
«Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público. Mateo 6-6
Vivimos en un tiempo donde las palabras sobran, las redes sociales atrapan y los mensajes se multiplican. Escuchamos predicadores, conferencias, enseñanzas… y muchas veces, al terminar, quedamos más confundidos que edificados. Pero Jesús nos recuerda algo eterno: lo más valioso no es lo que se dice en público, sino lo que sucede a solas con el Padre.
En el lugar secreto no hay multitudes ni aplausos. Allí no se transmiten programas ni se busca agradar al público. El Padre busca hijos que cierren la puerta, que apaguen el ruido y que se sienten delante de Él con un corazón dispuesto.
El secreto es donde la unción se derrama, donde la identidad se afirma y donde la fe se fortalece. Lo que escuchamos de hombres puede inspirar, pero lo que escuchamos del Padre transforma.
Por eso, cuando las congregaciones se reúnen y se levantan tantas voces, no olvidemos que la única voz que define nuestra vida es la de Dios en lo íntimo.
Hoy Dios nos invita a escoger lo eterno sobre lo pasajero. Que no nos distraiga lo que suena fuerte en público, sino que aprendamos a valorar el silencio con Él. Cuando otros buscan reconocimiento, buscamos recompensa en Su presencia.
El secreto con Dios no se transmite, no se publica, no se viraliza. Pero lo que allí recibimos marca nuestra vida para siempre.
OREMOS.
Padre celestial, ayúdanos a desear más Tu presencia que cualquier escenario. Enséñanos a cerrar la puerta y encontrarnos Contigo en el secreto. Que nuestra recompensa no sea el aplauso humano, sino Tu voz afirmando quiénes somos en Ti. Haznos entendidos para vivir de lo eterno y no de lo pasajero. En el nombre de Jesús, amén.