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Un nuevo comienzo

Un refrán muy común en nuestro idioma es: «Pueblo chiquito, infierno grande». Con él pretendemos decir que en una comunidad pequeña, donde todos se conocen bien, ante cualquier acción o conducta se generan juicios radicales sobre la vida de cualquiera. En un pequeño pueblo cubano vivía una mujer cuya vida siempre estaba en boca de todos. Había quedado viuda muy joven debido a circunstancias muy dolorosas y estaba criando sola a sus pequeños hijos. Bastó que uno o dos hombres se acercaran a ella para que adquiriera una terrible reputación y fuera censurada y despreciada por todos.

Cuando mi esposa y yo le conocimos, descubrimos que era una mujer angustiada que solo estaba buscando apoyo en quien se lo brindara. Su lucha por la vida y su necesidad de compañía le habían conducido a una situación muy vulnerable psíquica y emocionalmente. Al borde de un colapso nervioso, ella buscaba sostén en cualquier camino posible y estaba cayendo lentamente en un abismo. Cuando le presentamos el evangelio de Cristo, comprendió lo que podría significar para su vida y se entregó al Señor con todo su corazón.

En los días sucesivos fue evidente que esta mujer estaba experimentando un cambio radical en su manera de ver la vida y en sus respuestas a los retos que encontraba cada día como madre solitaria con dos pequeños hijos que atender. Con el tiempo, ella se convirtió en una misionera y sus hijos sirven hoy al Señor. Han pasado tantos años, que al ver ahora a esta señora cristiana con una reputación acrisolada en la ciudad donde vive, nadie sería capaz de imaginar los caminos que transitó y cómo en su desesperación por encontrar apoyo, iba cuesta abajo hasta el momento en que se entregó a Jesucristo y abrazó la fe.

¿Conoces a alguien que esté viviendo una situación similar? Predícale con amor y gracia el mensaje del Evangelio. ¿O acaso los golpes de la vida te han dejado exhausto o exhausta y te das cuenta que vas cayendo en conductas que lejos de traerte paz y estabilidad aumentan tu frustración y desesperanza? ¿Por qué, si estás buscando apoyo no invocas la ayuda y el perdón de Dios? Él dice en La Biblia: “Dame, hijo mío, tu corazón, y miren tus ojos por mis caminos”. Si estás dispuesto o dispuesta a probar diferentes caminos, ¿por qué no intentas de una vez el camino de Dios?

El camino de Dios es siempre el más seguro y es el único que, definitivamente, trae paz y esperanza.

¡Dios les bendiga!

Fuente:
Alberto González Muñoz

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