Caminaba por la calle y de pronto comenzó a llover, algunas gotas de agua salpicaron mis espejuelos, me los quité y de pronto la calle que yo veía tan lejos a mis pies, se me acercó. Son tan pocas las veces que me quito mis espejuelos, generalmente solo para bañarme y dormir, que he perdido la verdadera noción de mi estatura y me siento alta, pero en ese instante, en que me quité los espejuelos, tuve la percepción de cuan pequeña soy y esto no quiere decir que no hayan personas más pequeñas, no, si me comparo con ellas siempre salgo ganando, más si me comparo, por ejemplo, con una basquetbolista profesional, ¡Uf! Ni modo, de nuevo digo, ¡Cuán pequeña soy!
En nuestro diario andar hacemos miles de comparaciones entre las personas que nos rodean y nosotros, entre sus actitudes y las de nosotros, entre sus cualidades y las de nosotros. Estoy segura de que en la mayoría de los casos salimos ganando, siempre recuerdo cuando mi hijo estaba en el Preuniversitario y suspendía un examen, me decía- Pero mami, casi todo el mundo suspendió. Yo le respondía- Ese “casi todo el mundo” me da la medida de que algunos aprobaron, la pregunta es ¿por qué no estás en ese grupo? Así somos, siempre ganamos, porque nos comparamos con los que tienen tantos o más defectos que nosotros.
¿Y qué de la Santidad? ¡Ahí sí que somos reyes! por supuesto, estamos mirando al ladrón, al asesino, al alcohólico, al drogadicto, al adúltero, ¡a los que no conocen a Cristo! Pero, ¿que pasaría si te comparas con Él?
Ahora tu perspectiva es diferente, estás al pie de la cruz, alzas la vista y su altura es tanta que la pierdes entre las nubes del cielo. ¿Qué te pasó? ¿Qué patrones vas a comparar ahora? ¿Dónde quedó tu orgullo? Ya no puedes alzar tu cabeza y decir -¡Soy mejor! Tú que juzgabas a los que te rodean, ¿Qué vas a decir ante la magnificencia de tu Dios?
¿Ves? Es un problema de perspectivas, si te comparas conmigo, ganas, si te comparas con Él, no eres nada. Y mientras estés en este cuerpo de muerte, como dijo Pablo «¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte? «(Rom 7:24). Así será, te atajarás mil veces y reconocerás que juzgas a tu hermano y lo haremos una y otra vez “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Ef 4.13)