
El amor puro no nace del corazón humano; no es natural. Lo natural en nosotros es amar con condiciones, con límites, con expectativas. Lo natural es buscar lo nuestro primero. Pero el amor al que Dios nos llama no se origina en nosotros, sino en Él. Es un amor que no pide nada a cambio, que no se agota, que perdona sin medida y se entrega sin reservas.R omanos 5-5-
Este amor es espiritual. Es fruto del Espíritu (Gálatas 5-22). Es la evidencia de que hemos sido transformados. No se trata de sentir más intensamente, sino de amar con el corazón de Cristo: un amor desprendido, libre del ego, libre del temor, libre de intereses personales.
Cuando amamos con este amor, lo imposible se vuelve posible. Perdonamos lo imperdonable, servimos a los que nos hieren, y esperamos sin desesperar. Es entonces cuando el mundo ve a Jesús en nosotros, no porque decimos que lo seguimos, sino porque amamos como Él ama.
Señor, enséñame a amar con tu amor. Líbrame del egoísmo disfrazado de afecto. Derrama en mí ese amor que no es natural, que viene del cielo y transforma corazones. Quiero amar como Tú amas: con verdad, con entrega, con libertad.