que una experiencia momentánea es la culminación puntual de un peregrinaje que en dependencia de cada cual es más o menos largo, en el cual la persona va tomando conciencia de la necesidad de un cambio, hasta que al fin decide entregarse a Dios.

Debe quedar claro que el proceso que comienza entonces es largo y durará toda la vida. Recibir el Espíritu de Dios no quiere decir que todo ya está cambiado y terminado. Abandonamos la antigua manera de vivir, y ahora vamos en otra dirección, pero del mismo modo que cuando nacimos fuimos creciendo y tomando fuerzas día a día, lo mismo sucede en el terreno espiritual.

No debes desmayar o desalentarte cuando no entiendas todo o cuando flaquees alguna vez. No debes desesperarte porque algunos hábitos de conducta aun luchen por prevalecer.

Ya estás en el camino y eso es lo más importante. Dios irá poco a poco perfeccionando su obra en ti.

¡Dios les bendiga!

Fuente:
Alberto González Muñoz

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