En Mateo capítulo 14 vemos registrado “un día completo en la vida de Jesús”. El evangelista al parecer quiere mostrarnos cómo era un día normal en la agenda del Maestro, aunque de normal no tiene nada y ya veremos porqué.
Primer Suceso: La Muerte de Juan Bautista
Varios sucesos marcaron la jornada de Cristo en sólo un día (quizás en dos), comenzando por la muerte de Juan Bautista quien fue decapitado por Herodes, el gobernador romano de aquella época el cual ––seducido por el baile de su “hijastra”–– sucumbió a la malévola petición de la muchacha: “Dame en una bandeja la cabeza de Juan Bautista” (Mateo 14:8). Y Herodes, a pesar de él mismo, mandó matar al profeta para complacer a la mocosa malcriada y a su odiosa madre, Herodías (vv. 3 y 4). Esta noticia llegó a oídos de Jesús quien entristecido decidió pasar un tiempo a solas para… “¿llorar, lamentarse, pensar en lo sucedido, despotricar contra Dios?”, no lo sabemos; sólo se registra que “oyéndolo Jesús, se apartó de allí en una barca a un lugar desierto y apartado” (14:13). Es claro sostener que este acontecimiento le pegó duro al Maestro, ¿la razón? Jesús y Bautista eran primos-hermanos, pero además eran compañeros del Reino…, colegas de la misma empresa divina y es obvio pensar que entre ambos había un sano compañerismo y cariño. Es lógico entonces especular que este apartarse de Jesús fue para “vivir el duelo”.
Segundo Suceso: Compasión por las Multitudes
Pero al llegar al lugar donde dirigió su embarcación se encontró con una multitud que lo había seguido a pie y de varias aldeas habían salido en su búsqueda. Por lo que no pudo estar solo, al menos no como pretendía (su único espacio de soledad fue mientras navegaba en el lago). Y en vez de enojarse porque la gente no lo dejó vivir la muerte de su compañero Jesús se compadeció de ellas, e inmediatamente se puso a sanar a los enfermos (v. 14). Estuvo en esto todo el día.
Tercer Suceso: Alimentación de los Hambrientos
Mateo nos dice que casi al anochecer (después de haber estado toda la jornada sanando a los enfermos que vinieron a Él) el Señor se compadeció una vez más de la multitud y les dio la siguiente orden a sus discípulos, quienes para esas horas querían sólo descansar o al menos estar solos con Jesús: “Dadles vosotros de comer” (v. 16). El resto de la historia ya la sabemos, unas 15 mil personas fueron alimentadas milagrosamente con solo cinco panes y dos peces . ¿Cuanto tiempo demoró el proceso de la alimentación? No hay un registro de ello pero debemos suponer que fueron al menos un par de horas.
Cuarto Suceso: Despedida de la Audiencia
Otro acontecimiento vemos en el relato de Mateo, esto lo encontramos plasmado así: “En seguida Jesús hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a la otra ribera, entre tanto que él despedía a la multitud” (v. 22). ¿Leyó lo mismo que yo? Sí, Jesús no se fue de aquel lugar antes de despedir a la gente, darles la bendición, ocuparse de que cada uno de los asistentes retornaran a sus hogares con bien lo cual demuestra el amor pastoral de nuestro Señor; un amor que no sólo fluía hacia las multitudes sino también hacia sus discípulos a quienes despidió primero para que se adelantaran. Jesús sabía que estaban cansados del trabajo así que los envió primero y les dijo: “Vayan muchachos, ya han trabajado mucho, yo me encargo de cerrar el templo mientras me despido de todos los hermanos” (parafraseo coloquial). Vemos aquí a un Jesús inagotable, imparable, un trabajador incansable que estaba entregado de lleno a la Obra, pero que era consciente de las debilidades de los suyos a quienes les exigía sólo hasta donde sus fuerzas eran posibles.
Quinto Suceso: Caminata sobre las Aguas
Cuando la multitud fue despachada nuestro Señor se dispuso a irse para encontrarse con sus discípulos “en medio del lago”, a quienes una tormenta los estaba azotando a tal punto que casi los daba vuelta; pero Jesús fue a ellos al estilo estilo divino…, ¡caminando sobre las aguas! (vv. 24 y 25). Al verlo sus discípulos sintieron miedo (y quién no), pero Jesús les dio ánimo con palabras de aliento diciéndoles: “No teman muchachos, soy yo”. Y el resto ya lo sabemos, Jesús invitó a Pedro a descender de la barca el cual lo hizo, y aunque se hundió a los pocos pasos fue el único mortal que puede registrar en su “curriculum vitae” que ha caminado sobre el agua. Cuando Jesús subió la tempestad se calmó…, ¡todo marcha mejor cuando Jesús está a bordo de nuestra embarcación! (v. 32).
Sexto Suceso: Sanando a más Enfermos
Ya casi al terminar el capítulo 14, Mateo relata que llegaron a Genezaret, una aldea al otro lado del lago, lugar donde la gente al enterarse que Jesús había llegado se agolparon para recibirlo. Y así fue, los enfermos que lograban tocar el borde de su manto recibían salud en el acto (v. 36). ¿Cuanto tiempo estuvo allí? No lo sabemos, pero sí sabemos que comenzó a trabajar desde el momento que su pie tocó tierra, y seguramente lo hizo hasta el anochecer pues la agenda del Maestro siempre estaba ocupada.
El Séptimo Acontecimiento
He registrado seis acontecimientos “en un día normal de Jesús”, aunque para ser justos estos sucesos se dieron en más de un día.
- En la madrugada se enteró de la muerte de Juan y se fue sólo a un lugar despoblado.
- Luego durante todo ese día sanó a las personas que llegaron a buscarlo.
- Al anochecer (quizá a eso de las 6 pm, según el horario judío) alimentó a los cinco mil que aún permanecían con él.
- Al llegar la noche despidió a la multitud
- Luego, “a la cuarta vigilia de la noche” (entre las 3 a 6 am) acudió en ayuda de sus discípulos en el lago
- Al día siguiente ––muy temprano en Genezaret–– se puso a sanar a los enfermos que fueron en su búsqueda.
Al leer todas estas actividades en un día normal del Maestro no dejo de asombrarme de su increíble capacidad de aguante, fortaleza, dinamismo, entrega y habilidad para sacar provecho al tiempo. No obstante hay un suceso que no escribí arriba, lo hice de manera intencional esperando que alguno de mis lectores se diera cuenta, un acontecimiento que a juicio de este escritor es la clave para la energía de Jesús, el motor que le permitía moverse con tanta productividad. ¿Ya saben a qué me refiero?
Por favor lea conmigo el siguiente registro:
Cuando toda la gente se había ido, Jesús subió solo a un cerro para orar. Allí estuvo orando hasta que anocheció (Mateo 14:23).
¡Cachetada espiritual! Así es, vemos en este relato de dónde sacaba Jesús la fuerza para enfrentar su día a día, el combustible que le permitía moverse de un lugar a otro haciendo el bien. Obtenía su energía de la comunión permanente con el Padre a través de la oración.
Nótese que cuando la multitud fue despedida él no se fue a casa a descansar, como hubiese hecho yo por ejemplo, el Maestro sabía que su jornada aún no acababa…, ¡a pesar de haber faenado todo el día y llevar el dolor de la muerte de Bautista! Jesús sabía que si quería enfrentar el nuevo día ––con todos los desafíos que vendrían–– tenía que renovar sus fuerzas físicas, mentales, emocionales y espirituales en la intimidad con Dios. Y esto es una gran paradoja, pues mientras las voces expertas nos dirían que después de un día tan agitado como el que tuvo Jesús (recibió una mala noticia, navegó sólo una embarcación, sanó a muchos enfermos, realizó el milagro de alimentar a una multitud y despidió a cada uno) era propicio descansar, desconectarse, olvidarse de todo y de todos; Jesús hizo lo contrario: Subió un cerro y allí, solo (lo que no pudo hacer en la mañana) se puso a orar (y orar es un trabajo que demanda esfuerzo tal como nos dijo Osvaldo Gómez en su capítulo de la página 232). Allí en la oración recibió la fortaleza que vino del cielo para encarar lo que más tarde ocurriría: Caminar sobre el agua, rescatar a los discípulos y sanar más enfermos en la siguiente aldea.
¡Wow! Al pensar en esto mi espíritu se agita porque me doy cuenta lo lejos que estoy de alcanzar el modelo de Jesús; y no obstante hay esperanza porque aún estoy aprendiendo a ser como él, aún estoy siendo formado por el Alfarero Divino, aún hay mucho que trabajar en mí y una de las cosas que Dios debe hacer es ayudarme a comprender la importancia de orar no solo cuando tenga ganas o necesidad, sino aún cuando el cansancio, la enfermedad, el estrés o las muchas actividades me agobien.
Y es ahí ––cuando el día está muy lleno–– cuando debemos intencionalmente “subir el cerro para pasar tiempo a solas con Dios”, ya sea en la soledad de nuestro clóset, en una caminata con el Padre, cuando los niños están durmiendo o mejor aún, antes de que el sol aparezca (en la madrugada), porque “en la 4ª vigila de la noche” es cuando el Maestro sale a caminar sobre las aguas y nos invita a caminar con él a pesar de los vientos de la adversidad.
ORACIÓN
Señor, quiero pasar tiempo contigo en la soledad de la madrugada, cuando mi familia duerme, cuando los vecinos aún no despiertan, cuando mi agenda aún no se llena; quiero escuchar tu voz en la 4ª vigilia diciéndome que baje de la barca porque tú estás ahí para mirarme, animarme, guiarme y protegerme. Y yo acepto el llamado, bajaré a las aguas para caminar contigo sabiendo que si incluso llego a hundirme tu mano me sostendrá, tu amor no me dejará porque estoy aprendiendo a orar en las madrugadas, estoy aprendiendo a ir a tu presencia cuando aún es de noche sabiendo que por más oscura que la jornada esté, tú estarás allí para rescatarme.