
Como pastor y siervo del Señor, levanto mi voz en este tiempo para recordar una verdad eterna: la justicia no es una opción, es un mandato divino. Desde el principio, Dios reveló que la justicia es parte esencial de Su carácter y del fundamento de Su Reino. La Escritura nos enseña que Jehová es juez justo, y que sus caminos están llenos de equidad, verdad y misericordia. “La justicia, la justicia seguirás… Deuteronomio 16:20
La justicia bíblica —Tzedek y Tzedaká— no se limita a leyes humanas, sino que expresa cómo debe vivirse la vida delante de Dios y delante de los hombres. Está unida a la misericordia, al amor al prójimo, al respeto por la dignidad humana y a la defensa del más vulnerable. Donde hay justicia verdadera, hay paz; donde falta justicia, florece la corrupción y el dolor del pueblo.
Jesucristo vino a establecer un Reino distinto, un Reino donde la justicia no se negocia ni se tuerce por intereses políticos, económicos o religiosos. Él nos llamó a buscar primeramente el Reino de Dios y Su justicia, y nos advirtió que una justicia superficial, hipócrita o selectiva no tiene lugar en el Reino de los cielos.
La historia misma nos muestra cómo la justicia humana falló estrepitosamente cuando el Hijo de Dios fue juzgado por tribunales corruptos. Jesús fue condenado siendo inocente, y esa tragedia sigue repitiéndose hoy cuando los sistemas judiciales se ponen de espaldas al pueblo y de rodillas ante el poder.
Como nación y como continente, enfrentamos una crisis profunda de justicia. Cuando la impunidad gobierna, la deuda social crece y los más pobres pagan el precio. Tal como lo denunció el profeta Isaías, la verdad tropieza en la plaza y la equidad es expulsada.
Pero la Iglesia no puede callar.
Los cristianos auténticos estamos llamados a orar, a denunciar el mal, a vivir con integridad y a exigir justicia con misericordia, sabiendo que un día el Reino del Mesías será establecido con juicio perfecto y justicia eterna.
Levantó este llamado a todos los que aman la justicia:
Vuelvan su corazón a Jesucristo, el Juez justo, el Príncipe de Paz. Limpien su vida en Su sangre preciosa, vivan conforme a Su verdad y sean luz en medio de la oscuridad. Solo en Él hay justicia perfecta, esperanza verdadera y vida eterna.
“Dispondrá y confirmará su Reino en juicio y en justicia, desde ahora y para siempre. Isaías 9:7-



