Los seres humanos vivimos acostumbrados a lo sensible, a lo que vemos y oímos, a lo que palpamos. Creemos que la verdad está en comprobar con nuestras propias manos las cosas para que se conviertan en verdad. Si no las comprobamos nosotros mismos, dudamos y no creemos.
Camino de vida (I)
La verdad y la percepción de la realidad son dos cosas diferentes. Podemos tener una percepción de la realidad por medio de nuestros sentidos, pero esto no significa que esa es la verdad. Podemos estar equivocados si nuestra manera de sentir, de percibir las cosas, está basada en una falsa concepción de esas cosas. Lo que agrada a nuestros sentidos no nos conduce a felicidad, pero creemos que sí. La verdad y la percepción no son sinónimas.
Percepción y concepción van unidos cuando del error se trata. Por ejemplo, pensamos que si nos esforzamos y trabajamos obtendremos resultados. Al hacerlo y ver respuesta al esfuerzo personal, entonces concebimos la idea de que conseguir las cosas depende de nuestro esfuerzo propio. Nos afanamos, entonces, para hacer dinero, obtener un trabajo, hacer un negocio, edificar nuestro futuro y hacerlo todo con nuestras propias manos.
Es verdad que si nos esforzamos conseguimos algunas cosas, pero no todo en la vida lo logramos como el resultado del esfuerzo propio; hay muchos factores circunstanciales y del momento que pueden hacer variar el resultado del propio esfuerzo. Pero sobre todas las cosas, la mano poderosa de Dios puede hacer variar los hechos y circunstancias en nuestras vidas, conforme a su soberanía, su propia voluntad y a su propósito para nuestras vidas.
Jesús de Nazaret era un hombre buscado por todos los que habían oído de él. Dice la Biblia que la gente buscaba a Jesús por todas partes. En Jn. 6: 22-24 expresa:” El día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que éstos se habían ido solos. Pero otras barcas habían arribado de Tiberiades junto al lugar donde habían comido el pan después de haber dado gracias al Señor. Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaún, buscando a Jesús. Y hallándolo al otro lado del mar, les dijeron: Rabí, ¿Cuándo llegaste acá?”.
¿Por qué la gente andaba detrás de Jesús y le seguía por todas partes? ¿Era porque estaban creyendo el mensaje que le transmitía?
En los versos 26-29 dice:” Respondió Jesús, y les dijo: De cierto de cierto les digo que me buscan, no porque han visto señales, sino porque comieron de los panes y se saciaron. Trabajen, no por la comida que perece, sino por la comida que permanece para vida eterna, la cual les dará el Hijo del Hombre, porque a este acreditó con su sello Dios el Padre. Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que crean en el que ha enviado”.
La fe del cristiano es una fe simple y poderosa: es creer en Jesús, porque es el enviado de Dios, y él es la vida eterna. Esta fe no tiene complicaciones, no es producto de razonamientos lógico ni nada parecido: es la fe en Dios mismo, quien tiene vida en sí mismo y que prometió vida eterna a los que en Él creen. Es fe en el enviado de Dios, acreditado con su sello, el Dios hecho hombre, el Verbo hecho carne.
La fe en Jesús nos lleva a un camino de vida. El camino de vida es el verdadero camino. Buscar respuesta a la vida en este mundo es camino falso; el camino de muerte es equivocado. La verdad nos saca de la esclavitud y nos liberta. La verdad está en Jesús.
La fe en Jesús es alimento de vida; quien a Él viene, nunca tendrá hambre; quien en Él cree, no tendrá sed jamás. (Cf. 35) Jesús dijo:” Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió. (…) Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en Él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el ultimo día” (38 y 40).
Creer en Jesús trae recompensas, atrae las promesas de Dios. La fe en su nombre atrae el poder de la resurrección a nuestras vidas, la vida que hay en Dios se manifiesta parcialmente en nosotros. En los versos 47-48 dice que Jesús dijo:” De cierto de cierto les digo: El que cree en mi, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida”. Jesús descendió del cielo como pan de vida para que nosotros ascendamos al alimento de vida que sacia nuestra sed. Hay vida en Jesús.
Fe enfocada (II)
Hebreos 11:1 define la fe como “la firme seguridad de las realidades que se esperan, la prueba convincente de lo que no se ve”. Y más adelante dice:” Y sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (6).
Esperan en Dios cuando todo va bien no tiene sentido. Dios pone en nuestras vidas situaciones, desiertos, dificultades, pruebas, para que aprendamos a esperar en El.
La prueba de nuestra fe produce paciencia. La paciencia es la garantía de salvación para nuestras almas. Los versos 33-34 y 39-40 dicen que grandes hombres de Dios “mediante la fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon boca de leones, apagaron fuegos impetuosos, escaparon del filo de la espada, se revistieron de poder, siendo débiles, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. (…) Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido; porque Dios había provisto para nosotros algo mejor, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros”.
Somos perfeccionados en nuestra fe y nuestro carácter mediante las pruebas, para que demos buen testimonio. Pero dice que Dios tenía algo mucho mejor para nosotros, en este nuevo tiempo, el tiempo de la gracia, de la dispensación, para llevarnos a la perfección. ¿Qué era esto algo mejor?
Decíamos que Hebreos 12:1 define fe como “la prueba convincente de lo que no se ve”. A Dios nadie lo ha visto, pero Jesucristo lo ha dado a conocer. La prueba convincente de lo que no se ve, del Dios invisible, ha sido hecha manifiesta por la resurrección de Jesús. 1 Co. 15:12-19 dice:”Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿Cómo dicen algunos entre ustedes que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también su fe. (…) Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó, y si Cristo no resucitó, su fe es vana. (…) Si solo en esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres”.
Una fe enfocada en el Dios vivo y verdadero, el creador de Todo, el hacedor de todas las cosas, es fe firme, estable, segura. Una fe enfocada en Cristo resucitado no tiene desperdicios, porque el fundamento es cimiento duro, piedra fuerte, roca inconmovible. El apóstol Pablo dice, en He. 12:1-2:” Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan gran nube de testigos, despojémonos de todo peso, y del pecado que asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de Él soportó la cruz, menospreciando el oprobio, y está sentado a la diestra del trono de Dios”.
Es tiempo de despojarse de todo peso, de todo pecado que nos asedia. La carrera de la vida tiene una meta clara donde llegar. Nuestro destino final está oculto en Dios.
Una fe enfocada en el Dios dado a conocer en Jesús es herencia segura, es título de propiedad adquirido para vida, con sello inconfundible, marcado con sangre pura, derramada en la cruz para purificación y redención por todos.
Correremos con paciencia si nuestra fe está enfocada, si nuestra mirada está puesta en el autor de la fe, quien la puso en nuestras manos para que la concibamos, la recibamos, y la hagamos verdad en nosotros. Cargados de esta fe, con sumo gozo soportaremos las pruebas y aflicciones de este mundo, sabiendo que hay gran galardón reservado a los que creen en el nombre de Jesús, esperando con paciencia en El.
Es tiempo de echar fuera todo temor y poner nuestra mirada en tierra de promesa garantizada. Hay un vencedor del mundo, que arrancó tu muerte de las manos de Satanás, que vive hoy, y reina para siempre.
Ing Juan Betances.