
Éxodo 25-8-9 – “Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.
Desde el principio, el deseo de Dios ha sido habitar en medio de Su pueblo. No como un Dios lejano, inalcanzable o indiferente, sino como un Padre cercano, comprometido y presente. En Éxodo 25, cuando Dios instruye a Moisés a construir el tabernáculo, no lo hace por una necesidad propia, sino por amor. Él desea un lugar donde pueda encontrarse con su pueblo, hablarles y guiarlos.
Lo más impactante de este mandato es que no era un diseño libre o improvisado. Dios fue claro: «conforme a todo lo que yo te muestre…». Esto nos enseña que Su presencia no puede ser hospedada de cualquier manera; requiere obediencia, reverencia y un corazón dispuesto a seguir Sus instrucciones. El tabernáculo no era simplemente una estructura física, era una declaración: “Dios está aquí”.
Hoy, ese santuario ya no es una tienda en el desierto, sino nuestros propios corazones. A través de Jesús, se nos ha dado acceso directo a Su presencia, y el Espíritu Santo ahora habita en nosotros. Pero el principio sigue vigente: Dios habita donde es honrado, donde hay santidad, donde hay obediencia. Él no fuerza su entrada; Él se manifiesta cuando le preparamos un lugar.
Entonces, preguntémonos: ¿estamos construyendo un santuario para Dios en nuestras vidas? ¿Estamos alineando nuestros pensamientos, decisiones y acciones al diseño que Él nos ha mostrado en Su Palabra? Recordemos que cuando seguimos sus instrucciones, Él no solo nos visita… Él habita con nosotros.